El trabajo de un estudiante de pregrado, acerca de una araña acuática gigante, fue publicado en el Biological Journal of the Linnean Society por el gran aporte a un tema muy poco explorado.
Cuenta Andrés Gámez, biólogo egresado de la tercera cohorte de ese pregrado en la Universidad del Rosario en Bogotá, que desde niño siempre supo que quería ser científico.
Estudió en el Colegio Manuel Elkin Patarroyo, en su natal Girardot, que tenía un enfoque hacia las Ciencias Naturales y, en ese entonces, era el único colegio en su municipio que contaba con laboratorios completos para hacer experimentos. Allí se encontró con la Biología.
Tenía una profesora que notó su interés por la ciencia y que lo motivó a seguir ese camino: lo invitaba a pequeños grupos de lectura de artículos académicos que tenía con otros estudiantes y también a participar en ‘Supérate con el Saber’, un concurso que por ese entonces lanzó el Ministerio de Educación en distintas áreas de las Ciencias Naturales.
Aunque su familia quería que estudiara Medicina, Andrés cuenta que “por cosas de la vida no pude; pero lo más cercano, y que también estaba en mi vena del gusto, era la Biología”.
A mitad de carrera, en el marco de la clase ‘Zoología de Invertebrado’, tuvo una salida de campo al Parque Nacional Natural de Uramba (Bahía Málaga), donde desarrolló una particular pasión por las arañas, una especie de la que existe muy poca literatura e investigación, según cuenta.
Con un grupo de compañeros realizó un proyecto de identificación y caracterización de diversas especies que encontraron y le fueron llamando la atención sus características. “Yo nunca me había percatado de eso, y cuando vi toda esa diversidad de colores, tamaños y formas que tenían en sus torsos, dije: ‘No, las arañas son muy bacanas’”, explica Andrés.
De ese profundo interés por los arácnidos surgió ‘Divergence promoted by the northern Andes in the giant fishing spider Ancylometes bogotensis’ (Divergencia promovida por el norte de los Andes en la araña pesquera gigante Ancylometes bogotensis), el artículo de investigación que realizó como tesis de su pregrado y que, debido al aporte que realiza, fue publicado en la prestigiosa revista científica The Biological Journal of the Linnean Society.
Luces sobre un tema con mucha oscuridad
“Muy poco se sabe acerca de ellas, no son el animal más carismático y nadie dice ‘ay, tan bonitas, vamos a usarlas para una campaña de concientización ambiental’. Entonces hay una falta de conocimiento enorme sobre ellas, porque casi nadie se ha sentado a investigar las arañas en Colombia”, dice Andrés.
Eso, agrega, queda evidenciado en la limitada literatura con la que una persona interesada se encuentra a la hora de investigarlas. Según Andrés, hay pocos estudios acerca de ellas, su diversidad y su genética, y los que hay son, la mayoría, escritos por la misma persona: Gustavo Hermida, docente de la Universidad Nacional.
Por ello, además de sentir particular interés por esos animales, Andrés vio una buena oportunidad de investigación.
Así, con la orientación del profesor Fabián Salgado, quien fue su director de tesis, llegó a la Ancylometes bogotensis, una especie de araña que mide entre 20 y 26 centímetros de largo y vive en zonas de poca altura sobre el nivel del mar.
“Es una araña con particularidades muy interesantes: ella caza de manera activa, entonces en vez de tejer una tela y esperar a que llegue algo, sale a buscar a su presa. Además, caza en zonas con quebradas y riachuelos, por lo que puede durar hasta 20 minutos bajo el agua e incluso caminar por las superficies acuáticas”, comenta Andrés.
Curiosamente, se le puso el nombre de Ancylometes bogotensis aunque nunca ha sido encontrada en Bogotá, porque vive en municipios de clima cálido. De todas formas, sí se ha registrado desde Bolivia hasta Honduras, por lo que en Colombia se encuentra desde el extremo sur hasta el norte.
El artículo
Con eso en mente, entonces, lo que inicialmente quiso investigar Andrés, basado en el modelo de estudio de una investigación previa de su director de tesis, era si las poblaciones de la araña, que están dividas por las tres cordilleras, tienen factores diferenciadores entre cada una, teniendo en cuenta su ‘historia de vida’: su tamaño, que caza de manera activa y necesita estar cerca de quebradas.
La hipótesis, entonces, era que debido al tamaño de la araña, así como su necesidad de estar cerca al agua para alimentarse, era poco probable que pudiera escalar cordilleras y cruzar de un lado a otro, por lo que esperaban que en cada territorio dividido por las montañas las arañas fueran de distintos grupos.
Sin embargo, luego de la recolección de varias muestras en los Llanos Orientales, en Girardot y sus alrededores, y en la Costa Pacífica, la inspección de ADN que realizaron mostró que las arañas de los Llanos, es decir, las que se encuentran en el oriente de la Cordillera Oriental, pertenecen a un grupo distinto del de las arañas del resto del país. Es decir, entre la Cordillera Central y Occidental sí hay encuentros, o flujo genético, entre los arácnidos, pero entre la Oriental y las otras dos, no.
“No era lo que esperábamos, pero era muy interesante. Entonces no podíamos quedarnos solo con eso, había que ir más profundo y preguntarnos el porqué de eso”, explica Andrés.
De ahí, entonces formularon otra serie de hipótesis preguntándose si tendría que ver con las condiciones climáticas, con la geografía, con la topografía o con la combinación de todos esos factores.
Lo primero que encontraron fue que el nicho ecológico de las arañas, que se refiere a las condiciones en las que habita: alta humedad y temperatura, cerca a cuerpos hídricos, ser cazadora activa y demás, es exactamente igual para los dos grupos de arañas.
Eso los llevó a concluir que las condiciones que necesitan para sobrevivir no les permite escalar una montaña para cruzar hacia el otro lado, por lo que su capacidad de dispersión es baja. “No hay ninguna araña que se esté saltando la cordillera para buscar a sus otros compañeros”, dice Andrés.
Y agrega que “entonces nos preguntamos por qué sí había encuentros entre las arañas de las cordilleras Central y Occidental, y no con las de la Cordillera Oriental. Y es porque esa última es la que más se extiende hacia el norte, la más ancha, parte a Colombia en dos y alcanza a llegar hasta Venezuela. En cambio, las otras dos terminan en zonas de valle, que es por donde pensamos que se da el flujo genético”.
Así, entonces, las dos grandes conclusiones de la investigación fueron que, por un lado, sí hay separación entre los grupos de las arañas por la cordillera, cosa que de manera técnica se conoce como especiación alopátrica. Es decir, “que la Cordillera Oriental es una barrera que impide que las arañas de ese lado se muevan hacia el otro”.
Y, por otro lado, dice Andrés, “que no hay flujo genético entre ambas poblaciones, no hay arañas que se cruzan de un lado a otro. Los dos grupos están separados”.
Así, con la publicación del artículo ‘Divergence promoted by the northern Andes in the giant fishing spider Ancylometes bogotensis’, dice Andrés, se realiza un aporte de conocimiento en un tema poco conocido.
Pero además, dice, otro gran valor de su artículo es que es particularmente interesante porque, usualmente, cuando se habla de especiación alopátrica, las investigaciones tienden a concluir que sí ocurre, así sea en poca medida, pero la de él no. En ese sentido, dice, “es un ejemplo que se puede incluir en un libro de enseñanza”.