Bernardo Salce: el fotógrafo brasileño que recorrió y retrató Colombia en bicicleta

Bernardo Salce es un fotógrafo brasileño que, en 2016, recorrió varios departamentos de Colombia para retratar el país mientras lo recorría en bicicleta. Fueron más de 3.000 fotos de paisajes, oficios y personajes que le dieron "un pasaporte a nuevas historias".

Después de dos años trabajando como ecologista y fotógrafo independiente en el Sudeste Asiático, Bernardo Salce llegó a finales de 2016 a Colombia. En ese entonces, según cuenta, logró ahorrar algo de dinero y decidió que era el momento perfecto para cumplir su sueño: recorrer el país y la región en bicicleta. 

Bernardo Salce, además de fotógrafo, tiene formación en derecho ambiental y un máster en Ecología Humana y Cuestiones Sociales Contemporáneas./FOTO: Bernardo Salce.

Ese sueño surgió cuando todavía estaba en la facultad de derecho en Brasil, en 2004, lugar donde se encontró con Las Venas Abiertas de América Latina, libro de Eduardo Galeano cuyas ideas, tiempo después, pudo evidenciar más de cerca con el zoom de su cámara. 

“En Colombia vi la degradación ambiental en nombre del beneficio financiero, la corrupción, la violencia y la injusticia social, pero también vi fuerza, alegría, fe, resiliencia y la increíble habilidad que la gente tiene para encontrar una manera de disfrutar y divertirse, incluso en las circunstancias más difíciles”, comenta Bernardo.

Para Salce, la riqueza mas grande que vio en Colombia fueron los paisajes y la generosidad de los colombianos que siempre le ofrecieron estadía y comida durante el trayecto. /FOTO: Bernardo Salce.

En un primer momento, para iniciar la aventura, Salce voló desde Brasil hasta Cartagena, pero tuvo dificultades buscando una bicicleta adecuada para su largo viaje, así que cambió de planes y voló a Bogotá, donde lo recibió su amigo José Ricardo Báez, a quien había conocido años antes en Sudáfrica y quien lo ayudó a buscar las partes de la bicicleta, para luego armarla.

“No quería gastar una fortuna en una bicicleta, pero también necesitaba algo fiable. De hecho, las alforjas eran más costosas que la propia bicicleta”, recuerda entre risas.

Cartagena es una de las ciudades favoritas de Bernardo Salce, pues es la ciudad de su esposa. También fue hogar de Gabriel García Márquez, su escritor preferido. /FOTO: Bernardo Salce.

Bernardo comenta que escogió la bicicleta porque quería viajar a un ritmo más lento y, así, poder tener oportunidades fotográficas con mayor detalle.

Es una forma de transporte respetuosa con el medioambiente. También quería el desafío físico, psicológico y mental. Y las rutas que tomé no solo me proporcionaron innumerables oportunidades fotográficas, sino que también me permitieron ver lugares y conocer gente que no hubiera visto o conocido si viajara en autobús o coche, mucho menos en avión”, menciona.

Durante su viaje por Magdalena, el brasileño conectó especialmente con la población de Minca. /FOTO: Bernardo Salce.

Villa de Leyva: un punto de partida

Era un domingo temprano y lluvioso cuando Bernardo y José partieron en bicicleta de Bogotá hacia la casa de los padres de este último, en Villa de Leyva (Boyacá). 

«¡Todavía no puedo creer que José hiciera ese recorrido en una bicicleta pequeña y plegable! Eso es hablar de compromiso. Nos demoramos dos días y medio para llegar a Villa de Leyva, un viaje que nos llevó a través de escenarios increíbles», cuenta el fotógrafo.

Bernardo Salce recuerda el tinto colombiano y los sabores del Eje Cafetero, porque los padres de su amigo José lo recibieron en Villa de Leyva con un delicioso café colombiano que aún recuerda su paladar. /FOTO: Bernardo Salce.

Bernardo explica que no quería un itinerario rígido, sino estar abierto a la casualidad. De Villa de Leyva (esta vez solo, pues José debía regresar a Bogotá) se fue hacia Santander para visitar municipios como San Gil y Barichara. Luego llegó a Bucaramanga, desde donde se dirigió al oeste del país hacia Medellín y, de allí, comenzó su viaje hacia el sur, a Manizales, Pereira y Quindío. 

Una vez en Salento, recorrió las montañas hasta llegar a Ibagué con Dean y Dang, una pareja que también hacía cicloturismo por Sudamérica.

Dean y Dang estuvieron con el durante su visita al "Trampolín de la Muerte", uno de los lugares que más lo impresionó por lo peligroso que resulta atravesar el camino. /FOTO: Bernardo Salce.

Con Dean y Dang rodaron juntos hacia el Desierto de la Tatacoa y luego hasta San Agustín (Huila) donde pudo apreciar artesanías y figuras precolombinas. De allí partieron hacia el ‘Trampolín de la Muerte’, en Pasto, y finalmente a Ipiales, Nariño.

El Desierto de la Tatacoa, Neiva, es la segunda zona árida más extensa de Colombia después del desierto de La Guajira. /FOTO: Bernardo Salce.

“La única regla que había establecido era evitar carreteras y autopistas ocupadas tanto como fuera posible. Incluso si eso significaba demorarme mucho más tiempo, siempre buscaría tierra o carreteras secundarias, lejos del tráfico y más cerca de la naturaleza y las comunidades y pueblos pequeños que quería ver”, explica Bernardo cuando se le pregunta por su decisión de no trazar una ruta fija.

La bicicleta le permitió al fotógrafo conocer rutas colombianas alternas a los destinos turísticos tradicionales. /FOTO: Bernardo Salce.

Durante su viaje, Bernardo tomó más de 3.000 fotos a los paisajes colombianos (sin contar las imágenes de la GoPro y las del celular), algunas de las cuales dejó colgadas en su blog www.bernardosalce.com. Colombia, según comenta, es su país favorito de América del Sur. Rodar tantos kilómetros a través de culturas diferentes lo hizo darse cuenta de que el llamado realismo mágico de los libros de García Márquez (quien además es su escritor favorito) tiene mucho de verdad. 

En varias fotografías, Bernardo también quiso hacer un tributo a esas personas que utilizan la bicicleta como parte de su rutina laboral y cotidiana. /FOTO: Bernardo Salce.

La fotografía para mí es como un pasaporte a nuevas historias, dándome acceso a lugares y personas que probablemente no conocería si no tuviera una cámara conmigo. Y nunca me sentí amenazado, ¡solo tuve sustos con perros callejeros persiguiéndome en mi bicicleta!», concluye entre risas.