60 mujeres uitotas participan en un proyecto para que la chagra vuelva a utilizarse asiduamente en sus comunidades. Una apuesta por la seguridad alimentaria.
Mantener vivos los conocimientos y las tradiciones de su pueblo. Eso fue lo que motivó a Shary Jipa Garay a promover que en cinco cabildos indígenas en Caquetá se recuperara el uso de la chagra, un espacio comunitario para la siembra de distintos tipos de cultivos.
“La chagra es una práctica que desde hace tiempo se tiene en el pueblo Uitoto, pero con la invasión de muchas culturas, como la occidental, se había perdido en los jóvenes, solo lo practicaban abuelas y abuelos”, cuenta Shary, quien tiene 24 años y hace parte de la Asociación de Cabildos Indígenas del Alto Río Caquetá (Ascainca).
“La idea de nosotras es dejar, como lo llaman los colonos, un banco de semillas que es la chagra”, continúa la mujer. Cuando habla de un banco de semillas hace referencia a cómo es posible recuperar frutos que, por distintos motivos, se han dejado de sembrar en la zona. Una de las metas de las 60 mujeres dirigidas por Shary.
En todo el proceso, explica Shary, las mujeres mayores, las abuelas, de las comunidades han sido “parte fundamental del proyecto”. Esto, porque la chagra es un sistema tradicional de siembra rotativa entre las comunidades indígenas de la Amazonía.
Toda la comunidad, encabezada por las mujeres, participan en la siembra, cuidado y cultivo, y todas las personas se pueden beneficiar de los productos que se cultivan allí. Cuando termina la época de la cosecha, la comunidad deja ese terreno en el que se sembró para permitir que se recupere de esa intervención, y se busca un nuevo espacio en el cual ubicar la chagra.
Con esta idea en mente formuló el proyecto Cuidadoras de Saberes, fortaleciendo la chagra como herramienta de gobernanza social, territorial y de empoderamiento de la mujer murui muina. La propuesta la presentó en la convocatoria hecha a finales de 2020 por Visión Amazonía, del Ministerio de Ambiente, y el programa de Pequeñas Donaciones del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
La propuesta de Shary, que inicialmente contaba con el trabajo conjunto de 60 mujeres, fue una de las seleccionadas y en marzo de este año empezó su ejecución. Cinco chagras en los resguardos Bajo Aguas Negras, Manaye El Quince, Coropoya y Huitorá, y en el cabildo Parcialidad Ismuina.
En cada uno de estos lugares se creó una chagra. Originalmente eran 60 mujeres, para quienes estaba dirigido, pero con el tiempo se han sumado más personas, incluyendo hombres, hasta llegar a 160. “Trabajamos desde la complementariedad, porque el hombre y la mujer en el pueblo Uitoto somos complementarios”, relata. Y a continuación explica cómo se hace la chagra y por qué es algo que, eventualmente, incluye a toda la comunidad.
Cómo se crea la chagra
Lo primero que se hace, cuenta, es llevar la petición al mayor de la comunidad para que les dé permiso de trabajar en un determinado espacio. Luego “se hace la limpia, la especialización, pidiéndole permiso a la Madre Tierra” y, con eso, inicia lo que se conoce como socola, que no es otra cosa que la limpieza del terreno.
Después, es el momento de la quema controlada de la parcela donde será la chagra. En este punto, tradicionalmente, “el hombre va a la casa de la mujer y le dice ‘ya la chagra está quemada, es su turno de la siembra’”.
Cuando empieza la siembra, también inicia la transmisión de conocimientos. Esto, porque las mujeres se encargan de sembrar en compañía de sus hijos y nietos. A medida que siembran distintos alimentos, como yuca, plátano y piña, entre otras, las mujeres enseñan a sus descendientes todo lo relacionado con su cultura.
Fue eso, justamente, lo que llevó a Shary a plantear el programa de Cuidadoras de Saberes. “Yo miraba cómo las abuelas se estaban yendo del territorio o se estaban muriendo y ese conocimiento no se quedaba, porque los jóvenes prefieren buscar el mundo occidental”, pensó y se preguntó: “¿Por qué no volver al territorio y hacer nuestras prácticas culturales?”.
Por la seguridad alimentaria
El proyecto de las cinco chagras termina, en el papel, en marzo de 2022. Es decir, hasta ese momento es que contarán con el acompañamiento del Ministerio de Ambiente y del PNUD. Sin embargo, lo que quieren es que se mantenga y que se convierta de nuevo en una tradición de su pueblo.
En esa conservación también se encuentra rescatar cultivos que se han hecho difíciles de encontrar en la actualidad. “La meta que tenemos nosotras, las 60 mujeres que empezamos, es que a través de estas prácticas se rescaten las semillas propias del pueblo Uitoto, que hoy están desaparecidas”. Mientras que ahora siembran siete tipos de yuca en su territorio, antes sembraban hasta 23; una de ellas, la maraca amazónica, ya no se encuentra.
También la chagra, por nacer originalmente como una iniciativa de y para mujeres (aunque luego se sumaron hombres), se ha convertido en “un medio de empoderarlas en liderazgo, porque las capacitamos, planeamos la estrategia con las abuelas y decidimos cómo rescatar ese conocimiento y transmitírselo a las nuevas generaciones”.
“Esa vida que traemos de tradición, de chagra y todo lo que las ancianas nos han enseñado, se quiere olvidar, se quiere desaparecer y para que eso no suceda, a la juventud le estamos enseñando, le estamos trasmitiendo nuestros conocimientos y le infundimos la forma de trabajar en la chagra”, añade Rosa Flora Juisiamena, quien también es parte de Ascainca y participa en las chagras.
Adicionalmente, también ha resultado en un efecto colateral positivo. Shary dice que, por ser cinco chagras, cada una lejos de la otra, es difícil saber cuánta cantidad de comida se ha producido en los últimos meses; sin embargo, asegura que la iniciativa ha permitido “fortalecer la seguridad y la soberanía alimentaria”.
Por último, resalta que han servido como un medio para fortalecer los lazos en la comunidad: “Los jóvenes empezaron a incentivar a los demás para que volvieran a estos espacios propios de conocimiento espiritual del pueblo Uitoto”.
Para Shary y las demás mujeres, la culminación del acompañamiento por parte del Ministerio de Ambiente y del PNUD, no es el fin del trabajo que ya iniciaron: “Queremos crear una red de mujeres cuidadoras y que las chagras se mantengan, a la vez que nos articulamos con otros procesos dentro de la asociación. Queremos seguir fortaleciéndolo”.