Rescatando tradiciones y reescribiendo mitos, el proyecto Enraizadas busca construir una vivencia más sana, consciente y pacífica de la menstruación.
En la tradición del Pacífico la menstruación fue siempre un tema que, lejos de permanecer en el silencio, se hablaba entre mujeres. Por ejemplo, se daba una charla entre las niñas con sus abuelas, tías, hermanas y madres, en función de conocer el proceso, llevarlo de manera sana y aliviar y cuidar el cuerpo.
Sin embargo, hoy, para Wanda Masai Ashanti, fundadora del colectivo Contingencia Feminista, el tema de la menstruación se ha relegado a la penumbra del silencio, de donde una cultura atravesada por la violencia machista no quiere que salga.
Y es que, explica Wanda, en el puerto de Buenaventura, de donde es oriunda y donde opera el colectivo, hay una serie de violencias físicas, que son perceptibles y fáciles de describir, pero también existen otro tipo de violencias, que se dan en el marco de lo comunitario y de lo familiar y que crean significados frente a lo que es ser niña y ser mujer.
Así, “a quienes menstrúan se les ha enseñado a odiar la menstruación, a sentir asco, a no hablar de ella y a ocultarla. Se ha impuesto la idea de que menstruar es un ciclo homogéneo de 28 días que, si te dura un día más o un día menos, estás enferma. Es un proceso que está muy mediado por una violencia con la que hay que acabar».
Y para ello, Contingencia creó el proyecto Enraizadas, que además de querer enseñar sobre un tema de la cotidianidad, pretende rescatar y retomar una serie de alternativas, más tradicionales, para vivir la menstruación de manera más conciente, libre y sana.
Juntas y enraizadas
Cuenta Wanda que esas alternativas siempre han estado en su contexto: las usaron sus mayoras, pero se fueron perdiendo con la modernidad y con la entrada de productos comerciales que, aunque económicos, muchas veces son la causa de quemaduras y sarpullidos, así como de una excesiva producción de desechos.
Entonces, Contingencia ideó una estrategia para retomar esa manera tradicional de entender la menstruación en donde esta es, por un lado, un proceso de sanidad del cuerpo y, por otro, un momento de unión y empatía entre mujeres, así como de enraizamiento y conocimiento propio.
De esa manera, reescribieron algunos mitos y leyendas tradicionales de la región y del país con el objetivo de “abordar otras feminidades que existen dentro del territorio y que se emanan en cuerpos de mujeres negras e indígenas y de rescatar esas figuras desligándolas de una narrativa que se cuenta a través de ojos ajenos”.
Además, Enraizadas busca desbancar la idea de que cuando se menstrúa por primera vez, una niña ‘se hace mujer’: “Eso rompe con una dinámica de infancia y de niñez en donde se piensa que las niñas, una vez menstrúan, están listas para gestar, pero no, si tienes ocho años y menstrúas, sigues siendo una niña», explica Wanda.
La Patasola y la menstruación
Una de las leyendas que reescribieron fue la de La Patasola, que tradicionalmente cuenta la historia de una mujer que deambula por la selva cazando hombres y solo tiene una pierna. Dicen que es una historia inventada por hombres celosos para asustar a sus esposas, pero Enraizadas le dio una vuelta al relato y lo convirtió en el de una niña que acude a su madre en su primer sangrado:
“La patasola alguna vez fue una niña de 9 años que tuvo mucho miedo. Una tarde, mientras estaba en casa con sus hermanas le contaron que, pasadas algunas lunas, sufriría un terrible mal del cual no debía contarle a nadie.
¿Será que ya no podre oler las flores o saborear la comida? O peor aún ¿dejare de ver y no volveré a apreciar las puestas de sol?
Una mañana, mientras aun dormía, la patasola sintió un dolor en barriga […] al ver detenidamente se dio cuenta que de su vagina salía sangre […] la asustada patasola empezó a llorar desconsolada.
“¿Qué ocurre cariño?”, le preguntó su mamá. “¡Me muero! ¡Me muero! Sale sangre de mi vagina”. “No te estas muriendo, deja de llorar y te cuento una historia muy antigua y que le ocurre a mujeres y niñas cada tanto a lo largo de sus vidas. Por lo pronto, debes saber que ese sangrado es tu primera menstruación”
Gracias a lo que hablé con mi mama entendí que el sangrado es un proceso natural, que no tiene el poder de evitar que sea una niña”.
A partir de la reescritura de este y otros relatos, Contigencia ha construido cartillas dirigidas a niñas y personas menstruantes, que trabajan también en los talleres que realizan.
Talleres de manufactura de toallas higiénicas.
Alrededor de 30 o 40 mujeres y niñas de las comunas 5, 11 y 12 de Buenaventura, asisten a cada uno de los espacios que lleva a cabo el colectivo.
Las jornadas comienzan con conversatorios de sensibilización acerca de lo que es el género, sus roles e identidades, los tipos de violencia que hay hacia sus diversas expresiones y los derechos sexuales y reproductivos, así como las relaciones de poder que están presentes al hablar de esos temas. Todo a través de actividades lúdicas como los juegos de roles.
Luego se habla acerca de la menstruación, que inicia con una explicación de su proceso biológico: en qué consiste y por qué sucede, entre otras cosas. Asimismo, se realiza una aclaración anatómica del sistema reproductivo de las mujeres y se resuelven dudas al respecto.
A partir de allí comienza un taller de manufactura de toallas higiénicas reutilizables.
“Se hacen a mano, con aguja e hilo, y están compuestas de tres tipos de tela. Una primera capa de algodón, que evita alergias, irritaciones y permite la oxigenación de la vagina. La capa del medio es de tela absorbente, tipo toalla de secarse, que es la que retiene la sangre menstrual, y por último una tela impermeable que evita que la sangre pase a la ropa interior. A eso se le ponen unos broches ajustables. Luego de usarla, se deja cuatro o cinco horas en agua, la lavas y listo», explica Wanda.
Sanar el cuerpo y conectar con la tradición.
Además de la reescritura de las historias y de los talleres, Enraizadas busca retomar el uso de los tradicionales bebedizos para aliviar cólicos, espasmos, el estrés y otras molestias que se pueden generar durante los ciclos menstruales.
Usualmente, cuenta Wanda, se toman bebidas calientes a base de viche, para darle calor el útero y que el sangrado menstrual se dé de manera sana, pero también se toman infusiones de caléndula o manzanilla. También se usan vapores a base de plantas como el anamú, la menta, el romero y la hierbabuena.
“Se ponen en una olla con agua hirviendo y la persona se pone en cunclillas sobre ella para recibir el vapor, y se recomienda poner una sábana o una toalla sobre las piernas para preservar el calor por más tiempo», dice la fundadora de Contingencia.
Y aunque en términos prácticos el uso de plantas medicinales y bebidas tradicionales es para aliviar las molestias de la menstruación, más allá de eso, lo que hacen es conectar con una tradición en la que el proceso se vive con tranquilidad, donde no hay que esconderse, sino que es una oportunidad para que las mujeres se encuentren consigo mismas y se junten en comadrazgo con otras.
De acuerdo con Wanda, es importante “entender que la sangre que sale de tu vagina es la sangre menos violenta que hay y que está tan llena de vida que, diluida en agua, le sirve a las plantas para crecer. Es sangre viva y por eso no deberíamos ocultarla, sino hablar más de ella».