Desde el jueves siete de abril y hasta el sábado 16 se realizarán en la capital caucana las procesiones de Semana Santa, Patrimonio de la humanidad.
Desde que tiene memoria, Fabio García recuerda que su mamá lo llevaba a ver las procesiones de Semana Santa de Popayán, a donde él llegó de dos meses de nacido luego de que a su padre lo trasladaran por motivos laborales desde La Plata, Huila, donde nació.
Cuenta que su familia es “una de esas anteriores”. Aquellas en las que no había nadie que faltara al llamado de sus padres, a las seis de la tarde, a sentarse en la sala de la casa a rezar el rosario, y en la cual, cada domingo, se asistía a misa sin falta.
Todavía hoy lo hace: “En la casa siempre hemos sido como la gente dice: católicos, apostólicos y romanos”. Estudió en colegios católicos siempre y de ahí “me fui encaminando hacia la fe, siempre me llamó la atención”, cuenta Fabio.
En los 56 años que tiene, y que lleva en Popayán, nunca se ha perdido una procesión, primero como espectador, y luego como carguero.
Comienza la Semana Santa
A partir del 7 de abril comienza en la capital caucana la celebración de lo que Guillermo Ospina, presidente de la Junta Permanente Pro Semana Santa, encargada de las procesiones, llama “el momento más importante para la ciudad”.
El Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, Fontur, la Arquidiósecis y la Alcaldía de la capital del Cauca extienden la invitación a turistas y locales para que participen de toda la programación de las conmemoraciones que fueron reconocidas como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco y que tendrán lugar del 10 al 16 de abril.
Luego de dos años en los que no se pudieron realizar las procesiones debido a la pandemia de covid-19, el gobierno municipal garantizará el cumplimiento de las medidas sanitarias para evitar la propagación del virus.
Y es que en Popayán, la Semana Santa tiene un sello particular que distingue su celebración de todas las demás: sus procesiones. Datan de 1556 y son hoy la única tradición de su tipo que ha sido declarada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) como patrimonio inmaterial de la humanidad.
“Después de dos años de pandemia, vamos a volver a tener en nuestras calles las tradicionales procesiones y eventos de Semana Santa, que, además, son patrimonio de la humanidad de la Unesco”, agrega Ospina.
Las festividades se inauguran con la lectura del Pregón: un evento de carácter cultural en el que una persona invitada da una charla sobre un tema de su elección, enmarcado siempre, claro, en la Semana Santa. “Es el acto de bienvenida de las tradiciones culturales religiosas ininterrumpidas más antiguas del mundo: son 466 años ya en los que hacemos los mismos recorridos, por las mismas calles”, explica Ospina.
Este año el Pregón está a cargo de Antonio Ayuso Márquez, presidente de la Cofradía del Santo Sepulcro en Murcia, España.
Con esto, se da inicio a las procesiones, que comienzan al día siguiente, con la procesión de la Virgen de los Dolores.
Los cargueros
Cada una de las siete procesiones que hay durante la Semana Santa está compuesta por un número específico de pasos, que simbolizan la pasión, la muerte y la resurrección de Jesús.
«En la del viernes salen siete pasos, el domingo salen dos. El martes y el miércoles salen 16; el jueves, 17; el viernes, 14, y el sábado, nueve», explica Fabio.
Los pasos son esculturas sostenidas por plataformas y altares decorados de manera diferente, según el santo que se carga. En ellos confluyen la talla en madera, la orfebrería, los bordados en hilos de plata y de oro, la escultura y la elaboración de arreglos florales, los cuales, aunque están fundamentados en una tradición puramente católica, hablan también del sincretismo cultural que a través de la historia se ha dado entre pueblos indígenas, afros, campesinos y españoles.
Sobre los hombros de los cargueros desfilan por las calles de Popayán los pasos, que pueden pesar desde 300 hasta 530 kilos, o incluso más, en los casos en los que los arreglos florales son particularmente grandes, explica Fabio.
Cada paso está a cargo de un síndico, quien se encarga directamente de su mantenimiento, así como de su decoración para las procesiones. Además, es quien decide quiénes serán sus cargueros durante la Semana Santa. Fabio comenzó a cargar en 1984 y desde entonces no ha dejado de hacerlo.
“Dicen que las procesiones son cerradas y que la tradición del carguío se debe heredar de padre a hijo, pero eso en mi caso no fue así. Yo no tengo ninguna ascendencia de cargues, sino que comencé por pasión y porque me gustaba”, cuenta.
En 1984, Aurelio Iragorri Hormaza, entonces síndico de uno de los pasos, no pudo asistir a la celebración de la Semana Santa y dejó encargado a un amigo y vecino de Fabio, quien conocía bien su devoción religiosa.
Ya desde niño Fabio había estado muy involucrado en la Semana Santa: comenzó como ‘pichonero’. Así llaman a los jóvenes que sacan los pasos y los llevan a cada una de las iglesias antes de la procesión.
“Así me fui encaminando. Ayudaba también en la limpieza de los pasos, cada vez me fui metiendo más hasta que comencé a cargar”, dice.
Su vecino fue quien lo puso como carguero, específicamente del paso de la Virgen de la Soledad, que pesa alrededor de 530 kilos, es el último paso del Viernes Santo y “es porque ya Jesús ha muerto entonces la Virgen está sola, aunque acompañada de 27 ángeles”, explica Fabio.
Y aunque hoy solo puede cargar una vez a la semana, pues la Junta, de la que además forma parte, ha puesto ciertas restricciones de edad para que más personas puedan ser cargueros, Fabio dice que “si hay algo importante en mi vida, es la tradición de la Semana Santa: lo hago toda la pasión y el fervor. Por eso estamos con toda la ilusión de meter el hombro, sobre todo después de dos años de pandemia”.
Así, este Viernes Santo, vestido con su tradicional túnico azul y acompañado de un paño atravesado sobre el hombro sobre el que reposa el paso, que además está decorado de violetas para simbolizar el luto por la muerte de Jesús, saldrá a marchar por las calles de Popayán.
«Hay una tradición: que generalmente los paños eran tejidos por las novias o las madres de los cargueros, pero como mi mamá no tenía tradición semanasantera y yo tampoco tenía novia en ese momento, me tocó mandar a hacer los míos», dice riendo Fabio.
Manteniendo viva la tradición
Contrario a lo que se pueda pensar, la tradición de la Semana Santa, explica Fabio, permanece viva con particular intensidad entre los jóvenes payaneses: “Si usted ve, un Jueves Santo para acotejar uno de los pasos (medirse en los pasos para que queden a la altura del hombro) se reúnen 40 o 50 muchachos, entonces no creo que vayamos a tener problema de reemplazarnos cuando ya no podamos cargar. La gente quiere entrar a formar parte de la Semana Santa”.
Cuenta, incluso, que los pasos más livianos, aquellos de 320 kilos, son cargados usualmente por jóvenes entre los 14 y lo 17 años.
Pero además, durante los días siguientes a la Semana Santa, se realizan en Popayán las ‘Procesiones chiquitas’, que no son otra cosa que una versión para niños de las procesiones tradicionales.
“Los recorridos son más cortos y se realizan sin los pasos que cargamos nosotros, pero todos los personajes son niños”, aclara Fabio.
Con eso, se les va inculcando a los más jóvenes el amor por una tradición que forma parte de la identidad payanesa, y que, para Guillermo, forman parte fundamental de la riqueza cultural, religiosa y artística del planeta: «Nuestro sello ante el mundo».