Aunque comenzó de manera itinerante en 2015, ahora la Biblioteca Comunitaria de La Cruz, Medellín, tiene su propia sede. Sus creadoras, además, realizan anualmente la Fiesta del Libro La Montaña Mágica.
Cuando Wendy Vera era niña le gustaba leer. Sin embargo, no tenía una forma sencilla de hacerlo. En toda la comuna Manrique, la más grande de la zona nororiental de Medellín, solo existía una biblioteca. Cuando creció, la situación no había cambiado: Wendy aún quería leer, pero el acceso todavía era reducido. La diferencia era que ya podía hacer algo al respecto, no solo para ella, sino para su comunidad.
Era 2016. Wendy comenzó a estudiar Psicología en la Universidad Eafit, gracias a una beca. Apalancándose en su formación, se ofreció como voluntaria en el colegio Santa María de La Cruz, en el barrio La Cruz de Manrique que, por su ubicación en la parte alta de la comuna, es de difícil acceso.
Al realizar el voluntariado, cuenta Wendy, empezó a conocer el barrio, “sus problemáticas, pero también que es un barrio de resistencia que fue fundado por campesinos en los años sesenta”. Y se dio cuenta de una realidad: no había espacios culturales para los habitantes de este y otros barrios como La Honda y Carpinelo. Entonces surgió una idea: ¿qué tal si ella ayudaba a crear ese lugar con una biblioteca?
De la idea a la realidad no hubo un trecho muy largo. En alianza con Yesica Mazo, amiga de su infancia, Wendy inició Sueños de Papel, una biblioteca que al principio no tenía ni un espacio ni libros. Mientras conseguían los recursos, realizaban actividades itinerantes que se empezaron a convertir en espacios de encuentro para los niños, niñas y adolescentes de La Cruz.
Los libros, un juguete
Cinco años después La Cruz tiene su propia biblioteca y no es itinerante. Desde hace dos años, Sueños de Papel tiene su sede en una casa por la que mensualmente, Wendy y sus tres compañeras en la biblioteca, pagan $300.000 de arriendo. Pero tener una biblioteca con una colección de libros no es suficiente para Wendy, su objetivo es convertirla en un espacio de encuentro del barrio.
“Uno puede tener una biblioteca, pero puede que nadie vaya porque no tienen el hábito y porque sus padres no lo inculcan, porque tampoco lo tienen, y en el colegio lo que los ponen a leer es Don Quijote a los 10 años”, dice. Por eso, Sueños de Papel se ha construido desde la conversación, con “los niños, con los jóvenes, con la comunidad”.
Para explicar eso, Wendy pone un ejemplo: el rap es un género popular en La Cruz. Sobre esto, asegura que “también es una forma de literatura, porque la literatura no es solo los libros. En el rap hay una lírica, una creación. Entonces hablamos de esas letras, de por qué les gusta”.
Además, con la excusa de esta música, los lleva a conocer autores como Helí Ramírez, nacido en la comuna Castilla y que dedicó su vida a contar las historias de los barrios de Medellín.
Esa estrategia ha mostrado resultados. Wendy cuenta que antes debían convocar a los niños y niñas mediante perifoneo para que asistieran a la biblioteca. Ahora, cuando ven llegar a una de las cuatro mujeres que están al frente de este proyecto se acercan para poder asistir y apropiarse de este espacio.
Todo su trabajo lo resume en una frase del autor de literatura infantil italiano Gianni Rodari: “Para enamorar a los niños de la lectura hay que ver a los libros como un juguete”.
Qué sigue en el Sueño de Wendy
La pandemia afectó el proceso de Sueños de Papel. En septiembre de 2018, Wendy convocó a la primera Fiesta del Libro Comunitaria La Montaña Mágica, que se realizó en los barrios La Cruz, La Honda, Bello Oriente y Carpinelo, todos de Manrique. Un año después, volvió a realizarse el evento, pero en 2020, por culpa del covid-19 no se pudo realizar.
Sin embargo, pensando en el futuro de la biblioteca en 2022, Wendy dice que la idea es retomar la fiesta del libro. “Queremos tomarnos las calles de los barrios de ladera, donde no llegan muchas cosas”, dice y añade que una de las propuestas es realizar reconocimientos a los autores que viven en La Cruz y otros barrios cercanos, que se convierta en un escenario donde den a conocer su trabajo.
Otro de los retos que Wendy ve en el futuro de la biblioteca es que sea autosostenible y que tanto ella, como sus tres compañeras, tengan la oportunidad de generar ingresos con su trabajo. “Muchos colectivos se acaban por falta de recursos, entonces la autosostenibilidad nos da más garantías en el día a día”, explica. Y añade que ese reto llevará a otra meta: que la biblioteca tenga su propia sede.