Darío Barrero formó parte del 27 frente de las Farc durante buena parte de su vida. Hoy lidera procesos de pedagogía política y electoral para los campesinos del Llano. A muchos, además, los ayudó a restituir su derecho al voto.
Darío cuenta que en la vida guerrillera, la democracia estaba más presente de lo que se cree y aunque había decisiones militares que se tomaban unilateralmente y hubo una infinidad de casos de estigmatización y persecución por pensar de una u otra manera, en la base insurgente habían también espacios de deliberación, votación y decisión colectiva.
Desde repartir las provisiones de manera equitativa hasta llevar a juicio a comandantes que habían cometido abusos, Darío cuenta que la decisión que tomaran las mayorías era acatada sin falta.
“Si un comandante tomaba una decisión arbitraria, lo poníamos en un estrado y decíamos que no estábamos de acuerdo con su accionar y él, por votación, recibía su sanción y la tenía que acatar. Yo mismo hice sancionar a varios comandantes por no cumplir órdenes o por violar nuestras leyes”.
Además, cuenta que constantemente recibían talleres y cursos alrededor de temas de organización y acción colectiva, que luego replicaban en comunidades campesinas en zonas de su influencia, motivando así a los locales a conformar Juntas de Acción Comunal u otras organizaciones comunitarias con el fin de despertar en ellos un interés por la política y la toma de decisiones.
“Apoyábamos e impulsábamos mucho la creación de asociaciones campesinas y Juntas de Acción Comunal. Íbamos a las comunidades y recalcábamos la importancia de participar, de fortalecer las decisiones democráticas”.
Todo eso llevó a que, ya como firmante del acuerdo y ciudadano en proceso de reincorporación, Darío asumiera el liderazgo para instalar una serie de mesas de votación en la vereda La Cooperativa, vecina del Centro Poblado Georgina Ortiz donde hoy vive, para garantizar el derecho al voto de la ruralidad de Vistahermosa.
Un convencido de la paz
Darío estuvo por primera vez en Vistahermosa, en el centro-occidente del departamento del Meta, cuando apenas era un niño. Debía tener tres o cuatro años y llegó de la mano de sus abuelos, que del Quindío, donde nació él, se habían mudado al llano en busca de oportunidades.
Recuerda que entonces comenzaba a sonar la coca como una alternativa agrícola ante la inexistente rentabilidad de otros productos, cuya comercialización era complicada y en ocasiones imposible a causa de la falta de las vías y de conectividad en general entre la ruralidad y la cabecera municipal.
Tanto que cuando volvió al municipio, unos 15 años más tarde y luego de conocer su padre en Armenia y adelantar sus estudios, se encontró con lo que él llama “el apogeo de la coca peruana”, del que su familia y él inevitablemente formaron parte.
“Todo el mundo sembraba coca porque no había vías, no había oportunidades. Los caminos eran trochas de mula y de a pie, era muy complicado para la gente cultivar algo lícito: uno o dos kilos de coca dejaban más ganancia que cualquier cantidad de maíz o plátano”.
Allá, de la mano de sus tíos, militantes desde hacía tiempo, entró al Partido Comunista, donde comenzó su formación política, que según cuenta fue muy cercana al movimiento guerrillero, popular entre la ruralidad de Vistahermosa: “La orientación en el Partido era muy cercana a la guerrilla, incluso teníamos contacto directo”.
Y fue así que Darío, de a poco, comenzó a trabajar con ellos de manera clandestina, al tiempo que trabajaba en el hospital del municipio.
Así duró cinco años hasta que llegó un momento, cuenta él, en el que la violencia hacia el campesinado, acusado indistintamente de ser colaborador o miembro de las Farc, se recrudeció al punto de que “la gente no podía salir a la cabecera, porque en el camino la mataban los paramilitares”.
En 1998 entró al frente 27, que operaba en Vistahermosa, San Juan y Puerto Rico, y aunque tuvo un breve paso por el frente 43, en el 27 pasó la mayor parte de su tiempo guerrillero, hasta que en el 2015 lo capturaron junto a Lucía, su pareja.
Un año más tarde, con la firma del Acuerdo de Paz, Darío salió de la cárcel y se concentró en la entonces Zona Veredal de Transición y Normalización de Vistahermosa, hoy rebautizada como Centro Poblado Georgina Ortiz, donde ha hecho su tránsito a la vida civil, que dice él, «es lo mejor que pudimos haber hecho».
