Con desinteresada vocación de servicio, esta mujer, la única comandante de bomberos del Valle de Aburrá, lidia con incendios, inundaciones y rescates en el municipio.
En el 2010, en el municipio de Caldas, Antioquia, hubo un gran derrame de hidrocarburos luego de un robo en un poliducto, que afectó las fuentes hídricas de la región por días y la calidad de vida de sus habitantes a causa de los tóxicos olores del combustible.
La emergencia fue de tal magnitud, que las autoridades evacuaron a casi la totalidad de los habitantes de la vereda de La Valeria, epicentro del incidente.
Ese día, la comunidad juntó esfuerzos en una muestra de camaradería sin precedentes: cualquiera que tuviera un vehículo disponible lo prestó para colaborar con la evacuación, así como lo hicieron las empresas de buses y taxis.
Al frente del equipo de voluntarios que se formó ese día estuvo Gladys Liliana Gonzáles Mejía, quien hoy es la comandante y representante legal del Cuerpo de Bomberos Voluntarios del municipio, que se formó a raíz de la emergencia y del liderazgo que mostró Gladys para atenderla.
Un año después, el grupo recibió su personería jurídica para convertirse en una empresa privada sin ánimo de lucro que en la actualidad, cuenta Gladys, tiene un equipo de 55 personas, de las que 16 son empleadas y el resto voluntarios.
Ese cuerpo de bomberos, así como los otros del Valle de Aburrá, fortalecidos por las capacitaciones e inversiones que ha hecho el Área Metropolitana del Valle de Aburrá por un valor de $5.897’270.000, han atendido numerosas emergencias como incendios, inundaciones o accidentes.
La gente: su motor
“Me gusta que donde haya gente, haya ayuda, me gusta. No sé, tengo eso, me mueve ayudar a los demás”, es lo que responde Gladys ante la pregunta de por qué tomó la decisión de conformar el Cuerpo de Bomberos Voluntarios del Municipio de Caldas.
Y, cuenta, es esa vocación innata la que, a pesar de diversas dificultades, la ha hecho continuar hasta llegar a ser hoy la comandante del Cuerpo. “No es fácil”, dice.
No solo por los riesgos a los que a diario se enfrentan, sino por el cansancio y el estrés, que siempre se reta a sortear “es esa cosita que uno lleva por dentro, algo que no sé cómo explicar, que a uno lo hace seguir a pesar de que a veces parezca que uno está luchando por lo imposible. Uno no es capaz de dejar de hacerlo”.
Además, dice, valora el reconocimiento de la gente por la labor que realiza. Pues siempre son muchos ‘ quienes le agradecen. Tanto que la reconocen en la calle y ella no sabe quiénes son las personas que la abordan.
Recibir regalos en la estación, que niños se le acerquen para sacarse fotos, escuchar constantes agradecimientos, eso, dice, pesa mucho más que el cansancio y el riesgo.
“Eso me hace pensar que yo todavía tengo mucho aliento y mucha vida para seguir ayudando al otro, así sea con poco, pero es algo que me nace”, aclara.
Un imprevisto pero atinado destino
Y aunque nunca se imaginó estar de comandante de un cuerpo de bomberos, hoy dice que era su destino. Antes de la emergencia con el hidrocarburo, Gladys estaba estudiando educación física, recreación y deporte, pero quedó embarazada y decidió abandonar su carrera.
Estuvo dedicada a sus hijos por un tiempo hasta que sucedió el vertimiento y ahí sintió un llamado que marcó el inicio de la que hoy es su carrera: “La vida va cambiando y surgen cosas diferentes, nuevos proyectos y uno se va enfocando en ellos”.
Eso sí, explica, no ha sido nada fácil. Según Gladys, por ser mujer ha tenido que lidiar con muchas personas que han cuestionado sus capacidades, su integridad, su formación y su conocimiento.
En su estación, dice, “la discriminación, jamás”. Y es que bajo su comando hay mujeres en diferentes oficios, “mujeres muy berracas para mandarlas a un incendio o una inundación. Mujeres muy, muy buenas”.
Particularmente, rescata la capacidad de las mujeres de combinar la racionalidad, el cálculo y el manejo de la presión y el estrés, con la sensibilidad. Dice que, en el manejo de las emergencias, una situación intensa que demanda pensar y actuar con velocidad y precisión, hace falta también tener corazón.
“Hay que decirle a la persona ‘ya estamos con usted, esté tranquila que le vamos a ayudar, ya vamos con usted para el hospital’. Porque son seres humanos”, cuenta Gladys.
Y aunque a veces, ha sido criticada por eso, dice que es fundamental y que lo ha inculcado en su estación, donde, además, lo más importante es saber que tanto bomberos y bomberas son iguales, y que: “Si estamos aquí es por algo, tenemos que trabajar juntos por la gente y nos tenemos que cuidar la espalda todos”.
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