Se trata del único proyecto de su tipo, en América Latina, que habla de conflicto armado a través de una perspectiva de género y se enfoca, sobre todo, en la lucha de la que las mujeres fueron protagonistas.
Durante el proceso de negociación de La Habana, que buscaba ponerle fin a más de 50 años de guerra entre el Estado y las Farc, ambas partes negociadoras se dieron cuenta, gracias al aporte de las víctimas, de que el conflicto armado había tenido unas afectaciones muy particulares sobre las mujeres.
Es decir, que la violencia que se ejerció sobre ellas tuvo unas características, motivos, herramientas y patrones específicos, planeados y diseñados para afectar a las mujeres de manera concreta.
De allí, entonces, surgió en el enfoque de género, precisamente para abordar esas particularidades y generar condiciones de verdad, justicia, reparación y no repetición que atendieran esas afectaciones específicas.
Teniendo plena conciencia de cómo el conflicto armado tuvo unos impactos diferenciales sobre las mujeres, la Organización Femenina Popular (OFP) que nació en Barrancabermeja (Santander) en 1972, y se dedica a la salvaguarda y defensa de los derechos humanos de las mujeres, principalmente en la región del Magdalena Medio, creó en 2019 la Casa de la Memoria y los Derechos Humanos de las Mujeres.
La Casa, cuenta Zarid Torres, psicóloga de la Organización y subdirectora del museo, funciona como museo y así como espacio de construcción de memoria: “queremos contar lo que fue el conflicto armado, pero con un enfoque particular que es la perspectiva de género”.
Así, agrega, el museo es uno de los 39 lugares de memoria que conforman la Red Colombiana de Lugares de Memoria y es el único, de esa red y de América Latina, que habla de la guerra desde el enfoque de género.
“Contamos los hechos victimizantes, pero también, y sobre todo, los procesos de resistencia de las mujeres, cómo fueron sujetas políticas, y cómo son sobrevivientes y constructoras de paz”, explica Zarid.
"Ser mujer en el Magdalena Medio es ser resistencia"
Los años entre 1998 y 2007, cuenta Zarid, fueron aquellos en los que más violencia se vivió en la región: “Ese fue el momento en el que los índices de violencia alcanzaron sus puntos más altos y entre esos años registramos 148 hechos victimizantes cometidos solo contra la organización. Además, una de las primeras sedes que tuvo la organización fue quemada para evitar que las mujeres continuaran llevando sus procesos”.
Sin embargo, así como se intensificó la violencia, también lo hizo la resistencia, particularmente aquella ejercida por las mujeres de la OFP, que durante el conflicto se convirtió en un territorio de paz. En ese momento, cuneta Zarid, la sede de la organización era mucho más que un simple lugar administrativo: funcionaba de espacio de encuentro, tenía comedores comunitarios y las mujeres del municipio se alojaban allí en momentos de confrontación.
“Las mujeres en esos años no llamaban a la Policía para denunciar que sus hijos habían desaparecido, sino a la Organización y era ella la que se encargaba de su búsqueda, porque sabíamos que en muchos casos la Policía y el Estado estaban involucrados en la violencia”, explica.
De la misma manera, las mujeres hacían marchas y eventos simbólicos con el objetivo de denunciar la violencia que se vivía en el territorio.
Por ejemplo, para denunciar la masacre en la que el 16 de mayo de 1998 las Autodefensas de Santander y el Sur del Cesar (Ausac) asesinaron a siete personas en Barrancabermeja y secuestraron a otras 25 que, semanas después, también asesinaron y cuyos cuerpos desaparecieron, las mujeres de la organización crearon el símbolo de las batas negras.
“Vestidas de batas negras salieron a la calle 1.000 mujeres a hacer un llamado al cese al fuego y a la guerra con uno de nuestros lemas, con el que dejamos claro que nuestros cuerpos son territorios de paz y no botines de guerra. Que nosotras, las mujeres del Magdalena Medio, no parimos hijos e hijas para la guerra”, aclara Zarid.
La Casa de la Memoria y los Derechos de las Mujeres
Así, entonces, el museo busca rendir un homenaje a la resistencia de las mujeres, que si bien son víctimas del conflicto, son mucho más que eso: son sujetas políticas, sobrevivientes y constructoras de paz, mujeres valientes que en medio de un contexto de profunda violencia que además las tenía a ellas como objetivo particular, resistieron y le dijeron no a la guerra desde la civilidad y la paz, muchas veces pagando con su propia vida.
De acuerdo con Zarid, “la casa es para nosotras un territorio de paz, es el vivo ejemplo de lo que pasó, pero también de ver cómo pasamos de ser víctimas de la guerra a ser constructoras de paz en un lugar como este, en donde apelamos a la resistencia de las mujeres”.
Así, entonces, la casa está dividida en cinco espacios principales que hacen un recorrido por la historia y narran un proceso de transición de las mujeres de pasar de ser víctimas a constructoras de paz.
El primero, cuenta Zarid se llama el ‘Túnel de ser una con el territorio’. Allí hay una línea de tiempo en la que se cuenta la historia de Barrancabermeja y de manera paralela se ubica también la historia de la organización.
Luego se pasa a un espacio que simboliza el ser víctima, en donde se rinde homenaje tanto a las personas y las organizaciones que han contribuido a la construcción del “tejido social desde la resistencia en la región”, así como a 2.000 mujeres asesinadas y/o desaparecidas durante el conflicto en la zona. Lo acompaña otro de los lemas de la organización: «No las enterramos, las sembramos”.
Posteriormente, se pasa a un espacio que simboliza el tránsito de las mujeres para convertirse en sujetas políticas: reconocerse en su dolor y entre todas levantarse para comenzar un proceso de resistencia. Allí se cuenta, además, la historia de la Organización Femenina Popular y de la relevancia que tuvo durante los años de enfrentamiento armado, sus procesos de resistencia y de cómo contribuyó a la recuperación de las mujeres de la región.
Después, en otro salón se narra el proceso de construcción de una identidad colectiva que habla de lo que ha significado y significa ser mujer en la región, a través de los símbolos que se volvieron característicos de la resistencia de las mujeres, como las batas negras y las flores amarillas, símbolo de esperanza y que también las acompañaron en sus manifestaciones por las calles exigiendo paz.
Por último, hay un lugar de reflexión y conversación en el que se charla con los asistentes acerca del proceso que recorrieron las mujeres para llegar hasta allí y consolidar ese espacio de paz y memoria.
El impacto de la Casa
Cuenta Zarid que la Casa de la Memoria y de los Derechos de las Mujeres “ha redignificado a la mujer.”
Eso en tanto encuentran en ella un homenaje a toda su historia de liderazgo y de resistencia, motivo por el cual durante muchos años fueron perseguidas y violentadas. “De esa manera encuentran cierta justicia en el hecho de que se cuente su historia y se reivindiquen sus luchas”, cuenta.
Además, agrega, es un lugar que representa la fortaleza inherente que implica el hecho de ser mujer, y serlo como un territorio de paz, en un lugar donde la violencia se afianzó contra ellas de manera tan intensa.
El museo está abierto al público todos los días, y tiene recorrido virtual que se encuentra en la página web de la Organización.