Ojo al Sancocho: la escuela de cine comunitario que transforma a Ciudad Bolívar

Con cámara en mano y conciencia de barrio, el Festival Ojo al Sancocho y su Escuela Popular de Cine Comunitario convierten lo audiovisual en una herramienta de formación, identidad y acción colectiva al sur de la capital.

Desde 2008, Ojo al Sancocho mantiene una apuesta clara: utilizar el cine como herramienta de transformación social y cultural. A través del colectivo, acompañan a cientos de niños, jóvenes y adultos en procesos creativos y participativos donde la comunidad es el centro.

«Profe, yo no puedo ir a clase porque me toca cuidar a mi hermanito», contó Yuliana Cupitra a una de las fundadoras del proyecto, Yaneth Gallego. «Pues tráelo», le respondió. Así fue como Josué Ahumada, con apenas dos años, empezó a asistir a las sesiones formativas. Hoy, con catorce años sigue siendo parte activa del proceso. “No existe edad para atreverse a hacer cine comunitario”, afirma Yaneth, señalando que en este espacio participan personas de todas las edades, todas con algo que contar.

cine comunitario en Ciudad Bolívar
Ojo al Sancocho ha realizado actividades de arte, cine y cultura en más de 60 ciudades y 12 países. | Foto: Ojo al Sancocho @ojoalsancocho

La idea nació en respuesta a las necesidades urgentes de la localidad: la violencia, la falta de oportunidades y, sobre todo, la estigmatización hacia el barrio y su gente. Sus fundadores, Daniel Bejarano y Yaneth Gallego, vieron en el cine comunitario una forma de entrelazar el arte y el compromiso social. Lo llamaron Ojo al Sancocho como reflejo fiel de un territorio donde conviven realidades tan diversas como los ingredientes de una buena sopa. Su propuesta busca reunir personas, talentos y distintas miradas para construir en colectivo.

En esa misma lógica nace su metodología, cine comunitario aprender haciendo, que combina el aprendizaje técnico con la conciencia crítica sobre el territorio. Cada sesión inicia con la llegada de cámaras, micrófonos, claquetas y otras herramientas que los participantes exploran de manera rotativa para aprender sobre producción. 

Paralelamente, se desarrollan actividades como cartografías territoriales y corporales, debates y reflexiones que, según Yaneth, buscan formar sujetos críticos y conscientes de que participar en colectivo es, en esencia, un acto político y ciudadano.  Todo culmina en un ejercicio práctico de grabación revisado en conjunto, en donde se integra lo aprendido con una mirada crítica y comunitaria.

El modelo se articula con colegios, bibliotecas, centros culturales y espacios comunitarios, tanto en Ciudad Bolívar como en otras regiones de Colombia. Actualmente, cuentan con una sede en el colegio Rogelio Salmona y han trabajado en lugares como Tame (Arauca) y la Comuna 13 de Medellín.

Este crecimiento y alcance implican también desafíos importantes, especialmente en términos de sostenibilidad. La financiación depende en gran medida de convocatorias y alianzas culturales, por lo que cada año deben renovar esfuerzos para asegurar recursos que permitan continuar con sus actividades. A pesar de ello, el festival y la escuela se sostienen gracias a la unión de voluntades y al convencimiento de que la cámara puede ser un punto de encuentro.

Sebastián Zaque, coproductor del festival, asegura que el proyecto transformó su forma de ver el mundo. Empezó a trabajar en equipo, dejó atrás una visión centrada en la individualidad y se reconoció como un actor de cambio. En su relato, cuenta cómo creció en un entorno con muchas barreras, hasta que encontró en el audiovisual una forma de resignificar su historia. Para él, «no se trata de formar al mejor camarógrafo, sino de formar buenas personas».

Formación talleres audiovisuales
Al festival de cine han asistido más de 450 invitados. Entre ellos, ganadores de premios en festivales como Cannes, Berlin, nominados a los premios Oscar, entre los que se destacan: Manuel García Serrano (Tusojos España) y Pablo Baksht Segovia (México). | Foto: Ojo al Sancocho @ojoalsancocho

La cámara como instrumento pedagógico, cambia la manera en que muchos jóvenes recorren su entorno. Joel Chavarro, organizador del festival, afirma que ver el territorio a través del lente permite redescubrir cada rincón. Desde su experiencia, este tipo de narrativa es clave para fortalecer vínculos y activar el sentido de pertenencia.

Lejos de ocultar los retos que enfrenta la población, el proyecto los asume como parte esencial del proceso “No es negar la realidad social”, aclara Gallego, “porque sí es un territorio que carece de muchas cosas. Pero también esas carencias hacen que nos unamos y que tengamos otras capacidades y otras potencialidades para resolver las situaciones”.

Desde su creación, Ojo al Sancocho ha beneficiado a más de 2.000 personas en su escuela, su labor ha sido reconocida con distinciones como el Premio Semana Petrobras al Mejor Medio Comunitario de Colombia, el Premio Cívico Por una Bogotá Mejor (2009), cuatro becas del Ministerio de Cultura y cuatro de la Secretaría de Cultura de Bogotá. Además, impulsa el Festival Internacional de Cine y Video Comunitario y es responsable de la creación de la primera sala de cine de Ciudad Bolívar.

Esta iniciativa abre un camino para pensar la educación, la cultura y el entorno desde lógicas distintas. Su trabajo en Ciudad Bolívar demuestra que el cine puede ser un canal pedagógico, y que los procesos sostenidos por la comunidad sí hacen la diferencia.

Ojo al Sancocho es hoy un espacio donde se aprende, se reflexiona, se cuestiona y se construye colectivamente. También es un lugar donde niñas, niños y jóvenes descubren que su voz tiene valor, que sus relatos importan y que pueden representar el mundo desde sus propios términos. Esa posibilidad de narrarse desde lo cotidiano, sin filtros externos, es en sí misma un acto de dignidad. En un país donde persisten distintas formas de silenciamiento, contarse con libertad y hacerlo en comunidad sigue siendo una de las formas más potentes de transformación social.

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