Anyel Durán es líderesa LGBTIQ + desde hace diez años y ha luchado para que las personas trans de Barrancabermeja ocupen espacios formales de toma decisiones. Cuarta entrega del especial de liderazgos diversos de Colombia Visible.
“Para mí”, cuenta Anyel, “ser trans es el símbolo más claro y más contundente de la libertad”.
Cuando lo dice se le nota en la voz la fortaleza con la que ha luchado, desde hace diez años, por la reivindicación de los derechos de su comunidad, así como por el respeto de las identidades diversas en su territorio.
Nació y se crio en la comuna siete de Barrancabermeja, un territorio que fue cuna y refugio de actores armados como el ‘Cartel de la Gasolina’, una organización criminal de la que se financiaban primero a las guerrillas de las Farc y el ELN y después las Autodefensas Unidas de Colombia.
Al mismo tiempo, la comuna fue un lugar en donde se gestaron varios y profundos procesos sociales y populares, “maneras en que las comunidades hacían resistencia a la violencia”.
Anyel creció en ese contexto, criada por una madre que, cuenta, fue líder social desde muy joven. De ella aprendió a estar en procesos sociales, involucrada con su comunidad y en la lucha por transformar sus realidades desde muy pequeña.
Ya desde los 14 años comenzó a ejercer un liderazgo que ella llama ‘popular’. A esa edad participaba y protagonizaba espacios de formación política y social para juventudes en su comuna y otros barrios vulnerables de la ciudad.
Y fueron esos procesos, dice, los que le permitieron mantenerse alejada de la violencia: “la comunidad decía: ‘Tenemos que hacer incidencia para rescatar a los jóvenes y que tengan realidades diferentes’. Una de esas personas que se rescató y tuvo una forma de transformar su vida, fui yo”.
“Agradezco a la lucha popular que se gestó en el territorio porque fue ella la que me hizo la activista que soy hoy”. A
Del liderazgo popular al liderazgo LGBTIQ +
Cuando comenzó a trabajar con población LGBT, Anyel todavía no había hecho su transición y se reconocía como un hombre gay. De a poco se fue dando cuenta de que en su ciudad veían a la comunidad LGBTIQ + como personas que solo tenían una participación desde lo cultural y lo festivo, “pero nunca como actores políticos”.
Ella, sin embargo, sí se concebía como un actor político con gran incidencia. Y fue allí, entonces, que decidió comenzar a organizar a su comunidad y formarla para comenzara a participar de manera activa en la transformación del territorio y sus realidades, como ella lo había hecho desde la ‘lucha popular’.
“A eso me he dedicado desde hace diez años: a formar personas para que tengan capacidad de pensarse de manera crítica y que a partir de allí incidan en la toma de decisiones en el territorio”.
Lo ha hecho desde Magdalena Diversa, una organización dedicada al trabajo con sectores LGBTIQ + y en particular de personas trans en la región del Magdalena Medio, con el objetivo, precisamente, de generar procesos de acción comunitaria y de ocupación de la política.
Tanto así que para las elecciones de los Concejos de Juventud, el año pasado, la organización presentó un candidato y ganó: “Hoy tenemos al primer hombre trans en Santander participando en la esfera política”.
Un “transito popular”
Anyel cuenta que reconocerse como un hombre gay fue su forma de “poder encasillarme en la sociedad, pero si tú me preguntas cuándo sentí que era trans, sin yo saberlo, fue desde muy pequeña”.
Desde su niñez sabía que no se reconocía dentro las categorías de hombre o mujer, pero no sabía dónde más ubicarse, “no sabía que existían otras realidades, no lo había visto, entonces para mí fue más fácil aceptarme en ese momento como hombre gay”.
Sin embargo, cuando comenzó a ejercer su liderazgo LGBT, a acercarse a personas no binarias y a entender que había experiencias muy similares a la suya, comenzó a replantearse su construcción identitaria.
“Finalmente, tomé la decisión de transitar”
Lo hizo mientras estudiaba Trabajo Social, a la que denomina como una “carrera emancipatoria”.
Mientras la cursaba se dio cuenta de que si bien toda su vida se había formado políticamente, nunca lo había hecho para aceptar su identidad de género.
“Yo tanto que decía que la lucha popular nos emancipaba y yo no había emancipado mi cuerpo, no había aceptado mi identidad. La carrera me permitió verme desde otra perspectiva y entender que si yo hablo de emancipación, el primer territorio de libertad debe ser mi cuerpo”.
Dice que el suyo fue “un tránsito popular”. No se tomó un espacio ni se alejó de la sociedad, como dice que a veces lo hacen otras personas que realizan ese mismo proceso, sino que mientras vivía su transformación salía a la calle, marchaba, organizaba actividades, proyectos e incidencias.
“Mi tránsito fue popular porque la gente del común, la gente de a pie estuvo ahí conmigo, estuvo presente en el recorrido que hice”.
Y desde que lo hizo, comenzó a sentir la libertad de la que habla cuando dice que ser trans es ser libre. Y lo es en la medida en que luego de tantos años, por fin, pudo ser quien siempre supo que era: una mujer trans.
Eso, sin embargo, y particularmente en una región como el Magdalena Medio, donde la violencia se ha ensañado con tanta intensidad, supuso varios desafíos: “Aquí mi construcción de género levanta bastante tensión y eso ha llevado a que mi liderazgo se ponga en riesgo, al punto de que he sido amenazada varias veces por paramilitares y he sido vulnerada en muchas ocasiones”.
