La Fundación She Is, en alianza con la NASA, llevará en agosto a 35 niñas de 21 departamentos al Space Center en Houston en Estados Unidos. En Colombia Visible charlamos con seis de ellas para conocer sus motivaciones e historias de vida.
Ser astronauta es el sueño de muchos cuando somos pequeños. Fantaseamos con explorar la infinidad del espacio, encontrar vida en otros planetas, viajar a otras galaxias y saber, por fin, por qué brillan las estrellas.
Son preguntas que a los niños, de infinita curiosidad, les revuelven la cabeza, les quitan el sueño y los llevan, en muchos casos, a investigar, leer y preguntar.
Es el caso de estas seis niñas, Jairem, Melanny, Zharick, Aynhara, Sara y Mariam, quienes auspiciadas por la Fundación She Is cumplirán ese anhelado sueño de la infancia y visitarán el mes entrante las instalaciones del Space Center de la Nasa en Houston, en una experiencia inmersiva durante una semana.
Eso en el marco del programa ‘Ella es astronauta’ que, como los otros de la fundación, busca acabar con categorizaciones machistas que de manera frecuente limitan a las mujeres y las encasillan en roles que les impiden desarrollarse de manera plena y ser quienes quieren ser.
“Queremos empoderar a las mujeres desde temprana edad, hacer que conozcan sus derechos y reconozcan sus capacidades para emprender y emplearse en diferentes áreas” cuenta Leidy Martínez, coordinadora del proyecto.
Así, durante su visita, las 35 niñas, oriundas de 21 departamentos y entre los nueve y 15 años, “tendrán contacto con astronautas que les contarán su experiencia y cómo llegaron a esa profesión; recibirán clases de robótica, tecnología, cohetes, entre otras cosas, y podrán experimentar los simuladores de astronautas”, agrega Leidy.
En Colombia Visible charlamos con esas seis, cuatro de ellas en video, quienes a pesar de su corta edad parecen ya científicas consolidadas, y nos contaron sus expectativas del viaje, sus intereses y gustos personales, su relación con la ciencia y el conocimiento, sus grandes sueños y lo que esperan aportar en sus comunidades con esta experiencia.
Las seis, con la sinceridad que caracteriza a los niños, nos recordaron una cosa que solemos olvidar cuando crecemos, aquejados y atareados por las responsabilidades que trae la cuadriculada adultez: nunca hay perder la capacidad de soñar.
Estas son las historias de seis maravillosas y brillantes niñas.
Jairem, la joven wayúu que será astronauta por una semana
Jairem Reyes nació en Uribia, La Guajira, la capital indígena de Colombia hace 13 años. Dice que ser wayúu es un gran privilegio y que le gusta, entre otras cosas, porque “las mujeres somos la autoridad, nacemos con ese don”.
La playa y el mar son dos de sus lugares favoritos, tanto que su mamá, su más grande amiga, le dice que parece un pescado metida en el agua todo el día. Fue allí que comenzó a interesarse por la ciencia: se quedaba mirando el sol caer y se preguntaba por qué se ve anaranjado el cielo, por qué Marte es rojo, por qué las estrellas son como son.
Además de astronauta, Jairem sueña con ser diseñadora gráfica, porque le gusta dibujar; oftalmóloga, porque le parece interesante que a través de los ojos se puedan diagnosticar enfermedades en todo el cuerpo; socióloga, porque quiere cambiar la realidad de su comunidad y bailarina, porque considera que lo hace bastante bien.
Desde pequeña ha estado involucrada en proyectos comunitarios con enfoque de género y se ha consolidado como líder infantil de comunidad, tanto que en su colegio varias de sus compañeras le repiten: ‘Jairem, quiero ser como tú’.
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Melanny, la joven estudiante de Saravena que irá a la Nasa
Para Melanny González la familia es lo más importante. Pero para ella, va mucho más allá que la de sus padres y sus hermanas, en todo caso la más importante. Así, Melanny dice que tiene muchas: la banda marcial de su colegio, en donde toca los platillos, y su municipio, Saravena, del que, a pesar de las duras condiciones de violencia que vive y ha vivido en su historia, espera poder mostrar todo lo bueno que tiene que ofrecer.
Y ahora que se va para la Nasa, quiere también poder acoplarse como una familia con sus compañeras ‘tripulantes’.
Es fanática del joropo, que baila desde que era pequeña, pero le gusta también el pop coreano, que escucha en su cuarto a todo volumen cuando llueve por las tardes. Sueña con pisar la luna y “quién sabe, en un futuro, pisar Marte. Sería grandioso”.
En su colegio, donde se ha convertido también en un referente para las niñas, la apodan ya como ‘La astronauta’ y sueña con construir la ‘Melanota: sala espacial del Sarare’, un salón espacial con el que quiere interesar a su comunidad, particularmente a las niñas, en temas de tecnología, cohetes, ciencia, robótica y claro, el espacio.
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En Barrancabermeja, Zharick sueña con ser astronauta y pastelera
A Zharick Vásquez, oriunda de Barrancabermeja, todo le parece bonito: el río Magdalena y los botes que sobre él navegan, los árboles grandes y las iguanas que de ellos bajan, su mamá, el color azul y el espacio.
No puede decidir qué le gusta más: si la ciencia, las matemáticas y la literatura, o la pastelería. Sueña con ser ingeniera de sistemas y astronauta, pero también pastelera, pues dice que con una galleta o un pastel, a cualquiera se le arregla el día.
