Potocine, en el barrio Potosí de Ciudad Bolívar, es el epicentro cultural, social y político de una comunidad. Con la sala de cine llegó también un espacio de encuentro y articulación.
El cine, cuenta Daniel Bejarano, fundador de la Escuela y Festival Popular de Cine Comunitario Ojo al Sancocho, es una herramienta que de manera inherente conduce a la convivencia: desde el equipo de desconocidos que se reúne por meses para su producción, hasta el grupo de personas que por casualidad se encuentran en una sala para ver la cinta final.
“Quién sabe, tal vez algunas lloran y se quedan charlando después” dice Daniel.
Hace alrededor de 20 años que se dedica a la cinematografía y, específicamente, a la producción de cine comunitario y video participativo, una metodología que explora la realización audiovisual desde la gente del común, lejos de los abultados presupuestos hollywoodenses y las estrellas de la alfombra roja, con el fin de mostrar las realidades de un territorio.
Lo ha hecho desde el 2008 a través del lente de Ojo al Sancocho, un festival de cine alternativo y comunitario que surgió en la localidad de Ciudad Bolívar, en Bogotá, y específicamente en Potosí, un barrio de borde urbano-rural ubicado en el suroriente de la localidad.
Se fundó en la década del 80 a través de urbanización ilegal y procesos por parte de personas que llegaron al territorio desplazadas por el conflicto armado, del cual el barrio tampoco estuvo exento: tuvo presencia las Farc con algunas células urbanas y pequeños campamentos en zonas rurales.
“Vinimos a Ciudad Bolívar a resolver la pregunta de si era posible hacer cine con la gente pobre,” comenta Daniel, quien recuerda que los primeros cortos que hicieron en el 2000, antes de que comenzara a existir el festival, se convirtieron en una herramienta de reconocimiento, expresión y reparación de diversas problemáticas de la comunidad.
Desde allí comenzó a trazarse el camino que derivó, en el 2016, en la construcción de la Potocine, una sala de cine gestionada, construida y operada por la comunidad del barrio, ahora profundamente impactada por el espacio.
Cine para mostrar las realidades del territorio y su gente
En el 2005, se creó la Escuela Popular de Cine Comunitario ‘Ojo al Sancocho’ y años después el festival de cine homónimo, que realizan cada año, desde 2016, en la Potocine.
“Nuestro fin no es hacer películas para la alfombra roja, ni festivales para mostrar estrellas de cine, tampoco para generar críticas a una sociedad o un Estado, sino para mostrar las realidades de un territorio, para mirar cómo la gente tiene sus historias, sus sueños, miedos, falencias y necesidades”.
De ahí, precisamente, que el nombre haga referencia a un sancocho, pues entre la mezcolanza de personas que se encuentran en Ciudad Bolívar, lugar que Daniel llama una ‘Colombia pequeña’, surgen diversas producciones que hablan y exaltan esa diversidad, siempre con el objetivo de generar convivencia entre ella.
Y Potocine, por su parte, se ha convertido en el hogar y en el catalizador de esa convivencia.
Surgió en el 2016 de la mano de Arquitectura Expandida, una organización dedicada a la arquitectura comunitaria en diversas partes del mundo, que en Colombia tiene varios otros proyectos, y con la que Ojo al Sancocho ganó una convocatoria del Museo de Diseño de Londres con la que financiaron los materiales para la construcción.
Esta construcción fue, así como la Potocine misma: bastante atípica y muy comunitaria.
El lote, por un lado, lo consiguió la comunidad a través del Instituto Cerros del Sur, la institución educativa del barrio. Por otra parte, su diseño fue producto de encuentros participativos y durante su construcción se realizaron diversas actividades culturales y artísticas para motivar a las personas a involucrarse, participar y así generar apropiación de la sala, cosa que efectivamente sucedió.
Un llamado a la acción a través de la cultura
Una buena parte de las personas que habitan en el barrio, esas mismas que participaron en la construcción, jamás habían ido a una sala de cine, por lo que ya desde el principio causaba curiosidad e interés.
Daniel cuenta que, incluso, a las primeras noches de proyección que se realizaron en la Potocine, las personas asistían de vestido y corbata, “con toda la elegancia”. Ahora, agrega, van también en piyama y con cobija, demostrando así que de un lugar excepcional y fuera de lo común, la sala se convirtió en un espacio más, como el mercado y el parque, y así, en parte fundamental de la vida barrial.
“Hay audiciones, eventos de grados, ceremonias y otros eventos de las personas acá, entonces como es comunitaria no solo se enfoca en el cine sino en estos espacios de creación y encuentro comunitario” dice Joel Chavarro, un joven de 18 años que participó en la construcción del lugar y que hoy es parte de Ojo al Sancocho.
Así, adicional de las proyecciones de cine comunitario y participativo hecho alrededor del mundo, en la sala también tienen lugar reuniones con funcionarios de la alcaldía local y otras instituciones del Estado para discutir acerca de sus necesidades: salud, educación, inseguridad, el estado de las vías, entre otros temas.
También se realizan exposiciones fotográficas organizadas por los habitantes, así como conciertos y audiciones para festivales locales. Es, incluso, un lugar donde se hacen talleres con universidades y con empresas privadas que llevan a sus empleados a ver películas.
De la misma manera ha contribuido a la reactivación de las pequeñas economías locales, como las tiendas y puestos de comida que hay a su alrededor, así como los taxis, buses y colectivos que se movilizan por la zona.
“Ir a ver una película hecha en el barrio y verse ahí entre parceros ha sido muy importante porque también ha contribuido a subir la autoestima de las personas, a sentirse representadas y amadas” comenta Daniel. “No se trata solo de una sala de cine”.
Y aunque la Sala ha logrado cumplir con sus objetivos fundamentales de generar convivencia entre los habitantes del barrio y la localidad, así como de documentar las realidades de un lugar como Potosí y Ciudad Bolívar, no estuvo exenta de las afectaciones de la pandemia, así como tampoco lo ha estado de aquellas que inevitablemente trae el tiempo.
Por eso, en el momento, Potocine y su equipo se encuentran ideando diversas maneras para recaudar recursos y, entre otras cosas, planean comenzar una Vaki para financiar, específicamente, los nuevos equipos de sonido y proyección que necesitan, sobre todo en el marco de la edición número 15 del Festival Internacional de Cine Comunitario y Video Alternativo ‘Ojo al Sancocho’, que se realizará desde el 8 al 15 de octubre de este año.
Si usted está interesado en donar o contribuir de alguna manera en el lugar, puede contactar al equipo a través de la página de Instagram o de Facebook de Ojo al Sancocho.