La Fundación Proyecto Tití trabaja desde hace 30 años para preservar el tití cabeciblanco, especie netamente colombiana de la que solo quedan alrededor de 7.000 ejemplares.
A las 5 de la mañana, con botas, tres ‘calambucos’ (recipientes) de agua, frutas y dulces, integrantes de la Fundación Proyecto Tití salen a recorrer los bosques secos tropicales de San Juan de Nepomuceno en búsqueda de estos primates del tamaño de una ardilla.
Una especie que solo se puede encontrar en la región Caribe y que en 1973 fue declarada en peligro de extinción a causa de los altos niveles de tráfico ilegal y la deforestación en los bosques del noreste de Colombia.
Son escurridizos y viven en familias conformadas por padre, madre y crías. Una de sus particularidades más interesantes es su capacidad para producir más de 38 vocalizaciones diferentes. Es decir, a través de un sonido específico se puede saber cuándo están en una reunión grupal o cuando están amamantando a sus crías.
Vocalización 1: Tití en reunión grupal
Vocalización 2: Tití amamantando a su cría
Todo este comportamiento ha sido estudiado y registrado por el equipo de investigación de Proyecto Tití, una fundación que nació hace más de 30 años gracias al interés de la doctora Anne Savage (quien en ese entonces era estudiante de doctorado en la Universidad de Wisconsin) de adelantar una investigación en campo en Colombia, luego de quedar fascinada con una colonia de titíes que había en un laboratorio en Estados Unidos.
Rosamira Guillén, directora de la fundación desde hace 18 años, cuenta que durante todo este tiempo dos de los retos más grandes a los que han tenido que enfrentarse son el desconocimiento de la especie y la dificultad en el cumplimiento de las normas medioambientales alrededor de la prohibición de su caza y comercialización.
Actualmente, el proyecto lo integran 35 personas desplegadas en tres campos de trabajo: San Juan de Nepomuceno (Bolívar), la Reserva Natural El Ceibal —ubicada en la ruta entre Santa Catalina (Atlántico) y Luruaco (Bolívar)— y en Colosó (Sucre), municipio donde el proyecto dio sus primeros pasos antes de que sus miembros fueran desplazados por la guerrilla cuando recrudecimiento de la violencia en los Montes de María impedía cualquier trabajo en la zona.
“Nuestro mayor objetivo es trabajar de todas las maneras posibles para que la especie no se extinga. Siempre pensamos en involucrar a la comunidad para lograr un reconocimiento social del tití dentro de la población”, explica Rosamira.
Para lograr esta participación de las comunidades, Proyecto Tití ha creado estrategias específicas según el tipo de público.
Titíes, niñez y educación
Actualmente, la iniciativa cuenta con alrededor de 20 instituciones educativas de primaria y bachillerato aliadas, con las que desarrollan jornadas lúdicas que incluyen un teatro itinerante, charlas, y hasta una canción con su propia coreografía que titularon “ChampeTITIando”.
“Antes de la pandemia llegábamos a más de 1.000 niños en todos los colegios de primaria y bachillerato donde teníamos presencia”, cuenta Rosamira. “Los colegios necesitan tener programas ambientales en sus currículums. Nosotros les ofrecemos esa opción enseñándoles a preservar el tití”.
Campesinos y artesanas
Rosamira cuenta que también desarrollan un programa de corredores de conservación con los campesinos de la zona. “Nosotros les ayudamos a invertir en la tierra y ellos, a cambio, cuidan un pedazo de bosque”. Esta estrategia cuenta con el apoyo de la Fundación Herencia Ambiental y de la Unidad de Parques Nacionales de San Juan de Nepomuceno.
Además, en la zona, un grupo de artesanas creó Asoartesanas, una asociación que crea muñecos para ser comercializados en la página de la Fundación.
“Se trata de buscar un balance entre los animales, los bosques y la propia situación económica de las personas. Esto también es una manera de ayudar a que la comunidad se involucre con la especie”, menciona la directora de Proyecto Tití.
Bosques y viveros
La fundación cuenta con un vivero enfocado en la restauración de los bosques de las reservas naturales. Para ello, tienen aliados estratégicos que les permiten incidir con mayor precisión, uno de ellos es la Fundación Ecosistemas Secos de Colombia.
“Ellos son expertos en el bosque seco tropical. Su participación en muy valiosa para nosotros, porque nos asesoran sobre qué tipo de árboles sembrar, dónde hacerlo, cada cuánto, el manejo de las semillas y demás”, explica la directora de Proyecto Tití.
Es en estos bosques donde el mono tití cumple una de sus funciones principales. Ellos, al ser frugívoros, riegan a través de sus heces las semillas que consumen ayudando, de esta manera, a que el propio bosque se regenere naturalmente. “También son polinizadores. Les gustan mucho el dulce y el néctar, entonces meten la cara en la flor y se les queda pegado el polen”, explica Rosamira.
Cooperación internacional
El trabajo de la Fundación Proyecto Tití suma, además, aliados internacionales que, en palabras de su directora “han sido fundamentales para la consolidación del proyecto gracias al apoyo económico y logístico”.
Dos de ellos son Disney y la Wild Conservation Network. De hecho, en 2021, Luis Soto, integrante del proyecto, fue galardonado como el Disney Conservation Hero por su “incansable esfuerzo para la conservación de la especie”.
También fueron finalistas en la categoría “Historias de esperanza” en el Jackson Wild Media Awards (la premiación que es considerada equivalente a los Premios Óscar de la naturaleza) por su documental Wild innovators: Trees For Tamarins, producida por Wild Elements, en el que se destacan los esfuerzos de la fundación en la protección de la especie.
De acuerdo con Rosamira, “uno no quiere lo que no conoce, por eso es necesario que todo el mundo sepa que este animal es especial, que solo se encuentra aquí. Cuando eso pase, seguramente las personas dejarán de utilizarlos como mascotas y traficarlos ilegalmente. Esa es mi invitación, que se animen a conocerlo”.