Así funciona el primer hogar de paso escolar para animales en Bogotá

Este colegio en Suba convirtió el rescate animal en parte de su proyecto educativo. Una apuesta que mezcla empatía, comunidad y protección animal.

En el 2024, la Policía de Bogotá reportó 349 casos de maltrato animal y estimó que cerca de 66.000 perros y gatos vivían en condición de calle. Aunque existen normas de protección, las cifras evidencian que la legislación no basta; se requiere un cambio cultural profundo en el cuidado y la responsabilidad hacia los animales, que el colegio distrital Delia Zapata Olivella decidió tomarse como parte de su misión educativa.

De las entrañas de dicha institución surgió el hogar de paso Amigos de 4 Patas, una iniciativa impulsada por los profesores Andrea Murcia y Francisco Díaz, que integra el rescate y la rehabilitación de animales en abandono con la formación académica y socioemocional de sus estudiantes.

Hogar de paso Delia Zapata
Andrea Murcia y Francisco Díaz profesores creadores de la iniciativa. | Foto: Andrea Murcia @fundacionamigosde4patas

La historia comenzó hace más de una década, en 2012, cuando un grupo de estudiantes vio un video sobre maltrato animal que los impactó profundamente. Tras una reflexión en la clase de tecnología de Andrea, un estudiante propuso a la profesora ayudar a un perro, y al día siguiente empezaron.

Lo que parecía un acto aislado pronto se convirtió en una cadena de rescates: llegaba un animal, luego otro, y con ellos la necesidad de cuidarlos, buscarles hogares y, al mismo tiempo, aprender. «Los niños llegaban con animales escondidos en las maletas y yo les buscaba hogares de paso mientras los adoptaban», recuerda la docente.

Al poco tiempo se organizaron: Murcia y Díaz tomaron las riendas del proyecto y se capacitaron en entrenamiento canino en el Centro de Formación Profesional de España CCC y en la Universidad de Ciencias Aplicadas y Ambientales UDCA. Tras ver el compromiso y cuidado con que se llevaba a cabo la iniciativa, recibieron el apoyo de la rectoría, que les permitió continuar el proyecto e involucrar a toda la comunidad educativa.

Aun así, la apuesta era atrevida. Al ser una institución pública, no bastaba con la aprobación de la rectora; necesitaban el permiso del Distrito. “Al principio ni siquiera sabíamos si era legal. Había un tabú sobre tener animales en ciertos espacios”, asegura Francisco. Sin embargo, la Secretaría de Educación confirmó que podían continuar con el proyecto. Según él, el visto bueno se dio gracias al manejo responsable de la iniciativa: «Lo hacíamos cuidando el bienestar de los niños, de la comunidad educativa y de los animales», añade.

Con ese respaldo institucional y técnico, Amigos de 4 Patas se consolidó como una asignatura electiva dentro del área de ciudadanía y convivencia. Aparece en el boletín con calificación y funciona como un aula viva, donde estudiantes y animales comparten afecto y aprendizajes. El espacio cuenta con guacales, zonas de paseo, áreas de entrenamiento y actividades de bienestar.

El funcionamiento del hogar combina pedagogía y práctica. Los estudiantes llegan en contrajornada, guardan sus pertenencias en lockers y, en parejas, se hacen responsables de un perro o un gato. Siguen rutinas de alimentación, limpieza y paseos en el parque; luego participan en actividades como reiki y yoga con los animales para fortalecer la conexión emocional, y concluyen las cuatro horas diarias con entrenamiento canino y reflexiones sobre cuidado responsable.
Hogar de paso
A través de yoga y reiki, los perros en situación de abandono encuentran calma, reducen el estrés y fortalecen su vínculo con los estudiantes del hogar de paso. | Foto: Fernando Vergara

El apego es inevitable, por ello cada despedida a un hogar implica un verdadero duelo que requiere acompañamiento y reconocimiento de las emociones de los estudiantes. Validar su tristeza, recordar que gracias a ellos los animales están sanos y en un hogar definitivo hace parte del proceso formativo. “Comprender su rol como puente entre el abandono y un hogar definitivo permite que los niños sientan orgullo y gratitud, convirtiendo su pérdida en aprendizaje y enseñándoles a amar sin poseer”, explica Andrea.

Con el apoyo de cursos completos, estudiantes de servicio social y voluntarios, el proyecto se mantiene activo los siete días de la semana. Cuenta con capacidad para diez perros y cinco gatos, que van rotando con cada adopción, realizadas bajo un protocolo estricto con entrevistas, formularios y seguimiento.

Sin embargo, el proyecto tiene sus límites. No cuentan con un presupuesto fijo y se sostienen gracias a ferias, ventas de productos elaborados con residuos textiles, actividades culturales y donaciones. Además, la adopción de animales sigue siendo un desafío: «Hay perritos que han muerto esperando un hogar; no tenemos tanto alcance y mucha gente que quiere adoptar no nos conoce», afirma Francisco.

A pesar de los obstáculos, la evidencia de impacto es contundente. Más de 530 perros y gatos han sido rescatados, cuidados y, en gran parte, entregados en adopción. Los estudiantes, por su parte, encontraron en el aula viva un espacio de propósito y pertenencia. “Han aprendido empatía, no solo con los animales, sino también con ellos mismos y con los demás”, asegura Andrea. Asimismo, incorporan valores fundamentales como la responsabilidad, el compromiso y la autonomía.

La rectora del colegio, Esperanza Ramos Ramírez, afirma que con el esfuerzo “no solo salvamos animales, también salvamos la salud emocional de los niños. Este proyecto es un refugio para todos”. Igualmente, destaca la labor de los creadores del proyecto, quienes fueron reconocidos por la Secretaría de Educación, que otorgó horas docentes y reconoció su aporte académico y social; y por la Secretaría de Ambiente con la condecoración Augusto Ángel Maya, en mérito a su compromiso con el cuidado de los estudiantes y el medio ambiente.

Durante el tiempo del hogar de paso, tres rectores han pasado por su administración y todos han avalado y respaldado la iniciativa.
Durante el tiempo del hogar de paso, tres rectores han pasado por su administración y todos han avalado y respaldado la iniciativa. | Foto: Andrea Murcia

Frente al maltrato y el abandono animal, que siguen siendo problemáticas profundas en Colombia, el Delia Zapata Olivella demuestra que la escuela puede ser parte de la solución. Su pedagogía, basada en conocimiento, cuidado y experiencia directa, no solo es válida: es necesaria para transformar mentalidades y construir una cultura de respeto hacia todos los seres vivos, demostrando que aprender no es solo memorizar, sino también sentir, actuar y construir un mundo más compasivo.

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