‘Cantos al río’ es una campaña que busca recaudar fondos para hacer una ‘Casa del canto’ para las cantaoras de Bojayá.
Para Ana María Muñoz, antropóloga y productora de la película ‘Cantos que inundan el río’, “el cine y cualquier propuesta artística que tenga alguna conexión con territorios, tiene que tener una cultura activista”, que busque generar un cambio en la comunidad donde se grabó.
Por eso, el equipo consideró importante preguntarles a las cantaoras qué participaron de la película ‘Cantos que inundan al río’, acerca de lo qué esperaban conseguir con el film una vez que este estuviera listo más allá del reconocimiento o acompañamiento a sus procesos. Y finalmente, todas coincidieron en que querían poder tener un espacio donde cantar.
Las cantaoras de la comunidad de Pogue, lugar donde se grabó ‘Cantos que inundan al río’, llevan a cuestas todo el día estas tradiciones del canto, en sus casas y sus cocinas.
Pero, según explica Muñoz, cuando lo quieren a compartir con los jóvenes que conforman el semillero de alabaos de la comunidad, les toca reunirse en un balcón, en la calle o montados en un bote, porque “no hay dónde hacerse en el pueblo”.
Cada uno lleva su silla, los que no se sientan en el piso y buscan el espacio para preservar sus tradiciones.
“Queremos tener una casa para las cantaoras, porque en ella nos podremos reunir a hacer los trabajos de ancestralidad y a propagar esta herencia a los niños de nuestra comunidad, a los jóvenes del semillero”, comenta Luz Marina Cañola, residente en Bellavista de la comunidad de Pogue e integrante de cantaoras ‘Voces de resistencia.
“Esta casa, este espacio propio, nos ayudará a conservar y preservar la tradición. En él podremos hacer los encuentros, que antes hacíamos en cualquier casa familiar de alguna compañera y será un lugar de enseñanza”, opina Máxima Astrid de Palemeque, cantaora también integrante del grupo ‘Voces de resistencia’.
El deseo de quienes crearon la película ‘Cantos que inundan el río’, es que quienes vean el film piensen en los horrores, silencios y la indiferencia por la que ha pasado esta comunidad y se pregunten a sí mismos, ¿qué pueden hacer para ayudar?.
“Los públicos son activos, pueden asociarse con las cantaoras y apoyarlas, por ejemplo, a través de la campaña ‘La casa del canto’ que está en la página web cantosdelrio.com”, recuerda Muñoz.
Las cantaoras invitan a apoyar este proyecto, porque ‘Voces de resistencia’ es una agrupación que defiende la cultura ancestral, ayuda en el proceso de paz con sus voces, denuncia, resiste y persiste con su canto.
“Si tenemos una casa habrá más maestros de la comunidad y se mitigará la violencia, porque nos encontraremos nosotras y los jóvenes para evitar que ellos deambulen”, dice Astrid de Palemeque.
Instruir a las futuras generaciones también servirá para que los alabaos nunca desaparezcan en la comunidad y permitan que Bojayá siga resonando en Colombia.
“Cuando yo nací encontré los cantos y nuestra meta es seguirlos cuidando y propagando. En medio del conflicto armado estos cantos nos visibilizaron y permitieron que se reconocieran las problemáticas que existían en nuestra comunidad, porque nosotros cantamos y hacemos la crítica de lo que nos ocurre”, explica Cañola.
Estas cantaoras no solo repiten los alabaos antiguos, heredados de generación en generación, sino que también componen nuevos cantos, asociados al cuidado de la vida, a la protección del territorio y a las reclamaciones de paz.
Pero, al ser una cultura muy oral, pasa mucho que a las integrantes se les olvida la letra. Pero oficializando un semillero en un espacio fijo, Muñoz opina que también se podrán salvaguardar estas letras, porque se podrán transcribir en cuadernos con ayuda de los niños y dichos elementos quedarán protegidos en esa casa.
“La casa es un espacio, pero también es un compromiso para salvaguardar el canto a través de materiales como cuadernos, libros, equipos y cómputos, ese es el verdadero proyecto”, dice Muñoz.
En total se deben recaudar 16 millones, de los cuales ya han recolectado cerca de seis. Ese dinero se utilizará para conseguir los materiales para hacer la casa y aportar con los equipos con los que puedan digitalizar y guardar las canciones
La comunidad pondrá el terreno, porque “esas son tierras de propiedad colectiva”, explica Muñoz, y ya el concejo comunitario de Pogue dio la aprobación del uso del lote para el proyecto.
La comunidad también pondrá el recurso humano para la construcción, porque son ellos quienes siempre hacen las casas de la zona, que deben tener ciertas características como estar hechas de maderas finas del Chocó, que son las que aguantan cuando el río se sube.
“Siento que estos cantos, como la película, nos ayudan a hacer las pases con nuestra propia historia. Estos son cantos para sanar y creo que en esa medida, si vamos a dejar algo para las nuevas generaciones, es esa lección de la sanación a través del arte, del compartir”, dice Muñoz.
Y continúa, “estos cantos son muy necesarios para este país y para este proceso de sanación que tenemos. También son importantes, porque expresan la riqueza cultural del Chocó, la cual está principalmente en la mente de las personas. Esta ‘Casa del canto’ es una forma de materializarla, de bajarla a cosas que podemos palpar y guardar durante muchas generaciones”.