Desde las mochilas de los pueblos indígenas de la Sierra Nevada hasta la comunidad que se inspira en una ciénaga para elaborar sus piezas de arte, lo invitamos a realizar un trayecto por los oficios y las tradiciones de la región.
Las mochilas y chinchorros de la comunidad wayúu en Riohacha, Guajira
Las mochilas son una de las máximas expresiones de la cultura wayúu. Las hay de diferentes colores y tamaños, dependiendo la función para la cual se necesiten: si es para llevar trasteos se le conocen como ‘susuainiakajatu’ y suelen medir más de 60 centímetros. Por otro lado, las que utilizan los hombres junto al cinturón se conocen como ‘susuchon’ y son más pequeñas: miden hasta 15 centímetros.
Aunque en todo el departamento se pueden adquirir estas coloridas piezas, la mayor actividad de artesanías con fibras blancas (mochilas y chinchorros) está en Riohacha, la capital.
Los productos son piezas de arte que reúnen elementos sagrados para la cultura wayúu, como los símbolos con los que representan las castas de cada pueblo, que son los que aparecen adornando las mochilas que se tejen a partir de la fibra del maguey, el algodón, en crochet o ganchillo.
Es común ver las mochilas, chinchorros y túnicas colgadas afuera de las rancherías. También, en el camino, es usual encontrarse a las mujeres tejiendo con la cara negra por un bloqueador natural hecho de cebo de chivo y hongos que se aplican para cubrirse del sol. Son ellas quienes tienen la tarea de continuar preservando estas técnicas ancestrales.
Las mochilas de las comunidades indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta, Magdalena
En la Sierra Nevada de Santa Marta y alrededores, durante muchos siglos, se ha visto a las personas utilizar las tradicionales mochilas indígenas de los pueblos kogui, arhuacos, kamkuamos o wiwas, los cuatro que habitan la gran montaña.
Estas mochilas se tejen con lana de ovejo o fique –dependiendo el pueblo-, y se caracterizan porque las mujeres que las tejen suelen dejar mensajes plasmados en ellas a través de símbolos y patrones. Además, cada comunidad maneja sus propias ‘reglas’ para utilizarlas. Cargar en ellas solo lo que es verdaderamente necesario para vivir es una.
Su elaboración se transmite de generación en generación y, por lo general, las niñas suelen aprender el oficio de sus abuelas desde muy pequeñas. De hecho, la primera mochila que tejen deben dársela a un mamo como ritual de iniciación a la vida en comunidad.
La mayor actividad comercial de estas artesanías se encuentra en Santa Marta y pueblos aledaños a la Sierra Nevada, como Minca.
Las artesanías con palma estera de Chimichagua, Cesar
En el municipio de Chimichagua, ubicado en la parte noroccidental de Cesar, la población utiliza la palma estera para fabricar desde individuales hasta cortinas y cuadros de mesa. Al igual que en San Jacinto, las esteras necesitan de un telar vertical que soporte las fibras y permita ir moldeando el marco dependiendo el tamaño que se quiera para el producto.
Una estera puede tomar de doce días a un mes en ser fabricada, dependiendo el diseño. Este elemento es utilizado, incluso, para acostarse a dormir en algunas zonas.
Las máscaras de carnaval en madera de Galapa, Atlántico
Las artesanías en madera son una de las más tradicionales del departamento del Atlántico, junto con las de palma de iraca de Usiacurí. Durante todo el año, en Barranquilla y Galapa se fabrican máscaras alusivas al carnaval, tarjeteros, lápices, separa libros, servilleteros y demás objetos. Todas son en madera y pueden tardar en ser elaboradas de 12 horas a 5 días, dependiendo su tamaño que, por lo general, no suele ser tan grande, a diferencia de lo que ocurre en otras regiones de Colombia como las máscaras del Valle de Sibundoy, en Nariño.
