Desde abril de 2019, Eduardo Ortiz busca oportunidades para los músicos venezolanos que tocan en las calles colombianas. Su proyecto, se convirtió también en símbolo de hermandad entre países.
Cuando Eduardo Ortiz llegó a Bogotá en 2019 desde Caracas, Venezuela, se encontró con una realidad que lo tomó por sorpresa: muchos de los que fueron sus compañeros en el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, conocido popularmente como ‘El sistema’, estaban tocando en las calles o en los buses de Transmilenio.
Ante este panorama, Eduardo tomó la decisión de crear una sinfónica. Sueño que se tradujo en la Orquesta Sinfónica de la Juventud, conformada por músicos tanto de Venezuela como de Colombia.
Desde su creación en 2019, la sinfónica ha tenido varias presentaciones. Y, aunque no hay un número fijo de músicos en sus filas, porque por sus obligaciones algunos vienen y van, en algunos eventos han llegado a estar en el escenario hasta 150 artistas dirigidos por la batuta de Eduardo.
La idea de una sinfónica
Eduardo llegó a Colombia en búsqueda de una mayor estabilidad económica. Y lo hizo con una meta clara: no dejaría la música, una pasión que ha trabajado desde los cuatro años.
A esa edad, Eduardo se inscribió a El sistema que, desde 1975, forma a niños y niñas venezolanas en música. Algunos de sus exalumnos son mundialmente reconocidos, como Gustavo Dudamel, actual director musical de la Ópera de París, de la Filarmónica de Los Ángeles y de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar.
En un principio, Eduardo se formó como violinista, pero, cuando fue diagnosticado con artritis, empezó a estudiar dirección de orquesta.
Al llegar a Bogotá, la formación de Eduardo ya había culminado, por lo que quiso ponerla al servicio de sus compatriotas. Así, el 11 de abril de 2019 puso en marcha su plan con la Orquesta Sinfónica de la Juventud.
Aunque quiere que la orquesta sea una opción para que otros músicos venezolanos sigan ejerciendo su profesión, también recibe a colombianos, promoviendo la integración de artistas de ambos países.
Para qué una orquesta multicultural
“Esta orquesta sinfónica nace con el fin de construir un espacio de integración multicultural tanto de estudiantes y egresados colombianos de programas de música en el país, como venezolanos formados, muchos de ellos, en El sistema”, explica Eduardo. Y cuenta que el ejercicio de juntar a dos nacionalidades desde su cultura ha sido un éxito.
Sin embargo, Eduardo explica que esa integración no significa que el camino haya sido sencillo. Por eso, aunque la sinfónica arrancó en abril, no tuvo su primera presentación sino hasta cinco meses después, el 27 de septiembre de 2019. Ese día participaron 150 músicos colombianos y venezolanos, bajo la batuta del director venezolano Manuel López.
Durante esos cinco meses, además, Eduardo continuó su trabajo. Entre ensayos, empezó a formular nuevos proyectos que sirvieran a su meta de la integración musical.
El 8 de mayo arrancó el Coro de Juventud Colombo-Venezolano, con la dirección de Sara Caterine y Ricardo Gómez. Y el 20 de septiembre, siete días antes del primer concierto de la Sinfónica, anunció la creación de la Fundación para la Integración Musical de Colombia, que es dirigida por ocho músicos de ambos países.
Las dificultades de hacer música
Uno de los principales retos para sacar adelante la sinfónica, cuenta Eduardo, es que buena parte de los músicos venezolanos que participan en ella, tienen otros trabajos. Una realidad que dificulta los ensayos, claves en cualquier proceso artístico.
Estos se realizan dos veces a la semana entre las siete y las nueve de la noche; sin embargo, según Eduardo, “varios de los músicos trabajan en centros comerciales, restaurantes y panaderías y terminan sus turnos a las nueve, por lo que no pueden asistir”. La solución ha sido, entonces, que las filas de instrumentos (como los de cuerda o los de viento) ensayen de manera autónoma.
Lo que espera Eduardo es que, durante 2022, tanto la Sinfónica como el Coro tengan presentaciones mensuales. No solo porque la constancia es clave en estos procesos, sino porque así podría empezar a garantizar que los músicos tengan ingresos económicos.
Aunque es una meta a largo plazo, Eduardo está convencido de que es un trabajo que no se reduce a la interpretación de partituras: “Contribuimos a la formación musical de calidad acá en Colombia y promovemos la integración a través de la práctica colectiva. Es una acción que permite el reconocimiento de la integración social de la población, algo que impactará positivamente en el entorno”.