En Quibdó, mujeres afectadas por el desplazamiento se reunieron alrededor de las artesanías para transformar su dolor en arte.
Desde hace más de 20 años las mujeres y jóvenes desplazadas del departamento del Chocó decidieron resistir a la violencia y cambiar su historia de desarraigo a través del arte y la cultura.
Todo comenzó en el Coliseo Cubierto de Quibdó, lugar al que llegaron las personas víctimas del desplazamiento a buscar refugio. En este espacio una alemana, que ya no está en la zona, decidió dictar talleres de tejido y bordado como un medio de terapia para olvidar y resignificar lo vivido.
A través de esas enseñanzas las mujeres pudieron crear las muñecas negras, el producto insignia del proyecto Artesanías Choibá, originalmente pensadas como un regalo de Navidad para sus hijos.
El producto gustó tanto a la gente que las mujeres vieron una posibilidad de subsistir, por medio de la venta de estas y otras artesanías, en un nuevo territorio.
“Nuestras creaciones nos permiten tener el dinero suficiente para darle de comer a nuestros hijos. Nosotras resistimos a través de nuestras artesanías, porque somos madres cabeza de hogar que vivimos de lo que vendemos”, comenta Edelmira Robledo, integrante de Artesanías Choibá.
Las mujeres juntaron sus nuevos saberes y crearon Artesanías Choibá, dándole al proyecto el nombre del árbol de choibá, típico del Chocó.
Aunque con la madera del choibá se pueden hacer artesanías, las integrantes de Artesanías Choibá solo trabajan con aguja e hilo. El motivo por el que tomaron el nombre del árbol estuvo más encaminado a la fortaleza y resistencia que lo caracteriza. Según cuentan las tejedoras, sin importar cuántas veces lo golpeen, el árbol sigue firme.
“Esa fuerza y resistencia del choibá también la tenemos nosotras. Hemos sido resilientes a través de nuestra historia de desplazamiento, llegando a una zona donde nos tocó empezar de cero. Sin importar lo que nos pase seguimos aquí, luchando”, dice Elsi Dayana Mina, artesana del proyecto.
Mina trabaja en Artesanías Choibá desde hace casi 15 años. Entró al proyecto aún siendo menor de edad, después de recibir los cursos de bordado y tejido que impartían en la zona donde vivía con otros desplazados.
Para ella las artesanías son una forma de resistir pacíficamente, porque a través de ellas refleja su rechazo frente a la violencia que ha vivido.
“Nosotras deseamos seguir esparciendo nuestro producto, que la gente lo conozca. A través de este las personas encontrarán la historia de muchas mujeres que han sido víctimas del conflicto”, dice esta madre cabeza de hogar.
Gracias a las artesanías, Jeinny Amira García también ha podido generar ingresos para su casa, “sin tener que esperar que un hombre o alguien llegue a darme dinero, he podido producir ganancias por medio de lo que se hacer”, dice orgullosa.
Además, reconoce que el arte le ha ayudado a sanar, porque el hacer las artesanías la obliga a concentrarse, a hacer las cosas con amor y ese proceso ha ido curando sus heridas. “La resistencia es la fortaleza que tenemos sobre la violencia que hemos vivido”, opina.
Adicionalmente, García considera que entre las Artesanas de Choibá ha encontrado una familia, ya que comparte mucho tiempo con ellas y puede pedirles ayuda cuando lo necesite.
“Siempre que hay dificultades nos apoyamos. En los momentos de duelo o de enfermedad. También si estamos produciendo y simplemente necesitamos aguja o hilo, nos compartimos los insumos entre nosotras”, expresa.
En su caso particular, la realización de las artesanías se ha vuelto casi una actividad familiar, ya que sus hijos le ayudan en el proceso de creación. Incluso su hija estuvo participando en una capacitación en la zona de desplazados para asistir a una feria.
Que las nuevas generaciones busquen apropiarse del proyecto es muy positivo para Artesanías Choibá, ya que permitirá que el trabajo persista a lo largo de los años. Mientras tanto, en palabras de Mina, “aquí estamos hasta donde Dios nos permita estar. Hay quienes ya han fallecido, pero aquí nosotras seguimos dando la lucha”.