Tiene once años y está en sus últimos años de colegio Aprendió a leer sola. Toca las obras de Beethoven en el piano desde que tenía cuatro años. Es Aynhara Mena, quien en agosto de 2022 fue astronauta por una semana.
Dicen que ponerles composiciones de Mozart y Beethoven a los niños cuando todavía están en el vientre materno ayuda a que desarrollen más su capacidad cerebral. Supuestamente la música estimula las conexiones neuronales y hace que haya mayor desarrollo en ambos hemisferios del cerebro.
Y aunque usualmente la supuesta teoría no pasa de mito urbano, en el caso de Aynhara, parece haber funcionado.
De hecho, dice que su interés por la música y el profundo gusto que le tiene al piano, que segura la hace sentir libre y feliz cuando toca, lo desarrolló estando en el vientre de su mamá, Marcela.
“Yo toco piano desde los cuatro años y creo que eso viene desde que estaba en la barriga porque cuando estaba allá mi mamá me ponía música de los artistas que tocan piano como Mozart y Beethoven y desde siempre me ha gustado mucho”.
Aynhara nació en Quibdó, Chocó, hace once años. Está en sus últimos años de colegio y sus compañeros tienen desde cuatro hasta seis años más que ella, pues ha sido promovida tres veces.
Dice su madre que “tiene el coeficiente intelectual un poquito alto, en 142”. Una persona promedio tiene ese coeficiente en alrededor de 90 y 110. Los de Stephen Hawking y Albert Einstein se acercaban a un puntaje de 160.
Aynhara es, entonces, una niña ‘superdotada’ o ‘con talentos excepcionales’ y está más cerca de tener una mente como la de los grandes científicos de la historia de la humanidad, que la de una persona promedio.
Un día, cuando tenía poco menos de dos años, su mamá recibió una llamada en la que le decían que su hija estaba leyendo. “Y yo ‘¿está leyendo dónde?’ cuando llegué a la casa, me encontré con que, efectivamente, estaba leyendo un silabero que venía con un disco de música infantil que le había comprado”.
Y agrega: “después le pregunté si sabía escribir y me dijo que sí. Le di un lápiz y comenzó a dibujar letras. Y resultó que también sabía números, entonces ya lo que yo hice fue ponerme a seguirle enseñando porque si ya sabía, había que afianzar”.
En 2022, Aynhara iba a ser promovida, de nuevo, al décimo grado por sus capacidades excepcionales, hasta que le notificaron que había sido seleccionada para formar parte del programa ‘Ella es Astronauta’, de la Fundación She Is, en el que 35 niñas de 21 departamentos vivirán una experiencia inmersiva por una semana en el Space Center de la Nasa en Houston.
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“Una de las cosas que más me gusta es investigar acerca de lo que no conozco”
Desde que tiene memoria, a Aynhara le ha apasionado la ciencia y la investigación. Tiene una curiosidad sin límites que, combinada con sus extraordinarias capacidades la ha llevado a ser experta en temas que resultan muy complicados incluso para adultos que llevan años estudiándolos.
Uno de ellos, por ejemplo, es la robótica, que la fascina. Comenzó a estudiarla en la Escuela de Robótica del Chocó, creada en 2016 por el profesor Jimmy García con el objetivo de interesar a los jóvenes del departamento en esos temas para usarlos en beneficio de su comunidad.
Ahí, cuenta Aynhara, aprendió que “los robots no son solo máquinas que como muestran en las películas sirven para limpiar, sino que sirven para muchas cosas, como el robot que tienen en la Nasa y que llevan al espacio para ayudar a los astronautas en las misiones”.
Así, diseñó y construyó un regadero automatizado capaz de detectar cuando una planta o el suelo donde están secos para activarse y regarla: “es para cuando tú no tengas tiempo de regar tus matas, o en lugares secos o desérticos. Él tiene un sensor y cuando siente que la planta está seca, bombea el agua y la riega” cuenta tranquila, como si se tratara de un juego de niños.
Con esa misma tranquilidad, producto de un profundo entendimiento científico, habla también de cómo aprendió a escribir y descifrar mensajes en código binario en el marco de las clases con la Nasa que recibió para preparar su viaje, así como de la no existencia de evidencia científica que pruebe que supuestamente las ballenas se pueden comer un carro sin morderlo: “la verdad es que las ballenas no pueden hacer eso, de hecho, apenas pueden comer comida muy pequeña, como el plancton”.
No hay momento en el que por la cabeza de Aynhara no esté pasando algún interrogante, alguna pregunta que no la deja dormir y que inevitablemente la lleva a investigar.
Le gusta mucho leer acerca de cosas que no conoce, “como enfermedades que no tienen cura. De hecho, cuando sea científica me gustaría encontrar una cura para el cáncer, por ejemplo”.
También, claro, le encantan las estrellas, la luna y la infinidad del espacio, por lo que también le gustaría ser reconocida como la mujer que, además de descubrir la cura para el cáncer, “inventó un nuevo sistema de ingeniería para la Nasa”.
Por ello, cuando sea más grande, quiere estudiar medicina e ingeniería espacial: “además de buscar curas para enfermedades, quiero aprender más sobre los fenómenos que estudia la Nasa como Marte y las misiones que hace, como Artemis”.
