A través del cine, el colectivo Somos Arauca quiere "quitarle todo a la guerra" y ofrecer nuevos espacios para el desarrollo de los jóvenes y la población en general.
Cuando Will Sánchez llegó a Arauca por primera vez, pensó que difícilmente se quedaría más tiempo del que le había dado la empresa de salud que lo contrató para realizar su estrategia de comunicaciones.
Este año, sin embargo, Will cumple once años desde aquel primer arribo a la capital, homónima, del departamento. Contrario a muchas personas, en Arauca Will vio muchas oportunidades y, enamorado de los amaneceres y atardeceres llaneros, decidió quedarse.
Hace siete años fundó el colectivo Somos Arauca, desde donde ha buscado combatir aquella narrativa que asocia sin distinción al departamento con violencia a través del trabajo audiovisual y cinematográfico.
“Lo que queremos es mostrar todas las partes positivas que tiene el departamento: el arte, la cultura, la biodiversidad, la gente, la gastronomía, todo” dice Will.
Además, el colectivo es ahora una agencia de medios que apoya a artistas emergentes y a emprendedores a visibilizar sus trabajos, talentos, productos y servicios a través de la producción de videos promocionales en los que además se visibilice la historia detrás de cada uno.
De la misma manera, Somos Arauca trabaja por llevar y consolidar la cultura del cine a un departamento donde, dice Will, no hay espacios para el esparcimiento y el disfrute.
“En la región no tenemos los mejores escenarios deportivos, no tenemos salas de cine, centros comerciales, parques recreacionales para llevar a la familia, no hay espacios para el entretenimiento de las personas”.
El cine, una radiografía honesta
Will recuerda que a los seis meses de haber llegado a Arauca, salió en un periódico extranjero un artículo que se refería al departamento como ‘el séptimo infierno’.
Secuestros, robos, tráfico de drogas eran las palabras clave que aparecían en el artículo y que Will usó después para crear una estrategia audiovisual en la que “decíamos que en Arauca sí se trafica, pero atardeceres, sí se roba, pero amaneceres, sí se secuestra, pero versos”.
Con eso, agrega, “no tratábamos de desmentir una realidad que vivía y vive el departamento, pero sí de mostrar que hay otras cosas de las que hablar también, cosas buenas”.
Y es que, para Will, la importancia que tiene lo audiovisual y en particular el cine en un departamento como Arauca es monumental por ser una herramienta que permite contar historias desde lo que viven las personas y en ese sentido desde lo que es realmente el departamento y no “desde el interés de un periódico que quiere vender muchos ejemplares”.
‘Cine bajo las estrellas’
Sin embargo, más allá de hacer un esfuerzo por cambiar una narrativa externa acerca del departamento, era también necesario contribuir a cambiar la realidad sobre la que esa narrativa está basada y eso lo ha hecho el colectivo con el cine.
En febrero del 2015, junto a Mauricio Lezama, amigo de Will quien en 2018 fue asesinado, realizaron la primera versión del Festival Internacional de Cine de Arauca.
Aquel fue un evento que, además de congregar a cientos de personas de la capital araucana en un espacio que nunca antes se había visto, fue el punto de partida de muestras, talleres, conversatorios y otras actividades para enriquecer la oferta cultural en el departamento y, así, contribuir, por lo menos, a apaciguar la zozobra de la violencia que invade el territorio.
Una de esas actividades es ‘Cine bajo las estrellas’, una serie de proyecciones cinematográficas itinerantes que realizan cada semana en distintos espacios de la ciudad como plazoletas, parques, calles de barrios, bares de personas conocidos y demás.
Además, con ‘Cine bajo las estrellas’ han viajado a otros municipios del departamento como Saravena, Tame y Arauquita, donde adicional a las proyecciones, realizan talleres cinematográficos para niños, jóvenes y adolescentes, que, dice Will, han encontrado en ellos un espacio y una herramienta para “hacer cosas”.
“En esos municipios hay muchos chicos sin saber qué hacer, ahorita particularmente migrantes, pero con los talleres y las proyecciones siempre preguntan cómo pueden hacer para vincularse, que quieren hacer parte de un taller, aprender a hacer cosas con una cámara, contar sus historias y sus realidades”.
Así ha habido jóvenes que a través de los talleres han encontrado en la cinematografía un proyecto de vida y que, según cuenta, se han graduado de técnicos y profesionales en comunicación y producción.
El cine, un universo diferente
Dice Will, entonces, que el impacto y el alcance que ha tenido el colectivo a través de las proyecciones y otras actividades alrededor del cine ha sido enorme.
“Se trata de ver cómo hacer para quitarle todo a la guerra, y ponerle todo el esfuerzo a eso, mostrarles a los chicos que hay otro universo, que su vida no es solo no poder contar con oportunidades”.
Así, en un departamento donde, en palabras de Will, la violencia ha sido el común denominador y donde la guerra ha estado siempre presente, el cine surge como un espacio para encontrarse con el mundo, para no vivir en un constante estado de angustia por la violencia y por la narrativa que perpetúan los medios tradicionales, es una herramienta que permite otra mirada sobre el propio contexto, una mirada renovada, fresca y distinta que, además “nos ayuda a re-conocernos”.
Eso último, explica Will, en la medida en que las personas nativas de los llanos a veces pierden la capacidad de asombrarse por la belleza de las cosas que tienen a su alrededor, “pero que cuando ven en imágenes y en documentales se dan cuenta de que son hermosas, y eso a su vez genera nuevos intereses y expectativas alrededor del territorio en el que nacieron y en el que eventualmente esperan morir”.
Por todo ello, concluye Will, es fundamental tener el cine, el arte y la cultura en general vigentes en los territorios donde muchas veces la vida es difícil, pero que a través de esas herramientas se hace más apacible, divertida y llevadera.
«El arte es una herramienta transformadora muy grande, sobre todo para los jóvenes, porque ellos muchas veces en estos territorios sienten que no tienen posibilidades de nada, porque hay pocas oportunidades, pero se encuentran con la mágia del cine y son fascinados, les encanta contar sus historias, yo creo que les devuelve la esperanza«.