Con su emprendimiento, Lady retoma las enseñanzas de sus abuelos y busca que mujeres víctimas de violencias basadas en género puedan encontrar un espacio seguro para sanar.
Desde hace un año y medio que Lady Leiva se dedica a la creación de accesorios como una forma de honrar los saberes ancestrales que sus abuelos le enseñaron. “Hacen parte de la comunidad Inga en Yurayaco, Caquetá, y de ellos aprendí a hacer trabajos a mano en mostacilla y murano, que se utilizan para accesorios, y trapillo, que lo usamos para hacer salidas de baño y tapetes”, cuenta.
Lady se hace llamar una indígena blanca, su mamá hace parte de la comunidad Inga, pero su papá es campesino. Según ella, se conocieron en una vereda caqueteña mientras él trabajaba con la comunidad, se enamoraron y crearon su familia.
Ella tiene dos hijos y tomó la decisión de retomar sus saberes ancestrales por dos razones: ser una madre más presente con el fin de pasar más tiempo con su familia, y porque quiere que su descendencia se conecte con sus antepasados.
“No quiero que todo lo que mis abuelos me enseñaron se pierda, me gustaría que mis hijos pertenezcan a la comunidad indígena, que aprendan la lengua, las costumbres, a cocinar como los abuelos, que pase de generación en generación. Para mí, los indígenas son los más bonito que tiene el territorio”, explica.
A sus 14 años, Leidy fue víctima de abuso sexual, meses después tanto ella como su familia fueron desplazados de Yurayaco tras no declararse aliados de la guerrila, “nos dieron 24 horas para irnos, mi familia lo perdió todo”, recuerda.
Lady llegó con su mamá, su papá, su hermano menor e hijo a Florencia, Caquetá, y allí hicieron su vida. Además de Diego Alejandro, su hijo de 12 años, tiene una hija, Ashly, de 10, ambos se dedican a los accesorios. “Él teje aretes y ella hace los porta gafas”.
Aunque en Florencia trabajó como panadera, Lady decidió crear su propio emprendimiento: Accesorios LL, cuenta que es una empresa familiar porque sus hijos, su mamá y su abuela se dedican a crear aretes, pulseras, collares y más, para venderlos tanto en el territorio caqueteño como en el resto del país.
“También hay otras dos mujeres a las que les enseñé y trabajan conmigo, ambas son víctimas de violencias basadas en género y con esto salieron adelante”, dice Lady y explica que gracias a la venta de los accesorios se alejaron de sus victimarios y rehicieron su vida.
“Me siento muy orgullosa porque estoy creando oportunidades para mujeres. Yo quiero que salgamos adelante, que todas las que tenemos un trauma no nos quedemos atrapadas en eso. “Yo les enseño y al mismo tiempo aprendo otras cosas, eso hace parte de mi cultura”, cuenta.
Hoy con 28 años, Lady visualiza lo que quiere hacer a futuro: crear una asociación de mujeres caqueteñas víctimas de violencias basadas en género que se dediquen a los accesorios, que encuentren, así como ella, su lugar seguro en el trabajo artesanal.