Todo eso, además, con el objetivo de contribuir a su comunidad y a su departamento que, “no lo tienen muy en cuenta para muchas cosas”.
Aynhara, un referente para la niñez de Quibdó
Tanto Aynhara como su madre cuentan que se ha convertido en un modelo a seguir para varios de sus compañeros, quienes de manera recurrente la abordan para hacerle preguntas de todo tipo: cómo hace para ser tan inteligente y estar en grado noveno, qué hace para que le vaya tan bien en matemáticas, si puede ayudarles y si cree que pueda convencer a la fundación para llevar a sus amigas a la Nasa.
Y aunque confiesa que a veces le da pena que la aborden de esa manera y responder a las preguntas, pues es una niña tímida cuya especialidad no son las relaciones públicas, dice también que la hace sentir feliz “porque he podido llegar a ser el ejemplo de muchas personas”.
Así, y en el marco de un proyecto que deben realizar para pertenecer al programa ‘Ella es astronauta’, en el que enfrenten una problemática de su comunidad a partir de las materias STEAM (Ciencia, tecnología, Ingeniería, Artes y Matemáticas), Aynhrara quiere desarrollar un observatorio.
Según cuenta, el 50 % de los niños en su municipio no tienen mucho conocimiento acerca del espacio y la astronomía en general. Por ello, quiere construir un observatorio para que “los niños de este departamento, donde no hay muchas oportunidades y no se ven muchas de esas cosas por acá, puedan conocer acerca de los astros, el espacio, los planetas y se interesen más por estos temas.”
Eso particularmente en las niñas, pues dice que ellas deben comenzar a soñar en grande y a darse cuenta de que “no nos tenemos que quedar en la casa haciendo oficio, cocinando, cuidando a los hijos, no es verdad”. Está cansada de que a las mujeres las reconozcan solo a través de “los estereotipos que se inventa la gente de nosotras”.
Y agrega: “Las mujeres también tenemos capacidades que incluso pueden ser mejor que los hombres, podemos ser importantes, porque todos somos importantes”.
Como ejemplo menciona a Michelle Omaba, “que le gusta resaltar el empoderamiento femenino” y a Francia Márquez, que “además de ser una persona negra pudo lograr convertirse en la vicepresidenta de Colombia. Es muy inteligente y le gusta resaltar los derechos de la gente, de los jóvenes, de las niñas y las mujeres”.
Niña genio, pero niña ante todo
Si bien Aynhrara tiene capacidades excepcionales y es necesario seguir cultivándolas para que pueda aprovecharlas al máximo, lo cierto es que tiene apenas once años y es, claro, todavía una niña sobre cualquier otra cosa.
Su mamá dice que no hay ningún afán por crecer y, por el contrario, tiene que disfrutar de manera plena su niñez. Y aunque eso ha sido un proceso difícil, pues por mucho tiempo a Aynhara se le dificultó relacionarse con personas de su edad y entablar amistades porque “no encontraba nada interesante en los niños de su edad, entonces siempre estaba leyendo”, dice su madre, durante estos últimos años se ha soltado más.
Así, por ejemplo, Aynhara cuenta que con sus amigas le gusta mucho jugar juegos de mesa, ver películas, jugar rana en la casa de una de ellas, así como hacer experimentos culinarios para «inventarnos postres extraños«. En particular y entre risas recuerda que hace poco hicieron uno de banano con chocolate «que nos dio dolor de barriga a todas y nadie se lo pudo terminar de comer, pero igual estaba muy rico».
Asimismo, le encanta ir con ellas o con sus padres al malecón de Quibdó, su lugar favorito en el municipio porque “puedes patinar, hay parques, el aire y la brisa se sienten muy bien y puedes ver el río. Cuando voy al malecón, me siento muy feliz”.
Y aunque le gusta mucho el río, particularmente el Tutunendo, dice que le gusta más el mar porque “como dicen, ‘en el mar, la vida es más sabrosa’”. Le gusta el movimiento de las olas y la intriga toda la vida que alberga el océano, las ballenas en particular, que espera ir a ver en esta temporada en Nuquí”.
“Son muy curiosas y juguetonas, me gusta oír los cantos que hacen debajo del mar, aunque nunca los haya escuchado en la vida real, pero sí en las películas y hay videos de los buceadores que escuchan cómo cantan en el mar”.
Además, cuenta su mamá, Aynhara ha comenzado a querer el festejo y el jolgorio, parte fundamental de la cultura afro: “ya está viendo que esta es la cultura de nosotros, la bulla, el ruido, el jolgorio, entonces está ya buscando aprender también pasos de baile”.
Tanto así que en su casa tienen un momento en que mueven los muebles de la sala para crear una pista de baile. “Yo pongo música y bailamos, ella no baila casi delante de la gente, pero conmigo sí, entonces montamos una fiesta entre las dos” agrega su mamá.
Ahora, Aynhara se prepara para su viaje. Dice que es un sueño hecho realidad y que está feliz de poder ir a preguntarle a los astronautas acerca de los descubrimientos que han hecho en las últimas misiones a Marte, cuál será el próximo planeta a explorar y su misión favorita, entre varias otras preguntas, que, motivadas por una curiosidad sin límites, no paran de llegar a su cabeza.