En las máscaras de madera con temáticas carnavaleras aparecen retratados toros y jaguares, dos animales típicos dentro de los bailes de la festividad. Los artesanos los tallan utilizando tornos, taladros, taladoras y sierras. Luego deben lijar, pulir y pintar el objeto con colores brillantes.
Se dice que estas máscaras zoomorfas de madera se originaron en África, donde estuvieron asociadas a rituales de caza y cosecha, y que la tradición fue revivida durante la colonia por esclavos en Cartagena. Para ellos, las máscaras eran elementos de memoria y reconocimiento de su identidad.
Las artesanías en palma de iraca de Usiacurí, Atlántico
La palma de iraca es el material distintivo de las artesanías de Usiacurí. Con sus fibras se fabrican desde bolsos hasta aretes de diferentes colores, tamaños y técnicas, como el ojito de perdiz, rombo bordado o nudillos de cuatro pasadas. Cada una de ellas le aporta un diseño diferente al objeto.
La palma de iraca no crece en el Atlántico; es llevada al municipio desde Cesar, Bolívar y Santander. La tradición comenzó, según dicen en el pueblo, cuando una extranjera llevó a lugar un cofre tejido con hilo. Fue entonces cuando a una nativa se le ocurrió replicar la técnica y comenzar a agregar alambre a la palma para darle formas más resistentes y crear todos esos artículos funcionales que hoy elaboran.
En el centro del pueblo, de hecho, hay una zona designada para la comercialización de estas artesanías.
Las hamacas de San Jacinto, Bolívar
San Jacinto es un municipio ubicado a una hora y media de Cartagena, por carretera, y en toda Colombia es referente en la producción de coloridas hamacas de algodón.
La tradición del tejido la heredaron los habitantes de los indígenas zenúes, quienes también iniciaron la tradición de dormir en hamacas en el pueblo.
El producto, que puede tardar entre 8 a 15 días en ser elaborado en promedio, se puede encontrar en casi todas las calles del pueblo, que también es un referente en elaboración de gaitas.
El sombrero vueltiao de San Antonio de Palmito y Sampués (Sucre) y Tuchín (Córdoba)
Uno de los elementos más característicos de la región Caribe colombiana es el sombrero vueltiao, que se elabora con la fibra vegetal extraída de la palma caña flecha (propia de Córdoba y Sucre). La técnica también fue desarrollada por los indígenas zenúes que habitaron los valles del río Sinú y San Jorge hace cientos de años.
Para su elaboración, los artesanos solo utilizan tres colores: natural, blanco y negro. Además de los tejidos a mano, las fibras deben unirse también deben reforzarse con ayuda de máquinas de coser. Cada ‘pinta’, o patrón, hace alusión al taller de un artesano. Un sombrero puede tardar en ser fabricado, en promedio, diez días.
Aunque el sombreo vueltiao sea el más conocido, también se comercializan otros objetos con caña flecha, como manillas, cojines y monederos. El 18 de junio, de hecho, es el Día del Sombrero Vueltiao.
San Antonio de Palmito se encuentra a media hora de Sincelejo; Tuchín se encuentra a una hora y media en carro desde Montería.
Artesanías con palma de seje de Ayapel, Córdoba
La cestería con palma de seje es uno de los oficios más comunes entre los artesanos del municipio de Ayapel, en Córdoba.
En Ayapel se halla el Complejo Cenagoso de Ayapel que, gracias a sus más de 54 mil hectáreas y su cantidad de biodiversidad, fue nombrado como sitio Ramsar de importancia Internacional. Allí, hace varios años, decenas de personas se acercaban a pescar, pero cuando la actividad disminuyó -igual que la minería-, cientos de personas se volcaron hacia la actividad artesanal para conseguir un sustento diario.
Hoy, algunas trabajaban cortando la palma; otras soldando los esqueletos de los canastos y otros tejiendo. La gran mayoría de piezas son inspiradas en la naturaleza de dicho ecosistema: peces, canoas, aves.
Con dicho material se fabrican jarrones, lámparas, bandejas y aplicaciones para la pared.