Latin Latas es una empresa social que compone música con un mensaje ambiental e interpreta sus canciones con instrumentos elaborados a base de ‘desechos’.
En 2009 Andrea de Francisco, también conocida por su nombre artístico Andrea Latas, se encontraba en un dilema.
Llevaba un tiempo enseñándoles música, en un comedor comunitario, a un grupo de niños en situación de vulnerabilidad, a través de un proyecto de derechos humanos en Ciudad Bolívar, cuando los alumnos empezaron a pedirle instrumentos musicales para poder aplicar lo que aprendían. Sin embargo, no había dinero para comprarlos.
Pensando en una posible solución, Andrea se acordó del grupo Stomp, que utiliza objetos cotidianos para hacer música o de Les Luthiers, que crean instrumentos a partir de objetos del común como tarros o tapas de sanitario.
“Comencé a trabajar con ellos con la reutilización de los desechos, jugando con las latas y los tarros que encontrábamos por ahí, porque había mucha basura, y vi una oportunidad de solucionar esta necesidad de instrumentos haciéndolos con ‘basura’”, cuenta ella.
En el proceso fue conociendo personas que estaban haciendo instrumentos, creando un movimiento de lutería urbana, que es lo que hace ahora Latin Latas, la empresa de la cual es directora y fundadora.
El ensayo y el error haciendo instrumentos
El primer reto de Latin Latas fue hacer una guitarra eléctrica, un bajo, una marimba y una batería para crear una banda.
Para poder lograrlo empezaron a investigar cómo funcionaba cada uno de los instrumentos, a través de internet.
“Internet nos ha brindado información que antes solo podría enseña por un lutier, que lo pasaba de voz a voz por generaciones. Gracias al internet pudimos ver cómo funcionaba una guitarra, toda esta parte física, técnica, matemática y aplicarlo, reemplazando cada pieza por un desecho”, explica de Francisco.
Así hicieron sus primeros instrumentos, que fueron, según ella, “bastante básicos y hasta desafinados”. Pero ahora, tras 10 años de camino y de experimentación, han ido mejorándolos, afinándolos y volviéndolos cada día más profesionales.
Ahora tienen su propio instrumento insignia, el ‘oponoponófono’, un ukelele hecho con una lata de chocolates en forma de corazón. Lleva su nombre por un mantra hawaiano que se usa para resolver problemas a distancia, repitiendo “lo siento, por favor perdóname, te amo, gracias”.
También tienen el ‘plasticordio’, un controlador que conectan al computador y pueden tocar como si fuera un piano.
Hecho con el plástico que es de difícil reciclaje, su cuerpo es de una aspiradora de los años noventa y, dentro de ella, está todo el sistema, con unas teclas hechas de la parte plástica de los cepillos de dientes y de marcadores.
Cantos con conciencia ecológica
Andrea opina que “la música es un canal de información, que permite que la gente reciba el mensaje de otra manera. Genera recordación. Ayuda a superar el reto en la educación ambiental de lograr que las personas reciban el mensaje desde la emoción positiva”.
Cuando Latin Latas empezó a presentarse con sus instrumentos hechos de desechos, el público aplaudía sorprendido. Pero Andrea quería que, más allá de la ovación, la gente pudiera saber lo mismo que ella había descubierto sobre la gran problemática ambiental del territorio.
Por eso empezaron a componer canciones como ‘Tu consumo es la causa y es la solución’, donde enseñan las ‘ocho R’, y empezaron a utilizar la música como herramienta para demostraba a los otros que podía hacer un cambio con sus manos.
Latin latas también trabaja de forma presencial. Ha realizado talleres en diferentes partes de Colombia como en la Guajira, Caquetá, Amazonas, Cundinamarca, Boyacá o Meta.También han estado en México, España, Francia y Costa Rica.
Toda su metodología está basada en la educación STEM y la cultura maker. Ellos enseñan acerca del ambiente a través de la música y la lutería, sin que los jóvenes se den cuenta, porque mientras esta empresa social les habla de reciclaje, consumo responsable y cambio climático, ellos están haciendo música y construyendo instrumentos.
Una situación que le demostró a Andrea que la semilla que sembraron está dando frutos, se presentó en un corregimiento que tenía problemáticas de residuos y que, hoy, después de dos visitas realizadas, abrió un centro de acopio de desechos.
“Es muy sorprendente cómo una acción tan sencilla, en la que no estás juzgando, ni señalando, sino simplemente mostrando una nueva oportunidad, la gente reflexiona y cambia su forma de actuar”, comenta la fundadora de Latin Latas.