De niño cambió el fútbol por el baile y no fue en vano. Su valiosa técnica en los escenarios lo llevó a las más destacadas tarimas de ballet clásico y danza contemporánea en Europa, continentente en el que actualmente reside.
Bryan Ramírez era un joven más del barrio Ulpiano Lloreda, ubicado en el distrito de Aguablanca en Cali, que dedicaba su tiempo libre a jugar fútbol, con el sueño de crecer y convertirse en un futbolista exitoso. Hasta que su madre, Hemelina Hurtado, le hizo entender que su futuro se encontraba en otro lugar.
“Ella siempre me apoyaba en todo lo que yo hiciera”, recuerda Ramírez, “pero viendo cómo era la situación de los futbolistas, donde de 500 solo 10 o 15 llegan a triunfar, y comparándolo con las condiciones del ballet, ella empezó a impulsarme más hacia el camino del baile”.
Cuando su hijo tenía 9 años, Hurtado trabajaba haciendo el oficio en la casa de “la señora Ivonne”, como la llama Ramírez, que era por esa época fisioterapeuta de Incolballet.
“Mi madre estaba buscando, sobre todo, una actividad para que yo tuviera algo que hacer después del colegio. Fue la señora Ivonne quien le sugirió que me inscribieran en la academia de ballet, donde permanecería todo el día, y así evitaban que estuviera en la calle haciendo nada”, explica Ramírez.
Cambió los guayos por baletas, el balón por barras de ballet, las prácticas de fútbol en la escuela del barrio por una escuela lejos del lugar donde veía matemáticas, filosofía y danza. Un cambio que ni para Bryan ni para su familia fue fácil al principio.
“Si alguien preguntaba “¿y él qué hace?”, decir que era bailarín y no que jugaba fútbol era difícil, porque no lo consideraban un trabajo de verdad”, comenta Ramírez, quien actualmente es bailarín profesional de ballet clásico y danza contemporánea.
Incluso él, en medio de su adolescencia, tuvo momentos en los que pensó en dejar el baile. Aunque le gustaba, lo que realmente quería era jugar fútbol, como todos sus amigos. Pero su madre, firme, pero sin forzarlo, seguía insistiendo con que el ballet le podía dar un futuro diferente si tenía disciplina.
“Yo todo rebelde insistía con que quería el fútbol, pero luego fui tomando consciencia, hablé con los maestros y entendí que tenía una posibilidad en el ballet que no todo el mundo tiene, porque gracias a Dios tenía un talento y debía cultivarlo”, dice Ramírez.
El punto de quiebre del bailarín llegó cuando tenía 15 años y casi pierde un año escolar. En ese momento el caleño se dio cuenta que pese a estar “desjuiciado” con las materias académicas, en lo artístico seguía estando muy bien.
Además, se percató de que muchos bailarines colombianos estaban triunfando en Europa. “Eso me hizo pensar que era como el fútbol, donde hay quienes se van al exterior a jugar en ligas profesionales y hay quienes se quedan con las locales. En ese momento creí que yo podía ser de los que se iban al exterior”, recuerda.
Y continúa, “gracias a Dios las cosas se me han ido dando y me he dado cuenta de que tomé la decisión correcta, una que me ha permitido cambiar la vida de mi familia y la percepción que se tiene de los colombianos porque con mi trabajo demuestro que hay cosas buenas en mi país”.
Cada rutina bien hecha se la dedica a si mismo, por el buen trabajo que está haciendo, porque las cosas están saliendo bien y hay que continuar así. También tiene siempre presente a su madre, que es su motor, y a sus sueños por cumplir, como llegar a los escenarios de Estados Unidos, que todavía no conoce.
Por ahora, el bailarín se ha dedicado a recorrer los escenarios europeos, como las óperas de París y de Roma, el teatro San Carlo de Nápoli y el Massimo de Palermo. Además de pasar por el Béjar Ballet de Lausana, Suiza, o la televisión italiana, país en el que actualmente ejerce su profesión.
También desea en un futuro bailar con grandes figuras de la danza clásica como el italiano Roberto Bolle y muchos otros que “en este momento de mi carrera siento que están muy lejos de mí”.
Hace poco estuvo en Cali, participando del Festival Internacional de Ballet, evento que le permitió presentarse por primera vez en estos escenarios, reconectándolo con sus raíces.
“A los futuros bailarines del país les dejo como mensaje que nosotros no tenemos nada que envidiarle a quienes están en otros países. Nosotros tal vez venimos de una realidad diferente, pero con esfuerzo y dedicación podremos salir adelante”, concluye.