Con la 'bibliomotico', la biblioteca comunitaria La Bellecera, en Piedecuesta, Santander, lleva literatura a las poblaciones más apartadas e incentiva a los pobladores a escribir sus historias de vida y las del territorio que habitan.
Desde 2018, atendiendo la necesidad de extender su campo de acción a las poblaciones más apartadas de Santander, Sebastián Peña, integrante de la biblioteca comunitaria La Bellecera, ubicada en el barrio Cabecera del municipio de Piedecuesta, se ideó la ‘Bibliomotico’ una herramienta dinámica que reparte y recoge letras en las zonas rurales aledañas.
Se trata de la ‘Bibliomotico’, una moto a la que él y un grupo de amigos le añadieron un armazón que sirviera de estante para transportar y exhibir libros de literatura para niños y jóvenes. Su intención siempre fue llegar esos lugares en los que muchas bibliotecas municipales no ofrecen servicios que les garanticen el derecho a la lectura y el acceso a la información.
La ‘Bibliomotico’ hace parte de la Corporación Literatónica, creada para defender “el derecho de acceder a los libros”, y es manejada por Sebastián quien, todos los fines de semana, selecciona una comunidad diferente para llegar con historias. «Consumir historias de ficción es casi que una necesidad de nuestra especie”, agrega.
Dice que, en lo posible, trata de llevar libros con ilustraciones, o tipo Pop-up, para despertar aún más el interés de los menores que, sin presión, se acercan al vehículo llenos de curiosidad.
“Cuando llegamos a los parques de esos barrios que, en su mayoría, fueron invasiones, no debemos preocuparnos por un planear acciones para convocarlos. Los niños llegan solos y toman los libros”, comenta Sebastián quien, además de voluntario en La Bellecera, es profesor de español y literatura.
La Bellecera comenzó oficialmente como biblioteca comunitaria en febrero de este año. Está conformada por varios colectivos: Festival de la Tigra, Señal Sur, la Batucada Guaricha y Literatónica. Cada uno está a cargo de una línea de acción cultural dentro del espacio. Sin embargo, uno de sus pilares es que la biblioteca pueda seguir funcionando sin importar el colectivo que esté pues, para Sebastián, en el fondo, es la comunidad la que la direcciona, respalda y alimenta.
Sebastián explica que uno de los objetivos de Literatónica no solo es llevar libros, sino también trabajar la memoria y la escritura creativa tanto de los territorios como de sus habitantes.
“La vida misma es sujeta a contarse”
Con el transcurso del tiempo, quienes impulsan la ‘Bibliomotico’ se han dado cuenta que el interés, en ocasiones, no es únicamente de los niños, sino también de los padres. Con ellos aprovechan el espacio para involucrarlos y sembrarles la idea de que “el acercamiento al libro es fundamentalmente desde el hogar”, explica Sebastián.
Además, uno de los proyectos de Literatónica es desarrollar su propia línea editorial enfocada en el rescate de las historias locales, contadas a través de las voces de sus protagonistas.
Hasta el momento han logrado publicar varios fanzines y dos libros en los que recopilan historias alrededor de, por ejemplo, la importancia que ha tenido el Río de Oro, que alimenta Piedecuesta, en la configuración de las comunidades en cuanto a construcción familiar y convivencia:
¿Cómo han crecido las familias alrededor del río? ¿Qué papel ha tenido el río en el conflicto armado que azotó la zona a principios de los años 90? Son algunas de las preguntas que plantean en las sesiones, luego de definir los temas a tratar con los participantes.
“Hacemos alrededor de seis sesiones de escritura. De ahí salen unos microrelatos que no superan las 300 palabras, en los que las personas hablan de sus vivencias en la casa, los personajes importantes del barrio que se mantienen, las costumbres que han desaparecido y demás”, agrega el conductor de la ‘Bibliomotico’.
Uno de los relatos que más recuerda está relacionado con los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María Claretianos. En el barrio Cabecera, desde 1985 hasta el 2006, estos misioneros tuvieron presencia en el lugar e impulsaron la construcción de viviendas de interés social que comenzaron a ser asignadas a las familias que llegaron a Bucaramanga desplazadas por la violencia. Eso marcó tanto a las comunidades que aún hay historias alrededor de lo que era deambular por distintas partes del país.
Espacios como La Bellecera y la Bibliomotico les reiteran a las personas su derecho a la lectura, la información y la palabra.
“En un país como el nuestro, por lo general eso les ha sido negado. Tener un lugar seguro para expresarse es un acto simbólico”, agrega el promotor de lectura, quien en cada jornada trabaja para desmitificar la idea de que quienes escriben son casi que “escogidos por Dios” pues, según él, la vida misma es sujeta a contarse.