Daniella Rubiano, fundadora de MoM – Medicina de la Montaña, difunde los beneficios de la medicina herbal con productos que cultiva al oriente de Medellín.
Frambuesa, cúrcuma, sauco, ortiga, diente de león, alcachofa, rosa y toronjil. La mayoría se siembran en una huerta del corregimiento de Santa Elena, en el oriente de Medellín. Luego de que la semilla germina, se cuidan hasta la cosecha. Después, las dejan en reposo durante un ciclo lunar: un mes exacto. Por último, las maceran en alcohol o en glicerina vegetal.
Ese es, en pocas palabras, el proceso que hace Daniella Rubiano con MoM – Medicina de la Montaña, que creó en 2020. Un proyecto que desarrolló durante buena parte de su carrera como bióloga, mientras estudiaba fuera de Colombia.
En Australia estudió permacultura, que es el diseño de espacios pensados desde la convivencia con el espacio. En Canadá trabajó con una empresa de cannabis medicinal y en Estados Unidos hizo parte de una organización similar a lo que es hoy MoM.
Por eso, al volver a Colombia parecía apenas natural que su carrera siguiera por ese camino. Además, Daniella se convirtió en mamá: «A través de la medicina herbal, encontré respuesta a mis necesidades como mujer”, dice.
Medicina desde la maternidad
“Soy madre, por eso se llama MoM”, dice Daniella, quien está próxima a cumplir 36 años. Y agrega: “Nace desde mis necesidades y también va al ritmo de mi maternidad. La persona que pilotea este proyecto es una madre cuya semilla que más riega es su hijo. Este proyecto va al ritmo de su cuidado”.
Una idea que se traduce en la forma en la que surgió MoM. Antes de que fuera un emprendimiento consolidado, con un nombre incluso, lo que hacía Daniella era compartir los tratamientos medicinales con su familia y amigos. “Empecé a compartirlos con cercanos y se fue yendo solito, empezaron a llegar referidos que buscaban ayudas, que necesitaban una alternativa. Fue entonces que lo bauticé”.
Las personas que llegaban, y aún lo hacen, cree Daniella, es porque “tienen el cuidado de su salud como un estilo de vida. No es que estén necesariamente enfermas, sino que buscan prevenir y cuidarse. Son personas que quieren estar sanas, que se anteponen a la enfermedad y se cuidan para evitarla”.
Actualmente, MoM tiene nueve referencias repartidas en cuatro categorías: sistema inmune, sistema reproductor femenino, plantas depurativas y dolor. Sirven, dice, para tratar enfermedades como gripas, resfriados, fiebre, síndrome de ovario poliquístico, ciclos irregulares, problemas del hígado, de circulación, dolores corporales, inflamación, artritis e insomnio.
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Reconectar con la naturaleza
“Una de mis misiones con este proyecto es reconectar a las personas con la bondad de la madre naturaleza. Que reconectemos con esa medicina que está ahí, disponible para nosotros y nos pertenece”, dice, al reflexionar sobre el objetivo de su trabajo.
Sí, las medicinas herbales son para el cuidado personal. Pero ella también lo ve como algo más: “Las plantas son una guía, unas maestras que están desde antes que nosotros. MoM es reconectar con eso que nos quieren brindar para que nuestra estadía sea sostenible”.
Su trabajo, agrega, no riñe con las medicinas hechas por la industria farmacéutica. Según explica “las plantas con las que yo trabajo no presentan alteraciones al combinarlas con medicamentos. Soy muy fan de mezclar las bondades de ambos mundos”.
Por es, su interés no es quedarse exclusivamente en la comercialización de las medicinas herbales que hace en Santa Elena. Hace algunos meses creó un proyecto educativo que se llama Escuela Ecléctica Herbal, en referencia a la rama de la medicina que surgió a mediados del siglo XIX en Estados Unidos y que consiste en el uso de plantas medicinales según el conocimiento de los nativos americanos.
La idea, explica, es promover ese conocimiento de las plantas. Y que se recupere, como lo dice ella, “el lenguaje perdido entre las plantas y el ser humano”.