Le preocupa la contaminación del río Magdalena a causa de los desechos de las petroleras y la poca cultura ambiental que hay en su municipio, particularmente de los adultos. Por ello, dice que los niños deben comenzar a enseñarles que “usted sin agua no vive, no hay vida. Sin agua, se acabó todo”.
Además, se describe a sí misma como una ‘agente de cambio’ y es que, a sus 12 años, efectivamente lo es: está convencida de sus capacidades y la de todas las mujeres, por lo que no duda en recordárselo a sus compañeras cuando dudan de sí mismas: “tenemos que aprender a querernos, a empoderarnos y decir ‘yo puedo hacer cualquier cosa’, podemos ir más allá de las estrellas”.
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Aynhara, la niña genia del Chocó que recibió una invitación a la Nasa
Aynhara aprendió a leer y a escribir sola, antes de cumplir dos años. Toca piano desde los cuatro y con 11 años está cursando el grado noveno, donde sus compañeros tienen hasta seis años más que ella.
Su coeficiente intelectual la ubica como una niña superdotada o ‘con talentos excepcionalaes’ y está más cerca de tener una mente como la de grandes científicos de la humanidad, como Stephen Hawking y Albert Einstein, que la de una persona promedio.
Quiere estudiar ingeniería espacial y medicina pues además de encontrar curas para enfermedades como el cáncer, quiere aprender acerca de Marte y las estrellas. Investigar acerca de lo que no conoce es una de las cosas que más le gusta hacer, pero se disputa el primer lugar con ir a patinar al malecón de Quibdó, de donde es oriunda, o bañarse en el río Tutunendo en compañía de sus padres.
Dos de sus grandes referentes son Francia Márquez y Michelle Obama, dos mujeres negras a las que considera como modelos por los lugares que han llegado a ocupar, así como por “resaltar el empoderamiento femenino y los derechos de la gente”.
Desde hace tiempo es un referente y un modelo a seguir en su colegio y ahora quiere construir un observatorio para que “los niños de este departamento, donde no hay muchas oportunidades y no se ven muchas de esas cosas por acá, puedan conocer acerca de los astros, el espacio, los planetas y se interesen más por estos temas.”
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Sara Mondragón se va a la Nasa con la motivación de inspirar a otras niñas de Guaviare
Sara parece no haber desarrollado la timidez. Le fascina hablar, al punto de que a veces le tienen que decir que deje participar a las otras personas. Tiene una mente a la que los pensamientos no paran de llegarle: cada idea conduce a otra en una cadena casi infinita de la que no es fácil sacarla.
Aun así, tiene sus ideas claras y sobre todo una: está cansada de los estereotipos hacia las mujeres. Por ello, está desarrollando el programa ‘Programadoras del futuro’, una escuela de programación para niñas de su colegio, que ella dirige y maneja.
Con los conocimientos de robótica que ha adquirido en la Escuela de Robótica de San José del Guaviare, a donde la llevan sus padres todos los sábados, Sara les ha enseñado a las niñas de su colegio.
De sus padres heredó un profundo amor por el campo y desde que tiene memoria la finca es uno de sus lugares favoritos. Le gusta “gritar, saltar, correr. No tengo que cumplir reglas y cuando me canso voy y corto un pedazo de caña y me lo como”.
Sueña con ser médica y piloto, así como con tener un perrito, pues ahora sus papás no la dejan, y con no hacer aseo, porque no le gusta lavar ollas.
Y aunque ‘Programadoras del futuro’ es exclusivamente para niñas, Sara también ha comenzado a enseñarle también a los niños, “porque ellos también tienen derecho de aprender”, eso sí, en un grupo aparte.
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Mariam, la niña de Puerto Tejada que quiere que las mujeres vayan a la luna
A Mariam Arboleda le fascinan las historias de fantasía, pues estimulan su imaginación y la llevan a soñar con crear cosas que beneficien a su comunidad, como robots que se encarguen de los trabajos de cuidado, que recaen mayoritariamente sobre las mujeres, “y así puedan ir a trabajar y cumplir sus sueños sin preocuparse por quién atiende a sus hijos”.
Le encanta vivir y haber nacido en Puerto Tejada, en el Cauca, pues dice que es un ambiente muy gentil y sereno, donde las personas son muy afectuosas, cosa que a ella en lo personal le gusta porque se define como una niña muy sentimental a la que le gusta “dar y recibir cariño”.
Por eso, cuenta, quiere estudiar medicina y particularmente pediatría, pues para ella no hay cariño más sincero que el de los niños, a quienes espera poder ayudar y sanar a través de su carrera. Además, dice que quiere devolver todo el afecto que de pequeña recibió estando en la unidad de cuidado intensivo a causa de la Gastrosquisis con la que nació, una condición, dice ella, que hizo que “naciera con el estómago abierto” y que la mantuvo de cirugía en cirugía durante sus primeros años.
Como todas, se ha convertido en un modelo a seguir para los niños de su comunidad que, según cuenta su padre, hacen fila en la puerta de su casa para felicitarla por el viaje que emprenderá en agosto, así como para pedirle ayudas en las tareas y otros quehaceres escolares.
Por lo pronto, impulsada por una curiosidad inherente, está emocionada de conocer a sus compañeras de quienes espera aprender mucho, pero también “recochar mucho”, otra de sus actividades favoritas.
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