William y Edwin Quiroz, acompañados de su perro Zeus, tomaron la decisión de recorrer América Latina en una bicicleta. Su travesía inició a mediados de mayo de 2022.
William Quiroz trabajaba como independiente en una microempresa propia dedicada a proporcionar logística para eventos sociales, ponía la animación, la música, las luces, hacía las fotos, los videos y demás.
Edwin Quiroz, por su parte, trabajaba en una empresa de seguridad privada.
Ninguno de los dos había sido un buen deportista durante su vida y más allá de usar la bicicleta como medio de transporte, no eran aficionados al ciclismo.
Aun así, los hermanos, cansados de la monotonía de sus trabajos, la ciudad y sus estilos de vida, y motivados por querer hacer algo memorable, algo que recordar cuando sean mayores, tomaron la decisión de viajar por Suramérica en bicicleta.
Ya William había hecho un viaje similar de mochilero, recorriendo miles de kilómetros a bordo de vehículos de personas desconocidas, pero amigables, que decidían parar cuando veían su mano estirada en la carretera. Y cuando volvió con increíbles historias, su hermano Edwin dijo que él quería vivir lo mismo.
De niños, Edwin y William eran muy cercanos, recuerdan las carreras y travesuras que hacían en Bosa, localidad donde nacieron y crecieron. Terminaron el colegio, se fueron a prestar servicio militar en lugares distintos y el tiempo hizo lo suyo: los distanció y cada uno emprendió camino.
Con la pandemia del covid-19 volvieron a casa y, contrario a lo que les pasó a muchas personas, sumidas en la soledad y el encierro de las cuarentenas estrictas, Edwin y William se reencontraron y reconectaron.
Y fue ahí, sin poder salir, que decidieron que iban a emprender el más largo viaje de sus vidas: “Lo hicimos de una, dijimos ‘bueno, nos vamos’ y comenzamos a vender todo lo que teníamos y a juntar ahorros para financiar el viaje».
Pero además de los hermanos, a la aventura se sumó un tercer integrante: Zeus, el perro de cinco años de Edwin. Sin él, Edwin no se iba a ningún lado.
Estuvieron investigando y concluyeron que la manera más económica y conveniente para hacer un viaje de ese estilo, con un perro, era en bicicleta. Vieron varias experiencias de otras personas que lo habían hecho y entonces, con la plata de algunas cosas que habían vendido, compraron unas bicicletas.
Hoy, entrados en la tercera semana de su travesía, se encuentran en El Recodo, un municipio en Nariño, a unas dos horas de Pasto. De ahí emprenderán camino hacia Ipiales, para luego pasar a Ecuador, donde esperan permanecer alrededor de tres meses, así como en cada país extranjero que visiten en el Cono Sur hasta llegar a su meta final: Argentina.
Un nuevo estilo de vida
Contrario a lo que se pueda pensar, William y Edwin aseguran que, incluso sin ser antes aficionados por el ciclismo y recorrer cientos de kilómetros cada fin de semana, el viaje no ha sido tan exigente a nivel físico.
Reconocen que ha habido tramos de subida que los han agotado, pero que “como vamos sin afán, despacio, no hemos sentido tanto el cansancio”. Lo más duro, en realidad, han sido los días de lluvia. Tanto así que, antes de llegar a El Recodo, llovió tanto que en vez de pasar la noche en la carpa que llevan para los tres, como lo hacen de costumbre, decidieron hospedarse en un hotel para descansar y pasar el aguacero en un lugar un poco más cómodo.
Eso sí, dicen, más que un enorme esfuerzo físico, el reto ha sido adaptarse a este nuevo estilo de vida.
“Ahora vivimos el día a día, un poco en la incertidumbre de lo que pueda pasar: no sabemos dónde vamos a dormir, qué va a pasar con las bicicletas, incluso tuvimos un problema de seguridad, pero son cosas que uno aprende”, cuenta William.
Cuando pasaban por Neiva, cuentan, se hospedaron en la casa de una familia que generosamente les dio posada. A la mañana siguiente, sin embargo, no encontraron una de sus bicicletas ni tampoco sus equipos de grabación, con los que están documentando su travesía.
Afortunadamente, la familia sabía qué había pasado: uno de sus integrantes, con un pasado judicial escabroso, había aprovechado la confianza y había robado las pertenencias. La familia no dudó que había sido él y con ayuda de la Policía encontraron sus cosas.
Más allá de eso, el viaje ha sido “puro disfrute”. No han tenido problemas ni sustos en la carretera, ni siquiera cuando a centímetros pasan los carros o las tracto mulas: “Como ven que vamos despacio, con un perro, y con banderas que nos hacen bien visibles, pasan despacio o nos dan paso, entonces no hemos tenido inconveniente” cuenta Edwin.
A bordo de sus dos bicicletas, colgadas en morrales y maletas, llevan todo lo que necesitan: desde sus elementos personales hasta una carpa, un par de ollas para cocinar, sus alimentos, la comida de Zeus y demás.
Llevan tanto que, ya con cientos de kilómetros de experiencia recorridos, en Pasto esperan dejar varias cosas que no han usado: “Algunas cosas de cocina que trajimos pensando que las íbamos a usar, pero que no hemos sacado de la maleta. Así como algunas cosas para el frío, que tampoco hemos utilizado” afirma William.
"Las personas son todo, nos hemos encontrado con gente increíble"
En su recorrido se han cruzado con pueblos, municipios, veredas y corregimientos, así como paisajes naturales que los han dejado asombrados. Recuerdan en particular un mirador al que llegaron en su paso por Huila, luego de subir una intensa cuesta.
“La vista en ese lugar hizo que todo el esfuerzo que habíamos hecho, no solo en esa cuesta sino en todo el trayecto hasta llegar hasta ahí, hubiera valido la pena” dice William.
Sin embargo, mucho más que las espectaculares vistas, William y Edwin dicen que el factor que más los ha hecho estar seguros de querer continuar con el viaje, así como “lo más bonito”, han sido las personas con las que se han encontrado.
“Las personas son todo, nos hemos encontrado con personas increíbles, personas que nos han recibido como si nos conocieran, en sus casas, en sus pueblos. Eso ha sido lo más bonito”, dicen los hermanos.
Y agregan: «Con cada día van surgiendo nuevas metas, nuevos lugares a los que llegar, nuevos retos que afrontar y a veces lo vemos complicado: llueve, hace mucho sol, nos quedamos sin agua y no tenemos dónde abastecer, comenzamos a pensar que ya no podemos más. Pero luego vemos la entrada de algún pueblo, algún caserío, y la gente nos saluda, saludan a Zeus, nos ofrecen de tomar. Eso cambia todo, es una felicidad muy grande».
Su travesía la están documentando a través de redes sociales, específicamente en Instagram y en Tik Tok, donde ya tienen miles de seguidores. Y, aunque no estaba pensando desde el principio para eso, hoy los hermanos Quiroz dicen que con su recorrido y la documentación que de él están haciendo, esperan motivar a las personas a que “cumplan sus sueños, que se animen a hacer eso que han estado pensando hace mucho tiempo y que no se han atrevido a hacer, a que prueben cosas nuevas, que sí se puede” concluye William.
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