Hasta Chocó, Arauca y Nariño ha viajado el Bibliocarrito con una única misión: hacer que los colombianos se interesen por los libros.
El día en que nació Daniel Hikuri González sus padres, Laura Acero y Arco González, recibieron un regalo que meses después los pondría a rodar desde Bogotá hacia el resto de Colombia promoviendo la lectura en municipios y veredas.
El padre de Laura tenía un Renault 4 que había puesto en venta, y el padre de Arco decidió comprarlo. Sin embargo, con la llegada de Hikuri, ambos resolvieron regalarle el automóvil a sus hijos para que dejaran de utilizar la moto en la que solían andar.
En un principio, el carro les sirvió de depósito para los libros que Laura conservaba de su carrera universitaria. De a poco, y mientras recogían otros textos de las casas de sus amigos y de familiares, se fue llenando el baúl. Fue a partir de esa imagen, del viejo Renault 4 lleno de libros, que Laura y Arco decidieron comenzar con el Bibliocarrito en marzo del 2015.
Se trata de una biblioteca itinerante y comunitaria con la que, a través de actividades lúdicas y recreativas como la magia, la música y el arte, van por el país promoviendo la lectura.
Los libros como un derecho fundamental
Laura y Arco han estado rodeados de libros desde su infancia, cultivando un gran cariño por ellos. Siempre han creído que la lectura es un derecho y que es fundamental que “la gente conozca lo que se ha escrito, la historia, las memorias. Es algo a lo que todo el mundo debería acceder, pero en muchas partes ese derecho no existe”, comenta Arco.
De ahí, la intención con la que nació el Bibliocarrito: “Sentimos que el objetivo es ese, simplemente proporcionar algo que debe tener todo el mundo. Y es bonito porque es un carrito pequeño que puede llegar a cualquier parte”.
A bordo de su Renault 4 han llegado hasta lugares como Quibó, Bahía Solano, Saravena y Pasto.
“Tratamos de tener por lo menos un viaje largo al año. Lo bonito es que siempre llegamos por invitación de otras personas. Se trata de apoyar algún proceso que esté andando y ha sido también en un sentido de compartir ideas para la promoción de lectura”, explica Arco.
Al Chocó, por ejemplo, viajaron por invitación del Festival de la Lectura y la Escritura del departamento, Flecho. En Arauca fueron invitados por el Festival de Arte y Lectura de Saravena, Sarare, y a Pasto llegaron por solicitud de las profesoras de varias instituciones educativas, con las que Laura había trabajado en unos talleres de creación literaria y que querían culminar el proceso con una visita. Allá llevaron unos libros para renovar la colección de las bibliotecas de los colegios.
Daniel Hikuri González, el protagonista
‘Hiku’, como de cariño lo apodan sus padres, tiene seis años, los mismos del Bibliocarrito. Ha crecido junto a él y ha contribuido tanto al proyecto que es el promotor de lectura más activo que tiene la familia González.
“Es el que más presta libros, le gusta mucho compartir con las personas y pedirle a la gente que le lea. También es así con los niños, los invita al carro y les muestra los libros, los invita a leer. Es bonito que comparta con chiquitos de su misma edad”, dice Arco.
Entre los tres, padres e hijo, charlan y comparten mucho a lo largo de los viajes en carretera. Según Arco, “el ‘chiquito’ lo que ha hecho es aprender y compartir con personas con las que usualmente no compartiría”.
Sus libros favoritos, claro, son los infantiles, que componen el grueso de la colección del Bibliocarrito. En total tienen alrededor de mil, pero en el baúl del Renault caben unos 150, que escogen dependiendo del lugar y el evento al que vayan. Además, en la colección, que nutren principalmente de compras, pero también de trueques y algunas donaciones, tienen también obras de editoriales independientes, novelas gráficas, mitos y leyendas, poesía y otros cuantos.
Literatura en la ciudad, pero más en el campo
Aunque el Bibliocarrito ha participado en eventos en ciudades grandes, como la Feria del Libro en Bogotá, y realiza actividades en eventos del Distrito como Lectura Bajo los Árboles, su equipo prefiere trabajar en la ruralidad.
Tiene mucho que ver, dice Arco, con el sentido de comunidad que hay en el campo: “El hecho de que los habitantes se conozcan entre sí hace que cuando uno llegue haya más posibilidad de articularse con la comunidad entera. Así funcionan mejor las actividades con las que promocionamos la lectura”.