Zharick Vásquez irá, con 34 niñas de 21 departamentos, al Space Center de la Nasa en Houston gracias al programa 'Ella es astronauta' que incentiva las carreras científicas en niñas y jóvenes.
Zharick sueña con ser bióloga para limpiar las aguas del río Magdalena, que atraviesa su querida ciudad natal, Barrancabermeja. Aspira también a trabajar en la Nasa como ingeniera de sistemas e incluso, dice, de astronauta, pues “amaría ir a la luna, sería algo wow, un sueño grandísimo”.
Al mismo tiempo, y con la misma pasión, quizás más, sueña con tener una pastelería, porque cree que es una buena manera de alegrarle el día a las personas: “Darse un antojito de dulce, una galleta, un pastel, eso alegra, entonces la pastelería también es un grande sueño”.
Particularmente le gusta hornear galletas, pues le encantan, aunque dice que todavía no las domina “por el tema de la cocción”: “Igual las amo y siempre intento que me queden bien, pero una vez hice varias y se me quemaron todas, no quedó ni una” dice riendo.
En todo caso, dice que su más grande aspiración es “cada día poder aprender más, cada día tener más conocimientos”.
Y con 12 años, no va nada mal. En agosto entrante, Zharick, junto a otras 34 niñas de 21 departamentos, irá al Space Center de la Nasa en Houston a una experiencia inmersiva en la que aprenderán de robótica, cohetes y del espacio. Se reunirán con astronautas y podrán conocer las fascinantes experiencias que se derivan de esta profesión.
En eso consiste el programa ‘Ella es astronauta’, de la Fundación She Is, que se dedica a empoderar a mujeres y niñas de todo el país con el objetivo de que conozcan sus derechos y trasciendan las limitaciones y encasillamientos que muchas veces les impone una sociedad profundamente machista y patriarcal.
Zharick se enteró de que había sido seleccionada en su lugar favorito de la Escuela Normal Superior Cristo Rey, donde estudia desde hace dos años: la biblioteca.
“La coordinadora fue a buscarme en clase y me dijo: ‘Zharick, venga que la necesito’ y yo como que ‘y ahora yo qué hice’, pero cuando entré a la biblioteca estaba una de las niñas que fue el año pasado, yo la reconocí porque tenía una chaqueta de la Nasa”.
Quedó en shock, dice, no le salían las palabras de la emoción. Además, cuenta que el hecho de que fuera ella, la otra participante, la que le diera la noticia, fue más especial aún, “de chica a chica”.
Bonito, a Zharick todo le parece bonito
Barrancabermeja, los botes sobre el Magdalena, el río y la brisa que se siente en el puente cuando va a verlo, las flores que en un momento del año están rojas y en otro amarillas, los árboles grandes, las iguanas que se ven en su colegio, su mamá, el cambio de las estaciones que ve en las películas norteamericanas, el color azul, la lectura, la luna y las estrellas.
Esas son algunas de las cosas a las que Zharick califica como ‘muy bonitas’ y que cuando las menciona se le abren los ojos y se le escapa involuntariamente una sonrisa que deja ver sus dos dientes delanteros separados, como todos los tuvimos alguna vez cuando teníamos su edad.
Esa belleza que Zharick, y en los niños en general, ve en todos lados, en cada cosa, se traduce, claro, en afecto, apego y sentido de propiedad.
De ahí, entonces, que quiera descontaminar las aguas de su ciudad, pues dice que en Barrancabermeja hay un problema grande de contaminación de las fuentes hídricas a causa, tanto de las petroleras como de la falta de conciencia de las personas y más específicamente, dice, de los adultos.
En su opinión, eso de que los adultos saben muchas cosas no parece tan cierto. Por lo menos no en lo que tiene que ver en el cuidado del medio ambiente: “No reciclan, no saben ahorrar agua, malgastan, dejan las llaves abiertas, las luces prendidas, botan basura en la calle y en el río” dice, ya un poco cansada de tener que explicarles, una y otra vez, que “usted sin agua no vive, no hay vida. Sin agua, se acabó todo”.
Ese es, precisamente, el papel que, dice ella, deben tener los niños en todo el asunto del cambio climático: enseñarles a los adultos, a ver si aprenden.
