Yirley Velasco, sobreviviente de la masacre de El Salado, hoy lidera la Asociación Mujeres Sembrando Vida, que recorre las veredas del territorio para luchar por los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres.
La resiliencia, fuerza y el feminismo práctico se sienten en cada palabra que pronuncia Yirley Velasco, la lideresa de los Montes de María que, junto con otras mujeres, creó la Asociación Mujeres Sembrando Vida.
Pasó de ser, en sus palabras, “víctima a sobreviviente” y hoy trabaja incansablemente para que, en su territorio, uno de los más afectados por el conflicto armado en Colombia, las mujeres puedan tener una vida digna ejerciendo sus derechos sexuales y reproductivos.
Mujeres Sembrando Vida ha trabajado por aproximadamente 480 mujeres en Montes de María, acompañándolas en procesos de denuncia sobre violencia sexual y en la prevención del embarazo adolescente, para que decidan libremente sobre su cuerpo y su maternidad. Además, las respalda para sacar adelante emprendimientos que hoy se han convertido en espacios terapéuticos.
Sobreviviente y luchadora
En el año 2000, 450 paramilitares, que fueron apoyados por helicópteros, llegaron al corregimiento El Salado, en Carmen de Bolívar, y perpetuaron una masacre que condujo a la muerte de 60 personas, además de dejar varios heridos y víctimas de violencia sexual.
Yirley, a sus 14 años, fue víctima de violación. “El Salado es un pueblo pequeño y los días que siguieron a la masacre, todo el mundo sabía de lo que había vivido. No me quedé ahí, no dejé ni dejaré que me traten de ‘pobrecita’, porque, aunque fui víctima, seguí adelante: sueño que nunca a nadie viva esa tragedia”, cuenta la lideresa.
La mujer señala que quería ser psicóloga o trabajadora social, y aunque no fue a la universidad para obtener el título, su vida y el territorio le enseñaron a luchar por ella y por su comunidad.
Con el tiempo, Yirley empezó a escuchar que otras mujeres de su comunidad habían vivido experiencias similares a la suya. Y, en medio de diálogos, construyó las ideas que hoy la mueven para construir un territorio más digno.
“Me tocó parar y reinventarme. Empecé a aprender muchas cosas que en la mejor universidad del mundo no se aprenden. Aprender a escuchar a otras, a escuchar y a entender mi cuerpo, y aprender a luchar por los derechos que tenemos y las injusticias que vivimos las mujeres. Hoy lucho, entre otras cosas, porque el cuerpo de las mujeres no es un botín de guerra”, dice Yirley.
"Empecé a aprender muchas cosas que en la mejor universidad del mundo no se aprenden. Aprender a escuchar a otras, a escuchar y a entender mi cuerpo, y aprender a luchar por los derechos que tenemos y las injusticias que vivimos las mujeres".
La red de mujeres que siembra vida
Cuando la red nació entre 2005 y 2006, eran apenas cinco mujeres. En 2015, el grupo se constituyó legalmente como una asociación y, hoy 12 participantes, incluida Yirley hacen parte de Mujeres Sembrando Vida.
Uno de sus proyectos es un taller de costura que funcionó por mucho tiempo en el cuarto de Yirley. Allí hacen sábanas, cortinas y edredones, entre otras cosas, que han servido como una fuente de ingresos para mujeres en Carmen de Bolívar.
“Pero, es mucho más que eso. Hace un tiempo llegó al taller una señora que tiene 72 años. Su esposo la violentaba muchísimo y cosiendo lloraba, hablaba y nos contaba sobre todo lo que había vivido. Hoy, tiene un pequeño negocio y se logró separar de su esposo. Como ella misma decía: este espacio es sanador”, cuenta Yirley.
Y es que por las máquinas de coser de Mujeres Sembrando Vida han pasado mujeres con grandes historias de resiliencia.
Yirley cuenta que “hace tiempo rescatamos a una niña de cinco años, que encontramos en una vereda cercana. Había sido víctima de violencia sexual en manos de su padrastro y, cuando llegamos al lugar, la niña tenía agarrada una muñeca. No la soltó en ningún momento, ni si quiera cuando llegamos al hospital. Hoy en día Marisol tiene 18 años y nos enseñó a hacer muñecas, que tejemos para todos los 25 de noviembre, el Día internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres”.
Más allá de las agujas
El trabajo de Mujeres Sembrando Vida va más allá de su taller de costura, pues llevan a las veredas del territorio educación sexual y sobre derechos reproductivos. Yirley cuenta que han ideado miles de estrategias para superar las barreras que el machismo y el patriarcado les han impuesto para llegar a otras mujeres.
Una de ellas son las huertas caseras: “Tu dirás, ¿qué tiene que ver una huerta con la educación sexual? Todo… Porque en los lugares en los que los hombres no nos permitían llegar a decirles ‘lo que debían hacer’, fue a través de la siembra de semillas y arreglando la tierra que nos acercábamos a otras y les podíamos hablar sobre sus derechos”, cuenta Yirley.
Todo este trabajo lo adelantan en alianza con otras organizaciones de la sociedad civil, que apoyan su trabajo para llegar a las veredas del municipio. Además de la ruralidad, también han trabajado por mujeres que se encuentran privadas de la libertad en Cartagena.
Para Yirley, “si todas estas cosas ocurren en el campo, en los centros penitenciarios quizás es peor. Nosotras hemos hecho en el taller toallas higiénicas reutilizables; pero en las cárceles el acceso al agua es limitado, así que lavarlas es muy difícil. Seguimos pensando qué hacer en estos casos y trabajando para que las mujeres cada vez más tengan una vida digna”