Pero aunque ser líder trans en Barrancabermeja es sin duda un desafío y un riesgo latente, también significa “una posibilidad de transformar estigmas, contextos de exclusión y de comenzar a pensarnos otras realidades”.
“Las personas trans deben asumir las riendas de sus procesos organizativos”
Esas realidades posibles, sin embargo, no podrán ser, dice Anyel, si las personas trans no comienzan a ocupar espacios de decisión.
De ahí, entonces, la importancia del trabajo que realiza desde Magdalena Diversa, que tiene tres banderas de lucha bien definidas: la participación política y social, la apuesta por la construcción de paz y el feminismo.
Las desarrollan en diversas líneas de trabajo: juventudes, que es la principal; víctimas del conflicto; mujeres; cuidado del medio ambiente y cultura.
En cada una de ellas realizan actividades, procesos de visiblización, participación e incidencia. Cuentan con escuelas de formación artística y cultural, así como con espacios de diálogo y acompañamiento legal, tanto para víctimas del conflicto, como para mujeres afectadas por violencias basadas en género.
Por otra parte, cuenta, “a los jóvenes, por ejemplo, los capacitamos en temas de la ley 1622 (que dice que se debe garantizar la participación de los jóvenes en la formulación de programas para su inclusión en la vida política y la toma de decisiones), formaciones en liderazgo y demás”.
Y es que, dice, la presencia de las personas trans en esos espacios de decisión es, además de importante, una necesidad por varias razones.
En primera medida, porque por mucho tiempo sus reclamos fueron representados y manifestados en voces ajenas: “sectores gais y de lesbianas hablaban por nosotros”. Eso derivó en un desconocimiento sistemático de sus experiencias y realidades particulares y, a su vez, en una invisibilización de las mismas, así como una naturalización de la poca o nula participación de las personas trans en espacios de toma de decisión.
“Entonces lo que pasó fue que hubo también un atraso en el acceso a nuestros derechos y en el análisis de nuestras problemáticas y realidades”.
Además, históricamente se ha invisiblizado la experiencia trans: “se considera que la historia del movimiento LGBT ha surgido únicamente desde las personas gais o lesbianas, y nunca se considera a las personas trans a pesar de que desde allí se gestaron muchos procesos muy importantes, mujeres que comenzaron a resistir desde la calle”.
Por eso, agrega Anyel, “nuestras experiencias de vida deben ser construidas, habladas y representadas por las propias personas trans”.
De ahí, entonces, que uno de sus sueños para el futuro sea el de “tomarnos el poder y que las maricas estemos en todos los espacios”. En ese sentido, además del consejero de juventud que ya tienen, van a lanzar para las próximas elecciones regionales una candidatura para el Concejo Distrital de Barrancabermeja.
También sueña con la creación e implementación de una Ley Estatal Trans que permita el acceso a empleo, salud y vivienda a nivel nacional, así como con la materialización de una política pública LGBTIQ + en Barrancabermeja, en la que lleva trabajando hace años.
“También que el movimiento feminista nos reconozca como mujeres y que podamos caber en sus agendas”.
Y es que no solo se trata de una reivindicación de los derechos y la identidad de esa población, sino de un asunto fundamental para el proceso de construcción de paz que atraviesa el país y que comienza una nueva etapa con la presentación del Informe Final de la Comisión de la Verdad.
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“Hablar de paz es entender que el ser humano es diverso y desde esa diversidad tenemos que dialogar”
En el marco del conflicto armado, cuenta Anyel y lo confirma el informe de la Comisión, las personas LGBTIQ + fueron un objetivo militar específico y sufrieron afectaciones particulares por el hecho de pertenecer a esa comunidad.
“Siempre decían que esta persona gay o LGBT fue asesinada porque era amante o pareja, pero nadie reconocía un componente sobre el tema de la identidad de género, se borraba esa realidad”.
Por eso es tan importante, particularmente ahora con la publicación del informe, que la sociedad en general entienda que “nosotres fuimos, y somos todavía, víctimas del conflicto por nuestra construcción identitaria y nuestra orientación sexual”.
Ese es el primer paso para construir una paz amplia, diversa e integral en la que estén incluidas las personas de esa comunidad y toda la diversidad de gentes que habitan y componen el territorio colombiano.
Para ella no es posible hablar de paz sin entender que el ser humano es diverso y que sobre esa diversidad se deben articular diálogos y generar consensos que lleven a construir ambientes libres de discriminación y violencia.
Y no es posible hacerlo porque es esa diversidad, precisamente, el elemento que los violentos han perseguido por el cual han sido vulnerados, no solo las personas LGBTIQ + sino los grupos afro, indígenas, migrantes, con discapacidad y demás.
“Es ahí donde podemos aportar nosotres, porque empezamos a hablar de nuestra realidad, a dialogar, a decirle a la sociedad: pueda que tú no me aceptes o no me entiendas, pero tenemos que comenzar a dialogar, a juntarnos y comenzar a ser afines para poder transformar los territorios”.
Y es esa necesidad de transformación la que le ha dado fuerza para continuar durante todos estos años, incluso después de amenazas, discriminaciones y violencia. Confieza que ser activista no es ‘chévere’, “no es que yo me levante todos los días y diga ‘¡qué chévere ser activista trans!’, no”.
La mueve la necesidad de su comunidad y una fuerza vital, que dice heredó de su mamá y que la hace a pensar que su existencia en este mundo la tiene que llevar a transformar las realidades de su gente.
Lleva toda la vida haciéndolo y lo hará hasta que sea necesario.