Veintiséis familias campesinas conforman Ecorrieles, una iniciativa que transforma su territorio en experiencias que mezclan naturaleza, cultura y gastronomía.
En la ribera del río Cauca, entre Chinchiná, Palestina y Marsella, en Caldas, nació en 2019 la Asociación Turística Comunitaria Ecorrieles, conformada por familias campesinas que decidieron abrirle espacio al turismo como complemento a la agricultura.
“Somos agricultores, pero vimos en el turismo una oportunidad para complementar nuestros ingresos y conservar el entorno”, explica Luis Álvaro Gutiérrez, representante legal.
El recibir visitas de familiares y amigos, sus paisajes y riqueza cultural del territorio, les presento la oportunidad de complementar la agricultura con actividades turísticas, como recorridos por los antiguos rieles del tren, experiencias gastronómicas con productos de sus fincas y rutas guiadas por el relicto boscoso, integrando historia, naturaleza y saber campesino.
Un rincón cálido por descubrir

El camino no fue improvisado. La asociación recibió asesoría de entidades como CHEC, empresa eléctrica de la región, que los orientó para formalizarse y registrarse en la Cámara de Comercio, y capacitaciones del SENA y otras instituciones que les ayudaron a estructurar experiencias turísticas con enfoque ambiental y comunitario.
Su identidad está marcada por el antiguo Ferrocarril de Caldas, una obra monumental inaugurada en 1911 que conectó el departamento con el Valle del Cauca y el puerto de Buenaventura. Durante décadas, las estaciones de Chinchiná y Arauca (Palestina) fueron nodos vitales para el transporte de café y mercancías. Con la desaparición del tren en 1959, los rieles quedaron como cicatrices de hierro en el paisaje.
La propuesta de la asociación integra gastronomía, naturaleza y saber campesino en experiencias que requieren entre cuatro y cinco días para disfrutarse por completo. Los recorridos pueden iniciar en Arauca, La Esmeralda o La Miranda, y se adaptan a grupos pequeños para garantizar un trato cercano.
Ecorrieles se puede visitar desde Chinchiná, recorriendo 30 kilómetros hacia Marsella y tomando un desvío antes del puente del río Campo Alegre, o desde Santagüeda, en un trayecto de 20 minutos hasta la estación de tren Almendro para iniciar el recorrido.
Su impacto en el ambiente

Desde su creación, el proyecto ha puesto la sostenibilidad ambiental como eje central. Con el apoyo de VivoCuenca, han sembrado más de 1.500 plántulas nativas y protegen el último relicto boscoso de Caldas, un bosque tropical semiseco de unas 30 hectáreas a orillas del río Cauca.
Según Parques Nacionales, este ecosistema alberga más de 216 especies de aves, 81 de mamíferos y 85 de anuros (anfibios), de las cuales 17 son endémicas y 27 están en riesgo de extinción. Entre las aves más llamativas está el atrapamoscas real, junto al saltarín y el barranquero andino.
En este relicto también se preserva un valioso conocimiento tradicional. De acuerdo con la Guía Etnobotánica de Caldas, elaborada por la Secretaría de Medio Ambiente y comunidades indígenas, se han identificado 62 plantas medicinales de uso popular, como el sauco (Sambucus nigra), empleado para gripes y afecciones respiratorias; la ortiga (Urtica dioica), usada para dolores articulares; y la ruda (Ruta graveolens), conocida por su uso en infusiones para cólicos y como repelente natural.
La observación de fauna y flora se realiza bajo protocolos que limitan el impacto ambiental, de manera que cada visitante no solo recorra un paisaje, sino que entienda el valor ecológico y cultural que conserva la comunidad.
Un viaje que une pasado y presente

