A través del involucramiento de los padres de familia en la educación de primera infancia, Re+Creo revive viejas aspiraciones educativas entre las mujeres de Las Colonias, en Pereira.
A principios del milenio llegaron a varios sectores de Pereira víctimas del desplazamiento forzado en muchos rincones del país: el sur de Córdoba, el Urabá Antioqueño, el Chocó, Caldas e incluso desde la Amazonía.
Con ese flujo migratorio se consolidó, en el 2001, el sector de Las Colonias, al occidente de la ciudad, al que Marleny López llama ‘una pequeña Colombia’ por la diversidad de orígenes de las personas que lo habitan.
Ella, oriunda del sur de Córdoba, llegó desplazada desde el Urabá, específicamente desde el corregimiento de Nuevo Antioquia, municipio de Turbo.
A ese mismo lugar arribó también su tocaya, Marleny Urrego, quien huía de la violencia y los abusos que sufría en su hogar, en Carepa y luego en San Pedro de Urabá.
Habiendo abandonado sus territorios y sus sueños de infancia, llegaron a Las Colonias sin esperanza y sin mucho en qué creer.
“Yo ya no creía ni en Dios, pensaba que era que se había ensañado conmigo por todo lo que había sufrido, para luego llegar aquí a sufrir”, cuenta Marleny.
Urrego, por su parte, afirma que estaba “llena de dolores y cargas emocionales muy difíciles”.
Hoy, sin embargo, cuentan que gracias al Centro de Primera Infancia Re+Creo y los procesos comunitarios que de él se han derivado, han vivido un profundo proceso de sanación y transformación que las llevó a reencontrarse con sus pasiones y consigo mismas.
Eso al punto de que Marleny López trabaja como directora pedagógica de Re+Creo, habiéndose graduado de una licenciatura en pedagogía infantil, mientras que Urrego dirige el área de recursos humanos en la misma institución, luego de graduarse como profesional en psicología.
Re+creo
El Centro de Primera Infancia lo fundaron Ana María Duque y su esposo César Valencia, quienes meses atrás habían llegado por primera vez al sector de la mano de la Fundación Cultural Germinando, en el marco de un proyecto de atención a la primera infancia.
Allí se conocieron, se enamoraron y se casaron, y luego de los diez meses que duró el proyecto de esa fundación, decidieron quedarse para seguir fortaleciendo los procesos que habían comenzado.
Ana María es licenciada educación preescolar y promoción de la familia de la Universidad Santo Tomás de Aquino y magíster en educación de la Universidad Tecnológica de Pereira. Trabaja como profesora de preescolar y ha sido asesora del Ministerio de Educación en temas de primera infancia, así como formadora de profesores para esas edades.
Así, cuenta, “convencidos de que cuando se trabaja con primera infancia, estamos haciendo todo para transformar a una comunidad completa, comenzamos un proceso con 25 niños en la casa de una de las mamás de la comunidad”.
Comenzó de esa manera un proceso pedagógico integral, muy particular, en el que los niños, sus intereses y sus necesidades son protagonistas, al punto de que tienen voz y voto en el momento de la formulación de los currículos.
“Nuestras maestras no planean todo un año, sino que con los niños van planeando una semana o dos, de acuerdo a lo que ellos quieren y necesitan, y todas sus voces siempre son escuchadas”, cuenta Ana María.
Pero es también un proceso pedagógico integral en la medida en que invita a los padres y a las madres de los niños a involucrarse, con el objetivo de que lo que se enseña en el colegio no se trunque en el hogar.
El rol de los padres en la educación
A partir de ese llamado que desde el centro comenzaron a hacer a las familias, estas, y en particular las madres, se involucraron y “con el tiempo, también fueron buscando espacios para construir otros caminos y proyectos de vida”.
De esa manera, muchas de ellas retomaron los estudios que de niñas tuvieron que abandonar a causa de las diversas violencias que vivieron.
“Comencé a recuperarme a mí misma, a recuperar mis capacidades, lo que yo sabía hacer, mi sueño de niña”, comenta Marleny López.
Para ninguna de las dos fue fácil, pues también tuvieron que lidiar con comentarios machistas de parte de sus parejas, quienes les decían que ‘eran muy viejas’, que tenían hijos o «que los pobres no pueden acceder a la educación».
Aun así, se vincularon de manera formal al centro y comenzaron a trabajar como auxiliares. Allí realizaron una serie de procesos de formación académica de la mano de Ana María, así como una formación “del ser” en la que abordaban su bienestar emocional y mental.
Más adelante y con la ayuda de Ana María, César y la Fundación Crisol, que crearon ellos, retomaron su educación básica y luego consiguieron una serie de padrinos para auspiciar sus estudios a nivel superior. Así, Marleny López se licenció en pedagogía infantil y Marleny Urrego se graduó de profesional en psicología.
“A los 29 empecé de nuevo la educación secundaria, luego en el 2012 empecé la universidad y en el 2018 me gradué como licenciada de pedagogía infantil. Soy muy feliz porque fui la primera mujer en Las Colonias que dije sí a este cambio”, cuenta Marleny López.
Por su parte, Marleny Urrego sostiene que el ejemplo de su homónima la inspiró para creer que sí era posible. “Comencé la primaria, luego secundaria y yo nunca había soñado con estudiar una carrera profesional, no estaba en mí hacer eso”.
Sin embargo, explica que en el bachillerato se dio cuenta de que tenía que hacer caso a su vocación “de servir y ayudar por medio de la escucha. Así como me escucharon a mí y me sanaron, yo también puedo hacerlo, y encontré la psicología y comencé a estudiar”.
El impacto del proyecto
En la actualidad, Re+Creo triplicó el número de niños con los que trabaja y aumentó el personal de maestras de 1 a 10 desde que comenzó. Todas ellas son madres de la comunidad que se han profesionalizado o están en el proceso.
Pero además, y en palabras de Marleny López, Re+Creo no solo ha sido un espacio que ha generado un enorme proceso de recuperación de agencia de las mujeres en la comunidad, sino que “se está volviendo una cadena”.
Con ello se refiere a que, por un lado, de ese proceso se han generado otros, como la escuela de educación ambiental que dirige Marleny López y en el que trabaja con varias otras mujeres. Y, por otro lado, por el efecto que ha tenido en sus hijas y en las jóvenes del sector.
“Mi hija tiene 14 años y nació y vive en una comunidad vulnerable, pero ella no se siente vulnerable. Siempre me dice que sueña con ser doctora de animales o de humanos, cualquier cosa que tenga que ver con sanar al otro. Mis hijas tienen un futuro proyectado distinto, porque ahora yo soy distinta, porque aprendimos a vivir distinto, a vivir bonito y eso ha hecho que las niñas y las personas, los adolescentes y los jóvenes vivan y sueñen distinto en la comunidad”.
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