En el municipio de Solano, en Caquetá, 12 promotores ambientales monitorean el estado de los bosques a través de plataformas para recolectar datos y comunicarse de forma virtual.
En Solano, el municipio más grande de Caquetá, ocupando casi la mitad del espacio territorial de todo el departamento, comunidades de indígenas y campesinos se unieron por una causa: salvaguardar los bosques amazónicos colombianos. Un propósito que no es menor. De acuerdo con el IDEAM, solo en 2020, la región de la Amazonía concentró el 63,7 % de la deforestación en toda Colombia, con poco más de 109 mil hectáreas afectadas.
En 2017, en el marco de la iniciativa latinoamericana Amazonía 2.0, se unieron habitantes de dos comunidades: la campesina de Mononguete, que está conformada por ocho veredas (El Rubí, La Carolina, Miravalle, Las Brisas, Monte Grande, Campo Bonito, Las Palmas y el Porvenir), y por la indígena del resguardo Inga de Niñeras. La intención era que varios habitantes se capacitaran para convertirse en promotores ambientales.
El trabajo de los 12 promotores ambientales consiste en varias tareas. Para empezar, desde junio de 2018, registran los valores diarios de precipitación, temperatura y humedad, con unidades de medición que fueron instaladas en sus viviendas. De esta manera, revisan que las condiciones climatológicas se mantengan en niveles adecuados.
La otra gran tarea que tienen es la categorización y vigilancia de especies animales que están en riesgo, a través de recorridos en los bosques. De esta forma han priorizado 14 especies, incluyendo al Caquetá titiritero –o plecturocebus caquetensis–, un primate endémico del departamento que lo nombra y que está en peligro de extinción.
A pesar de que tiene su base en Solano, Amazonía 2.0. no es una iniciativa nacida en Caquetá, ni siquiera en Colombia. El proyecto fue creado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), con financiación de la Unión Europea. En total, se lleva a cabo en seis países: Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú y Surinam. Y en cada país hay organizaciones particulares que se encargan de sacarlo adelante. En el caso de Colombia, la tarea le corresponde a la Fundación Natura.
En cuatro años, según cifras del programa, en estos seis países se han capacitado 57 promotores ambientales (indígenas y campesinos), se han hecho 1.864 reportes de monitoreo y se ha llegado a 21 acuerdos con comunidades, organizaciones y gobiernos para el cuidado de la Amazonía. A la fecha, 420 mil hectáreas son monitoreadas de forma directa, pero el impacto del trabajo se amplía a más de nueve millones de hectáreas en los países amazónicos.
Y es que su efecto no se concentra solo en las mencionadas veredas y en el resguardo indígena. La posición de Solano es estratégica, pues el municipio se encuentra rodeado por cuatro parques nacionales naturales: el de Chiribiquete, el de la Cordillera de Los Picachos, el del Alto Fragua Indi Wasi y el de La Playa.
“El territorio campesino de Mononguete y el Resguardo Indígena Inga de Niñeras están situados en el cinturón de deforestación, es decir, en un área en donde campesinos y colonos están transformando constantemente la cobertura vegetal de bosques a pastizales, y en donde las comunidades indígenas están resistiendo en sus territorios esta dinámica de transformación”, señala César Monje, coordinador de Amazonía 2.0. para Colombia.
Los promotores como motores de crecimiento
Fanny Jael Jamioy, del resguardo indígena Inga de Niñeras y quien desde 2017 hace parte de Amazonía 2.0, cuenta que el proyecto “ha abierto la posibilidad de dialogar, construir y generar acuerdos que nos permitan pervivir en el tiempo”. Pero, además, resalta que le ha permitido “ayudar a los míos y a toda la comunidad, para que todos defendamos lo que el territorio nos brinda”.
A su turno, Nataly Muñoz, promotora ambiental de la vereda Las Brisas, agrega: “Mi trabajo ha sido muy comprometido e importante para mi comunidad. He aprendido a recolectar la información de la fauna que tenemos y que no le habíamos dado importancia”.
Y Eider Valderrama, coordinador campesino de promotores ambientales y presidente de la Asociación ProDesarrollo del núcleo Mononguete, asegura que hacer parte de Amazonía 2.0. ha servido para contrarrestar problemas que fueron generados por la violencia: “En esta zona el conflicto armado nos restringía mucho las oportunidades que se nos abrían: no había forma de fortalecer las organizaciones comunitarias. Ahora ya podemos salir a monitorear, a conocer y esto también ha fortalecido mucho la relación con los vecinos y con el resguardo inga de Niñeras”.
Valderrama cuenta que en 2018 la casa comunal de la asociación que dirige en la vereda Miravalle fue adecuada y se convirtió en el Centro de Monitoreo Comunitario: “La Casa se convirtió en el epicentro de encuentro entre personas y los líderes de las distintas veredas del núcleo Mononguete, ahí se realizan jornadas de capacitaciones, encuentros, reuniones y se toman decisiones sobre temas socioambientales”.
Además, con la información que han recogido durante años están construyendo un Plan de Manejo Intercultural del Territorio, para replicar el éxito de su trabajo, que con los saberes de cada comunidad se ha fortalecido. Ha sido tal el impacto de estos promotores en la comunidad, que todos hacen parte de la Mesa Nacional de Monitoreo Comunitario del Ideam (Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales).