Laura Ceballos inició Ser Marea como un proyecto artístico. Sin embargo, ha trascendido para volverse un movimiento que apuesta por reutilizar los residuos para evitar que contaminen.
Son pedazos de vidrio, plástico y otros desechos que las olas del mar han golpeado muchas veces, y durante tanto tiempo, que han cambiado su forma, su color, su textura. Algunos los ven como basura. Otros como objetos coleccionables. Sin embargo, para Laura Ceballos fueron un vehículo para el arte que se convirtió en Ser Marea, un movimiento para el cuidado del planeta.
Se trata de una iniciativa que busca incentivar la circulación de residuos plásticos o su reutilización, para evitar la contaminación del mar. Lo hace en la actualidad, por ejemplo, con los tapabocas que se desechan en cantidades alarmantes desde el inicio de la pandemia del covid-19.
“Trabajamos en un proceso con una fundición, pues los tapabocas, por ser de plástico, se pueden convertir en líquido. Estamos trabajando con aliados y aliadas para, con ese líquido, hacer macetas o convertirlos en objetos en los que podamos alargar su vida”, dice. Y es un trabajo en comunidad. A fin de cuentas, insiste, es un asunto que surge desde la solidaridad y la cooperación.
Un origen artístico
Pero el origen fue personal. Laura es egresada y profesora de cátedra del Departamento de Arte de la Universidad de los Andes. En un viaje al mar, al ver el impacto de la presencia de las turistas en el ecosistema, hizo un compromiso.
“Comienzo a recolectar estos vidrios que pule el mar y grabo en ellos frases y palabras que luego regreso al mar. Y por cada fragmento prometo recoger una bolsa de residuos”, relata. Sin embargo, no era una promesa sencilla para una persona sola. De acuerdo con National Geographic, “la mejor estimación, de 2015, calcula que hay casi 150 millones de toneladas” de plástico en el mar.
Por eso, cuenta Laura, “contacté a la gente de comunidades costeras, pero no es un problema solo de ellos. Nos involucra a todos. El movimiento se convirtió entonces una reacción a cómo evitar que nuestros residuos terminen en el mar”.
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Comenzó realizando jornadas de reciclaje y “una serie de acciones, de corte pedagógico para, sobre todo, cambiar los hábitos de consumo”. Un ejemplo de ello es el de los tapabocas: “es un asunto muy agobiante, pero empezamos con amigos y familia a recolectarlos para contener su impacto”.
Una red de contención para el mar
En el marco de la convocatoria del Premio CambiARTE, Ser Marea llegó hasta Buritaca, en Santa Marta (Magdalena), en 2021, con una propuesta para impactar a la comunidad, en particular, a sus niños.
De acuerdo con Laura, “propusimos donar una máquina para triturar plástico. La intención fue crear estrategias para que las comunidades que viven cerca al mar, pero que poco van a él, sean partícipes del proceso de reciclaje”.
Una de las propuestas era, por ejemplo, tener una bicicleta estática conectada a la máquina para triturar. A medida de que los niños pedaleaban, la máquina hacía lo suyo. “No es una solución”, reflexiona Laura, “sino medidas para reaccionar a un problema. Pero sirve para reforzar la idea de hacernos cargo de nuestros residuos”.
Y hay otras iniciativas. Están las Tardes de Ser Marea, en las que “nos juntamos para hacernos cargo colectivamente de nuestros residuos. Por cada kilo reciclado en comunidad sembramos una planta”. O Animales Recolectores, que son contenedores en forma de animales hechos con materiales residuales, instalados en comunidades costeras.
Al final, dice Laura, Ser Marea “se ha convertido cada vez más en una red, en donde yo produzco, pero alguien más transforma. Es un entrelazado. Enfrentamos un problema desbordante; pero si existe una red, podemos amortiguarlo”.