El proyecto piloto es llevado a cabo por el Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas (Instituto Sinchi) y tiene un periodo de duración de un año.
Imagínese una uva en su mano. Ahora imagínese que eso que sostiene no es una uva, pero tiene su tamaño. Y piense que en su interior hay semillas cubiertas por arcilla, fibras de fique y lana de color.
Con objetos así, un grupo de expertos está analizando si es posible restaurar decenas de hectáreas que tienen una alta intervención en Caquetá. O, en otras palabras, de volver a dar vida a los bosques que han sido derribados por acciones humanas.
Se trata de un experimento realizado por el Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas (Instituto Sinchi), que realiza estudios y exploraciones relacionados con la realidad biológica, social y ecológica de la Amazonía.
La investigación es dirigida por Carlos Hernando Rodríguez, investigador principal del instituto y coordinador de la sede que este tiene en Florencia, la capital de Caquetá. El experimento toma elementos del método Fukuoka, pensado por el japonés Masanobu Fukuoka, quien en el siglo XX planteó un sistema de agricultura en el que se reproducen las condiciones naturales de forma tan fiel como sea posible.
¿Cómo es el experimento?
El 21 de julio de 2021, un helicóptero del Ejército Nacional sobrevoló a 50 metros de altura por un área de cuatro hectáreas en la Finca La Guajira, en la vereda Las Delicias del municipio de Morelia. Desde allí se arrojaron los pellets (los objetos del tamaño de una uva), que antes 10 personas, la mayoría mujeres, habían construido durante tres semanas.
“Con ellas se surtió una capacitación técnica en la elaboración de los pellets. El objeto del ensayo está dirigido a evaluar la germinación y el establecimiento de las especies vegetales bajo este método y compararlo con otro de siembra de semilla desnuda como testigo”, explica Carlos.
Las semillas elegidas para el experimento son de especies nativas del departamento: cascabelito (Crotalaria pallida), cucubo (Solanum sycophanta), cucharo (Myrsine coriacea), tachuelo (Zanthoxyllum syncarpum) y la palma de asaí (Euterpe precatoria).
A partir de ahí esperaron un lapso de seis meses en los que los pellets estuvieron en la zona. La ventaja de la forma en que se hicieron es que evitan que las semillas se conviertan en alimento para aves y, a la vez, permiten que, cuando llueva, la arcilla absorba el agua y las semillas germinen.
En diciembre del año pasado, el equipo científico inició un proceso de monitoreo, que tiene una periodicidad mensual durante seis meses para evaluar si el experimento funciona, es decir, si germinaron.
Esta no es la primera vez que se hace algo así. El piloto del Instituto Sinchi tomó como base experiencias en otros países como Japón, China, Rusia, Tailandia, España y México, donde se utilizó el método Fukuoka para distintos ecosistemas.
Y en Colombia, en 2020, cuenta Rodríguez, “Corporinoquía realizó un ejercicio similar en Orocué, Casanare. En 2021, el Jardín Botánico de la Universidad Francisco de Paula Santander hizo también un ejercicio de dispersión similar en el Catatumbo”.
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Para qué hacerlo
Carlos explica que, desde hace varios años, el Instituto Sinchi investiga métodos de restauración ecológica en la Amazonía: “Se ha venido generando información sobre la ecología de la restauración a escala de paisaje y desarrollando un proceso de restauración de 1.536 hectáreas por parte de 310 familias en la zona de alta intervención en el Caquetá”.
Sin embargo, se han encontrado con un reto: “El costo del establecimiento de las especies vegetales claves en las áreas objeto de restauración, la que tradicionalmente se efectúa a partir de plántulas obtenidas en vivero”.
Y ahí entra en juego el piloto de aspersión de semillas en Caquetá.
Además de la ventaja de no necesitar un esfuerzo de siembra directa convencional, en la que un grupo de personas llega hasta la zona elegida y siembra las plántulas, Carlos explica que uno de los grandes beneficios de esta investigación lo obtendrá la comunidad.
“Contribuiría a crear un mayor acercamiento de los habitantes locales con los ecosistemas presentes en cada zona, a la restauración local de los degradados y se podría constituir como una alternativa económica local que aporte a las finanzas familiares”.
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