No queda en Chapinero, Teusaquillo o La Candelaria, en el norte de Bogotá, en la localidad de Suba, hay un lugar que se posiciona como un espacio abierto a una comunidad que se une alrededor del arte y la cultura.
“No es un bar, pero tampoco es una casa cultural. No es un lugar para el ‘networking’, que además es una palabra muy estallada. Es un lugar seguro para ser uno mismo”. Así describen Gabriela Betancourt y Juan Diego Pulido a Alta Frecuencia, el espacio cultural que fundaron e inició en pandemia en respuesta a las restricciones y el aislamiento social.
Hoy la comunidad de Alta Frecuencia se reúne en el norte de Bogotá, cerca de la clínica Shaio (localidad de Suba) alrededor de la música, la poesía, la lectura, el arte y el bienestar. “Y aunque pueda parecerlo, no es una casa cultural porque cumple con todas las características de una. Eso sí, es un espacio para la cultura, que no está en Teusaquillo, ni en Chapinero donde normalmente se pueden encontrar esos planes, sino en el norte, aunque vienen personas de todo Bogotá”, señala Juan Diego.
Comenzaron reuniéndose en Cedritos en planes entre amigos, pero con el tiempo el ‘voz a voz’ hizo que tanta gente asistiera que dejó de ser sostenible reunirse en un pequeño apartamento de un barrio residencial.
“Se convirtió en un espacio que todos buscaban después de trabajar o estudiar. Un lugar donde, sin importar la industria, dejando de lado los egos de la gente, se generan conexiones genuinas y muy valiosas”, explica Gabriela.
La cultura gesta lazos
La diversidad en las artes de Bogotá se ve reflejada en la comunidad de Alta Frecuencia. Sus cofundadores cuentan que allí “un productor, un rapero, un rockero y un technero se unen. Eso es algo que nunca pasa porque cada uno está en su mundo, cada uno hace su música. Pero este espacio hace que se reúnan y muten las ideas”.
Alta Frecuencia es un espacio para divertirse en la noche, integrarse con desconocidos y disfrutar de la cultura que se gesta en distintas escenas. Pero también es un lugar que impulsa los proyectos de artistas, tanto emergentes, como algunos consolidados.
La casa de Alta Frecuencia tiene cinco ambientes. Alta Frecuencia, un espacio cultural y de producción; Kapsel, un estudio de música electrónica y sonidos bogotanos; Artphetamine, el estudio gráfico y de serigrafía; Artphetamine Tattoo, un estudio de tatuajes; y Slf-lve, un lugar dedicado al bienestar a través del yoga, la meditación, la respiración y el mindfulness.
“Es con estos espacios que promovemos que los artistas vengan y podamos apoyar su marca o sus proyectos. En la casa se gestan lazos, compartimos lo que nos gusta y nos une. Dejamos de pensar en los problemas de siempre, en los temas diarios como la inseguridad, los trancones, el clima, el trabajo para generar diálogos más profundos y entretenidos”, señala Juan Diego.
Con su agenda de eventos como los ‘Martes as Fuck’, que giran alrededor de la música, talleres de caligrafía, o ferias de emprendimientos locales a las que todo el mundo puede acceder por 5.000 o 15.000 pesos, Alta Frecuencia busca democratizar los espacios culturales en Bogotá.