A través del deporte, el Club de Béisbol Menor Once de Noviembre y su fundación, Prospectos del Futuro, consiguen becas educativas del 100 % para que los jóvenes estudien en universidades de Estados Unidos.
Erika Crissón nació en Campo de la Cruz, un municipio al sur del Atlántico, en un hogar donde el béisbol era el deporte rey. Su padre, Armando Crissón, era beisbolista y fue parte de la Selección Colombia que quedó campeona en 1947 de la Copa Mundial de Béisbol, que se jugó en Barranquilla.
Y aunque le gustaba jugar baloncesto, cuenta que creció “viendo bates, guantes, entrevistas, recuerdos y fotos”. Desde entonces, el béisbol ha sido parte fundamental de su vida.
Se casó con Luis Sierra, beisbolista también, a quien conoció en un estadio de Montería en un juego conmemorativo que le hicieron a su padre, el siete de agosto de 1979. “Él era cátcher de la Selección Atlántico, pero no era el titular. Yo estaba sentada en la grada comiéndome una mandarina y él llegó y comenzamos a hablar. Le di mi número telefónico y más nunca se le olvidó”.
Tuvieron tres hijos, entre ellos Luis Sierra Crissón, quien luego de jugar de manera profesional en las grandes Estados Unidos, firmado por los Rojos de Cincinnati y por los Medias Blancas de Chicago, se lesionó y continuó como entrenador de ese último equipo. Así se convirtió en el primer entrenador colombiano en llegar a las grandes ligas.
Además, Erika estuvo después vinculada a la Liga de Béisbol del Atlántico y a la Federación Colombiana de Béisbol.
Entre los tres fundaron el Club de Béisbol Menor Once de Noviembre, en Barranquilla. Se trata de una organización que entrena adolescentes y jóvenes en el deporte para encontrar posibilidades de firmar con equipos profesionales o becas universitarias internacionales y de esa manera acceder a educación superior.
Además, en 2014 crearon la Fundación Prospectos del Futuro (PDF) con la que, entre otras cosas, llevan a cabo un proyecto en Campo de la Cruz con el objetivo de ofrecer oportunidades de educación superior, así como espacios de ocio alternativos a la juventud, particularmente a jóvenes venezolanos que han llegado al municipio.
La escuela Prospectos del Futuro
Cuenta Erika que, durante la década de los ochenta, de Campo de la Cruz salieron muchas personas hacia Venezuela, en busca de mejores oportunidades. “Ese pueblo quedó casi desocupado” afirma. Hoy, sin embargo, esa población, acompañada de cientos de venezolanos, ha retornado de forma masiva al municipio.
“Y como el deporte nacional de Venezuela es el béisbol, llegaron un montón de niños que practican el deporte, por lo que decidimos montar una escuela”, explica.
De esa manera surgió la Escuela de Béisbol Prospectos del Futuro, que comenzó con 78 muchachos venezolanos y colombianos y que, antes de la pandemia, llegó a contar con 130. Entre ellos se incluyen otros jóvenes oriundos de Campo de la Cruz que antes no jugaban y que, ahora con los muchachos venezolanos, “comenzaron a tirar bolas y a batear en las calles”.
En la escuela y con el apoyo del hijo de Erika, entrenador en los Medias Blancas de Chicago, han logrado conseguir donaciones de implementos provenientes de equipos como el que él dirige e incluso de los Yankees de Nueva York, como bates, guantes y otros equipos, así como recursos económicos para la construcción de tres centros de bateo con máquinas lanzadoras.
En la actualidad, a causa de la deserción por la pandemia, la escuela cuenta con 40 jóvenes, hombres y mujeres. Dentro de ellos, por ejemplo, Verónica Barbosa, quien comenzó siendo la única niña en la escuela, pero que luego atrajo a varias otras, propiciando la creación de un programa de softbol femenino.
O Luis Carlos Puello, un joven caraqueño que llegó con 12 años a la Fundación y que hoy, con 16, es uno de los grandes prospectos que tiene la Escuela para firmar en equipos de las grandes ligas.
“Era un muchacho que permanecía mucho tiempo solo, no tenía un eje, pero que tiene un talento enorme para el béisbol. Entonces decidimos traerlo de Campo para Barranquilla y entrenarlo con el Club. Su proceso ha sido fantástico”, cuenta Erika.
Becas universitarias y firmas con equipos profesionales
En 2014, a raíz de la invitación que hizo Mike Morales, un entrenador de béisbol de Puerto Rico que conocieron en ese país luego de participar en un torneo infantil, la escuela asistió a un ‘showcase’ en Orlando, Florida, con 14 de sus jugadores en edades preuniversitarias.
Allí se presentaron ante más de 20 entrenadores de universidades de Estados Unidos, “que se quedaron sorprendidos con la calidad de nuestros jugadores y aproveché para hacer mis contactos”, dice Erika.
Y agrega: “Comencé a mandar videos y al año siguiente visitaron el Club y se llevaron, becados con el 100 % de la matrícula, a seis muchachos a jugar en universidades de Miami, Alabama y Iowa”.
Asimismo, han logrado firmar algunos jóvenes en equipos profesionales, como a Steve Brown, un joven de San Andrés que vivió con Erika y su esposo desde los nueve años y que firmó con los Astros de Houston para luego pasar a la Liga Canadiense, donde hoy juega de manera profesional.
Es eso mismo lo que esperan que suceda con Luis Carlos, quien hoy también vive con Erika y su esposo en Barranquilla y se entrena con el Club Once de Noviembre. A él esperan presentarlo a finales de este año en un ‘showcase’ que organizarán en Barranquilla y que, antes de la pandemia, se realizaba de manera anual.
Pero además del requisito de contar con gran talento, explica Erika, los muchachos que pasan el corte para asistir a las universidades deben enfrentarse ante otras barreras, siendo una de ellas la del idioma, «una de las más grandes», según Erika.
Por eso, establecieron una alianza con el Sena en la enseñanza del inglés, así como con la organización Project Beisbol, que, financiada por el Gobierno estadounidense, se dedica a apoyar procesos que tienen que ver con este deporte en América Latina.
Adicionalmente, la Fundación cuenta con el apoyo de la Agencia de Cooperación Internacional de Japón (Jica, por sus siglas en inglés), que de manera anual envía dos voluntarios a Campo de la Cruz para contribuir a la formación deportiva de los muchachos.
Con todo eso el Club y la Fundación esperan seguir contribuyendo a la formación deportiva de los muchachos del municipio y, a través de ella, ofrecer posibles caminos de educación superior.
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