Mariposas de Amor: lectura que abraza y protege a la niñez en Buenaventura

En el barrio Juan XXIII, en el puerto más importante del Pacífico colombiano, un proyecto social encontró en la promoción de la lectura un aliado que protege, acompaña, construye sueños y preserva la cultura afro de la región.​

Desde noviembre de 2018, la Corporación Club de Lectura Mariposas de Amor sostiene un espacio seguro donde la lectura, la escritura y la cultura afrocolombiana se convierten en herramientas para la vida, ofreciendo un refugio a niños y niñas que crecen en un entorno marcado por la violencia, la desigualdad y la falta de oportunidades.

María Isabel Hurtado Carabalí, fundadora de la iniciativa, recuerda con nitidez los primeros pasos del proyecto. En la sala de su casa, entre estanterías improvisadas y libros con enfoque étnico, la abogada comenzó a invitar a los niños de su calle, Buenos Aires II, a acercarse a la literatura. 

«Si la lectura me sirvió a mí para escapar de una realidad difícil, también les puede servir a ellos», dice. Su motivación nació de experiencias traumáticas en su infancia y del convencimiento de que la educación y la cultura podían ser un refugio y una oportunidad para los menores.

Lo que comenzó como una idea personal se convirtió en un proyecto comunitario liderado por mujeres afrodescendientes, con la ambición de transformar vidas a través de la lectura y la creatividad.

Mariposas de amor
El Club de Lectura Mariposas de Amor, fue reconocido con el Premio Cívico por una Ciudad Mejor en febrero del 2025. | Foto: Mariposas de amor @clubdelecturamariposasdeamor

El proyecto pretende responder a una realidad compleja. Buenaventura, a pesar de ser el principal puerto del Pacífico colombiano, enfrenta altos niveles de pobreza, desempleo y violencia. En barrios como Juan XXIII, los niños están expuestos a riesgos asociados a grupos armados, economías ilícitas y la falta de espacios seguros. En este contexto, Mariposas de Amor propone una solución integral: fomentar la lectura y ofrecer un entorno protector.

Brenda Lasso, vicepresidenta de la organización, explica que ser un entorno protector significa garantizar un espacio seguro, libre de violencia y discriminación, donde los niños y jóvenes puedan desarrollarse plenamente, ejercer sus derechos y, al mismo tiempo, crecer, aprender y soñar rodeados de cuidado, amor y del reconocimiento de su valor como personas y como miembros fundamentales de la comunidad.

En ese sentido, el club opera con talleres de lectura, narración oral y  actividades artísticas con un fuerte componente de identidad afrocolombiana. Según Lasso, con esto busca “fomentar la escritura, la oralidad y la cultura de paz”, e incide en el desarrollo cognitivo y socioemocional de niños y jóvenes de 6 a 17 años, promoviendo ciudadanía crítica y participativa.

Además, la corporación trabaja con madres cabeza de familia, brindando formación, acompañamiento psicosocial y herramientas que fortalecen la crianza y el desarrollo de los niños. Este enfoque integral asegura que el cuidado no sea solo individual, sino comunitario, consolidando redes de apoyo que acompañan a los menores y a sus familias.

Mariposas de Amor ha formado a más de 2.500 niños y niñas en Buenaventura, promoviendo un entorno protector a través de la lectura y la cultura.
Mariposas de Amor ha formado a más de 2.500 niños y niñas en Buenaventura, promoviendo un entorno protector a través de la lectura y la cultura. | Foto: Mariposas de Amor @clubdelecturamariposasdeamor

Desde su creación, Mariposas de Amor ha formado a 250 madres cabeza de hogar, beneficiado a 800 familias, intervenido en 5 instituciones educativas e impactado a 1.500 niños y jóvenes tanto en temas de lectura como de fortalecimiento de la participación comunitaria, permitiendo que los niños ocupen espacios de incidencia y visibilidad, como la mesa local de infancia y adolescencia.

La labor del club ha transformado no solo la vida de los niños y niñas, sino también la del equipo que lo acompaña. “Nuestra labor nos ha permitido generar empleos en el territorio” asegura la fundadora, ofreciendo a profesionales la oportunidad de aportar sus conocimientos y, al mismo tiempo, crecer con la comunidad.

Sin embargo, los desafíos no han sido menores. La violencia en el territorio exige adaptabilidad y resiliencia constante, y la sostenibilidad económica depende de donaciones, subvenciones y la venta de productos educativos. Aun así, el equipo mantiene la continuidad y el vínculo con las familias gracias a su organización y constancia. 

Para sostener el proyecto, el club desarrolló productos como la cartilla ‘Entra que yo te leo’, inspirada especialmente en las comunidades afrocolombianas del Pacífico. María Isabel explica que, además de su rol económico, cada material vendido ayuda a preservar la cultura afroancestral que está en el corazón de los intereses de la organización.

“Queremos que cada niño y niña que llega aquí sienta que sus talentos son valorados, sus voces escuchadas y sus sueños posibles”, asegura Brenda. Se trata de un sentimiento compartido entre todas las integrantes del equipo, que guía las dinámicas del proyecto y da sentido a la participación de familias y voluntarios desde el compromiso, la resiliencia, el empoderamiento y la generación de oportunidades.

Para los niños y niñas de Juan XXIII, abrir un libro o participar en un taller de narración no es solo aprender: es un acto de resiliencia y esperanza. Es la oportunidad de crecer en un espacio donde son escuchados, valorados y acompañados. Como aseguran las líderes del proyecto: “Transformar realidades comienza con creer en la capacidad de cada ser humano para volar alto”.

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