Allá, entre otras cosas, formó parte del proyecto Del Monte a la Democracia, una iniciativa transmedia que relata 15 historias de personas firmantes de paz, miembros de las comunidades aledañas al Centro Poblado Georgina Ortiz y personas que han sido cercanas al proceso de reincorporación de los firmantes y a la comunidad del Gerorgina en general.
«El propósito del proyecto fue mostrar cómo los firmantes de paz están usando algunos de los conocimientos que adquirieron en la guerrilla, para el fortalecimiento de la democracia hoy» comenta el equipo de comunicaciones del Centro Poblado.
Pedagogía para la democracia y la paz
“Acá el tema de ir a hasta la cabecera son 53 kilómetros por vías abandonadas, es mucha la gente que se queda sin salir a votar porque no hay cómo llegar a las mesas” cuenta Darío.
Por ello decidió comenzar un proceso con la Alcaldía y el Concejo municipales para llevar puestos de votación al corregimiento La Cooperativa, que pertenece a Vistahermosa y es el ‘núcleo’ de las otras 13 veredas del municipio, contando el Georgina Ortiz.
Charló con representantes de cada una de ellas acerca de la importancia de tener las mesas en la ruralidad, así como de que el voto no era un favor que le da el Estado a la ciudadanía, sino un derecho constitucional y uno de los símbolos principales de la existencia, o no, de una democracia.
“Es algo que nos pertenece por derecho y que tenemos que exigir”.
Además de ello, ya desde el 2019 Darío había comenzado a formar en el Georgina Ortiz un comité de pedagogía política y electoral conformado por líderes y representantes de las diferentes veredas, con el objetivo de recorrer cada una de ellas para capacitar a las personas acerca del proceso de votación, así como de las propuestas de los candidatos que se presentaron en las elecciones regionales de ese año y las presidenciales de este.
“Hicimos un sondeo interno para identificar a los candidatos más opcionados y de ellos sacamos sus propuestas y se las presentamos a las personas. Hablábamos y discutíamos las propuestas, enviábamos mensajes de no vender el voto y que es muy importante votar informados si queremos ver cambios reales. De eso se trató el ejercicio y a la gente le gustó”.
Finalmente, y luego también de ayudar a las personas con el proceso de inscripción de la cédula y demás trámites burocráticos que hay que hacer para votar, alrededor de 5.000 personas de las 10 veredas de Vistahermosa votaron en las mesas de La Cooperativa. El día de las elecciones él y Lucía, hoy su esposa, asistieron a las personas en su proceso de votación, dentro de los límites de la ley, claro, y su hijo, Brayan, fue testigo electoral.
Darío asegura que todo el proceso pedagógico ha despertado en la comunidad un profundo interés por los asuntos electorales, así como por lo que sucede a nivel local, regional, nacional e incluso mundial.
Todo eso, también, con el objetivo de impulsar la participación formal en política de las personas de la vereda, “sacar nuestros propios candidatos, porque siempre los que se postulan son de la cabecera. Para las próximas elecciones locales queremos presentar un candidato al concejo”.
Con ello, Darío confiesa que ha recuperado la esperanza en un sistema que alguna vez juró destruir, al tiempo que ha ayudado a legitimarlo en un territorio para el que hasta ahora fue inexistente, cosa de profunda importancia en un contexto de construcción de paz.
Ahora y pensando hacia el futuro, Darío, que es presidente de la Junta de Acción Comunal del Centro Poblado, una de las primeras en el país en ser constituida por excombatientes, quiere continuar con los recorridos por las veredas de Vistahermosa, donde en el momento está realizando pedagogía acerca del Acuerdo de La Habana y el estado de su cumplimiento, particularmente de los puntos uno y cuatro, que tratan la reforma rural integral y el tema de drogas, respectivamente, y que son temas de gran relevancia e interés para el campesinado llanero del municipio.
Siempre, dice él, con el objetivo de “seguir estrechando lazos con las comunidades y así aportar a la reconciliación, la no repetición y la reparación de las víctimas”.
El proyecto ‘Del monte a la democracia’ se encuentra actualmente buscando financiación para realizar una segunda impresión del libro. Si quiere contribuir, puede contactar con el equipo responsable del proyecto a los números: 312 5903403 y 319 3488357