Con toda esta rica diversidad, los planes turísticos de Ecorrieles se convierten en rutas poco convencionales. Son experiencias que conectan la historia ferroviaria de la región, la biodiversidad y el saber campesino. Los recorridos son guiados por habitantes que no solo conocen los caminos, sino que han crecido en ellos.
Uno de los símbolos de este turismo comunitario son las “marranitas”, pequeños vehículos adaptados que circulan por los viejos rieles del tren. Hechas con madera, bancas y motores de motocicleta, permiten avanzar por la vía férrea con la brisa del río y la montaña en el rostro. “Es nuestra manera de darle nueva vida a un sistema que fue vital para la región”, comenta Gutiérrez.
Cinco planes para descubrir Caldas con Ecorrieles
Riel y campo: historia sobre rieles

Este recorrido empieza en la antigua estación del tren en el corregimiento de Arauca. Los visitantes viajan en “marranitas”, haciendo paradas para conocer el proceso del cacao, la panela y otros productos de las fincas.
Cuentan los pobladores que estos vehículos eran conocidos previamente como “brujitas”, pero al no tener buena recordación comenzaron a llamarlas “marranitas”.
A bordo de estas, se visita una ruta salpicada de relatos ferroviarios, estaciones abandonadas y encuentros con campesinos que ofrecen degustaciones de sus cosechas. “Cada parada es una excusa para contar nuestra historia y mostrar lo que producimos en las fincas”, comenta Luis.
Charco El Salado: oasis escondido
Para quienes buscan caminatas en medio de la naturaleza, esta ruta de tres horas conduce a un charco de aguas cristalinas rodeado de vegetación nativa.
El sendero atraviesa uno de los antiguos túneles del tren, donde la humedad y el eco crean un ambiente único.
En el camino se pueden apreciar especies de flora y fauna que hoy se protegen gracias a la iniciativa comunitaria.
Los visitantes pueden refrescarse en las aguas frías del charco antes de regresar al punto de partida.

Sendero de Ecorrieles: encuentro con el relicto

Ubicado en el bosque San Francisco, en la vereda La Esmeralda, este sendero permite adentrarse en el último relicto boscoso del departamento.
Es un punto de interés para observadores de aves por la presencia de más de 216 especies registradas.
“Limitamos los grupos a 20 personas para reducir el impacto y permitir una experiencia más personalizada”, cuenta Correa.
Durante el recorrido, se identifican especies endémicas y se explica la importancia de conservar este ecosistema, que alberga árboles centenarios y plantas medicinales usadas por generaciones.
Ruta de la Energía: ingeniería e historia
Este plan comienza en Chinchiná y recorre plantas hidroeléctricas y embalses de la zona.
Los visitantes conocen, por ejemplo, el funcionamiento del sistema que genera energía para 46 municipios de Caldas y Risaralda.
La ruta combina explicaciones técnicas con paisajes de montaña y permite entender el papel de la región en la infraestructura energética del país.
Entre cada parada, se narran historias de los trabajadores que construyeron estas obras.

Taller de Cocina en Guadua: sabores con raíz

En la finca Piamonte los visitantes recolectan ingredientes locales como plátano, aguacate o raíces de bore y cocinan usando guadua en un horno natural.
La experiencia rescata técnicas tradicionales y promueve el consumo de productos orgánicos cultivados en la zona.
“Queremos que la gente se lleve un sabor auténtico y conozca la historia detrás de cada ingrediente”, explica Camila.
El plan termina con un almuerzo al aire libre frente al embalse San Francisco.
Bonus: la travesía de La Lola

Entre las experiencias más llamativas está La travesía de La Lola, una embarcación artesanal que recorre un tramo del río Cauca. El paseo permite observar el relicto boscoso desde otra perspectiva y escuchar relatos de pescadores que han vivido décadas junto al río.
La embarcación, pintada de colores vivos, es capitaneada por, Adrián Guerra un miembro de la comunidad que combina destreza en la navegación con la narración de historias locales.
Una vez desembarca la nave, inicia un taller transformador de tejido artesanal, impartido por ex trabajadoras sexuales del municipio de Chinchiná. Incluye dinámicas sensoriales, tejido manual, reflexión, historias, actividades que promueven la creatividad, resiliencia y transformación personal, todo en unas dos horas de duración.