Detrás de esa belleza que Zharick ve en todos lados, hay también fascinación y curiosidad, eso mismo que siente un astronauta con la imagen de un agujero negro, un biólogo con una nueva especie, un físico con una nueva fórmula, un químico con una nueva reacción.
Fascinación que Zharick comenzó a desarrollar desde muy pequeña, cuando viajaba en moto abrazada por sus padres en la noche y veía que la luna la seguía, que la acompañaba siempre, y ella se preguntaba: ¿por qué? ¿por qué nunca cambia de lugar? ¿por qué brillan así las estrellas? ¿por qué no se caen?
Eso, y también impulsada por un interés sin fronteras que heredó de su papá, Elkin, que trabaja en la Armada y le fascinan las matemáticas, y de su mamá, Marcela, ama de casa, pero también maravillada por la infinidad de los números, la llevó a investigar, a preguntar, a leer.
Rápidamente desarrolló un intenso amor por la lectura, que además de bonita, dice que es mágica, por eso le gusta tanto ir a la biblioteca. “Tú entras y comienzas a leer y te pierdes en los mundos de los libros, se te va el tiempo rapidísimo, una hora parece un minuto. Me gusta mucho imaginarme cosas mientras leo, por eso siento que me acabo los libros tan rápido, porque me da mucha curiosidad lo que pasa y comienzo a pensar en posibles finales, personajes que pueden aparecer, situaciones que podrían pasar”.
Sus géneros favoritos son el terror y la fantasía, ese último porque dice que le encanta todo lo que puede pasar en esos entornos forjados por la imaginación.
“Yo soy una agente de cambio”
En el marco del programa de She Is, cada una de las ‘tripulantes’ debe diseñar un proyecto en el que enfrente alguna problemática de su ciudad usando las materias STEAM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Artes y Matemáticas, por sus siglas en ingles).
Otro de los grandes intereses de Zharick son las manualidades y las artes, por lo que decidió emplearlas para enviar un mensaje positivo a las niñas de su comunidad.
Por un lado quiere crear un «club de Chicas Steam»: «Un grupo de chicas a las que les guste la astronomía, la naturaleza, la ciencia, el arte” con el objetivo de crear discusiones alrededor de esos temas, nutrir esas discusiones y contribuir a su divulgación en Barrancabermeja, particularmente entre las niñas.
De la misma manera, Zharick dice que con ese grupo quiere también fabricar manillas con frases inspiradoras pues “en mi comunidad hay mucho que las chicas no creen en sí mismas, que no sirvo sino para concinar o para estar en la casa, poco piensan en ser científicas, ingenieras, docentes, doctoras, siempre en lo mismo”. Dice también que a veces hay grandes problemas de autoestima y que las niñas desearían tener otro cuerpo, otro color de pelo, otra contextura.
Por eso, y para combatir eso, las manillas que Zharick quiere fabricar tendrían mensajes como: ‘Tú sí puedes’, ‘tú si tienes las capacidades’, ‘lo que uno quiera, lo puede crear’.
“Tenemos que aprender a querernos” dice “tenemos que empoderarnos y decir, yo puedo hacer cualquier cosa, podemos ir más allá de las estrellas”.
Y para eso, dice, es necesario dejar categorizaciones y roles limitantes que han sido impuestas a cada género por la sociedad: “por ejemplo, eso de los colores, cómo así que el azul solo para los niños y el rosado para las niñas. Si yo me quiero poner azul, o morado o verde, pues me los pongo porque me parecen muy bonitos”.
Al final, cuenta, “lo que yo quiero es que las niñas piensen que sí pueden, que lo van a lograr”.
Por lo pronto, Zharick aguarda el viaje, en agosto, con mucha emoción. Al igual que su madre: “es muy bonito que ella desde esa edad pueda cumplir sus sueños y viajar a ese lugar tan importante, conocer esas cosas que tanto anhela en su corazón desde pequeña”.
En todo caso, agrega, también siente presión. En el colegio sus compañeros la apodaron ‘Niña Nasa’, y “a mí me gusta, pero me mete mucha presión. Qué día en una evaluación saqué una calificación baja, no como las que yo saco, y a mis compañeros les fue mejor y fue disque ‘¡Ay Zharick qué pasó, si tú nunca sacas eso!’”.
Ella, sin embargo, tranquila, les respondió que se había equivocado, como cualquiera, y que eso pasaba. “Pero tranquila, todo va por buen camino”.