Su participación fue importante para el avance de las tropas independentistas hacia los demás pueblos a lo largo del río Magdalena, lugar fundamental para el control económico en la época, y para la llegada de Simón Bolívar a otros territorios aledaños.
Entre 1810 y 1813 existía una rivalidad política y militar entre Santa Marta y Cartagena: la primera se posicionó del lado realista, es decir, en defensa al rey; mientras que la segunda defendía las causas independentistas. Vivir en alguna de las dos provincias y apoyar al bando contrario era considerado, por lo poco, traición.
Según cuentan los documentos históricos, un hombre llamado Agustín Gutiérrez y Moreno, originario de Santa Fe y en ese entonces secretario de la Junta de Santa Marta, simpatizaba con los ideales independentistas. Un día de 1811, en medio de un viaje, se detuvo en varios pueblos que bordeaban el río Magdalena hasta terminar involucrado en la redacción de un borrador de una carta que los habitantes de Sitio Nuevo, Remolino y Guáimaro le dirigían a la Junta de Santa Marta.
Steinar Saeter, historiador de la Universidad de Oslo y quien se ha dedicado a estudiar el periodo de la Independencia en la provincia samaria, describe la carta en su artículo ‘La relación entre Cartagena y Santa Marta, 1810-1813’ de la siguiente manera: “En la misiva se atacaba el sistema de gobierno adoptado por Santa Marta, el carácter despótico del gobernador y la falta de medios y educación de algunos miembros peninsulares del Cabildo, a la vez que no mencionaba casi nada de las condiciones de los tres pueblos”.
El mes siguiente de haber sido entregada la carta, en julio de 1811, la Junta de Cartagena ordenó, a nombre de Fernando VII quien era el entonces Rey de España, que Santa Marta conformara un gobierno similar al de ellos y enviara un delegado al Congreso en Santa Fe, pues Cartagena había decidido agregar un impuesto a las ventas del 12 % a los bienes importados de la vecina provincia para presionar a los samarios. Asimismo, se decidió que los tres pueblos debían quedar bajo la jurisdicción de Cartagena.
La Confederación del Magdalena, cuyo tribunal estaba en Guáimaro, también se creó en julio. ¿El objetivo? Poner los pueblos ubicados a lo largo del río Magdalena bajo la autoridad de Cartagena.
Para Guáimaro representó una carga muy grande, pues su nombre comenzó a aparecer en el radar como lugar central para la planeación de avanzadas militares y políticas. Tanto así que, ese pequeño pueblo que hoy es un corregimiento de Salamina, Magdalena, llegó a recibir el apoyo de tropas y buques de guerra menores para defender su adhesión a La Heroica.
En ese entonces, cuando el gobernador vio lo bien parada que quedaba Cartagena al tener de su lado a pueblos cercanos al puerto, decidió fortificar las poblaciones de Tenerife, Sitionuevo, El Piñón y Guáimaro, entre otras.
Pero en octubre de 1812 el general Pedro Labatut comenzó operaciones para recuperar los territorios. Se dice que Labatut partió sus fuerzas en cuatro divisiones con dos cañoneras y cinco bongos de guerra que disputaron la batalla a los alrededores de la zona.
Tiempo después, Simón Bolívar, interesado en conocer los pueblos del Bajo Magdalena, desembarcó con sus tropas en Salamina, municipio aledaño a Guáimaro cuyo nombre inicial era San Miguel de Punta Gorda.
Se dice que fue el mismo libertador el que propuso el cambio de nombre, a raíz de su similitud con la isla griega.
En el pueblo, Bolívar se encontraba departiendo en uno de los estancos del pueblo cuando escuchó hablar de una joven “de habla extraña” que vivía en el lugar. Se trataba de Anne Lenoit, de diecisiete años y ascendencia francesa, que hace más de 200 años habitó la casa de esquina que hoy tiene una placa en su exterior donde se lee “en esta casa habitó el Libertador».
Allí, se cuenta, Bolívar y Lenoit vivieron un romance tan grande, que incluso hablaron de matrimonio. Fue ella, años después de que se separaran, quien lo acompañó en sus últimos días de vida.