Luego del asesinato de su esposo, Yamilet Lozano creó la Corporación Baíyalo, que se ha consolidado como un referente en la ciudad por el impacto que tienen en las comunas 15 y 17.
En la misma sala en la que hace poco más de una década Yamilet Lozano, Yami, empezó Baíyalo, están reunidos ella, Manuel Medrano, Nicole Vera y Rafael Alexander Guagua, tres bailarines formados en la institución. Los cuatro hablan de la historia de esta corporación, en Cali (Valle del Cauca), que le apuesta al trabajo con las comunidades a través del baile.
La Corporación Baíyalo nació de la necesidad. En 2011, el esposo de Yamilet, un líder social de la ciudad, fue asesinado. Y ella, que es licenciada en educación y trabajaba desde hacía varios años en el sector artístico de Cali, quedó con la responsabilidad de sostener económicamente a su familia. “Al él ser asesinado”, recuerda, “nuestra economía cambia y me toca a mí empezar. Estamos donde comenzó Baíyalo, en la sala de mi casa, que es un espacio dedicado a la formación dancística”.
Una década después, la Corporación Baíyalo se ha consolidado como una academia centrada en la danza urbana, que realiza procesos en Llano Verde y en la comuna 17 de la ciudad, en donde tienen su sede principal. Sin embargo, además de la formación de bailarines, Yamilet es enfática en algo: “Más que formar excelentes ejecutantes del movimiento, nos ocupa que sean excelentes seres humanos. Nuestra filosofía es formar seres equilibrados entre su ser y su quehacer”.
Y, aunque la edad mínima para hacer parte de los procesos es de cinco años, no hay un límite de edad: “Tenemos personas de 30, 40, 50 años que bailan con nosotros”, explica Yamilet.
Si alguno de los miembros de la corporación decide seguir en el baile de manera profesional, inicia un proceso de formación y de proyección escénica, con participación en eventos y competencias. Luego le ofrecen asesoría en proyección laboral, en la que se busca que se “comercialice el producto, que son nuestras obras dancísticas”, a la vez de que los estudiantes se terminan convirtiendo en líderes de formación para replicar los procesos, como es el caso de Rafael Guagua.
Baile con propósito
Rafael, quien es bailarín y ahora líder de formación en danza urbana en Baíyalo, señala que lo que hace la corporación va más allá de presentaciones en una tarima. Para explicarlo recuerda cuando fueron a Puerto Resistencia, epicentro de las protestas en Cali durante el Paro Nacional de 2021.
“No llevamos un show, sino un mensaje de lo que estaba pasando. Se trata de bailar con un propósito. Fue una experiencia enriquecedora al ver cómo las personas conectaban con esto para el entendimiento del Paro Nacional”, explica Rafael.
“Nosotros venimos de ese contexto”, afirma Yamilet para explicar cómo la danza puede ser un vehículo para la intervención social, “estamos en estas situaciones que nos afectan. Los episodios más claros ocurrieron en Llano Verde. A una de nuestras niñas la mataron durante un enfrentamiento entre pandillas y de los cinco jóvenes que asesinaron en la masacre de Llano Verde (en agosto de 2020), dos habían hecho parte de nuestro proceso”.
Esos episodios los trae a colación para explicar que “nuestra connotación es social. Nuestro objetivo es que las personas le apuesten a crecer a través del baile, de la danza urbana”.
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Ecosistema Baíyalo
“Baíyalo es un modelo como organización. Tenemos un equipo logístico, de proyección, gente que trabaja en la corporación desde distintos ángulos y muchas veces otras organizaciones dancísticas no tienen eso. Queremos promoverlo, formar a otros, replicar lo que hacemos. Esto es una red de trabajo. Es un ecosistema Baíyalo”, apunta Manuel, licenciado en Artes con énfasis en música de la Universidad de Córdoba.
A la final, en palabras de Nicole, quien se encarga de la parte de diseño y comunicaciones de la corporación y es hija de Yamilet, lo que quieren es “visibilizar los proyectos que desarrollamos en Baíyalo y que se reconozcan más en los territorios. Lograr que la comunidad se beneficie de lo que hacemos como organización, a la vez que asesoramos a otros grupos para que se formalicen”.
Todo, centrado en la importancia de la cultura, porque, como se pregunta Yamilet, “¿qué hubiese sido de la sociedad, del ser humano, sin el arte? Afrontamos la pandemia con el arte; pero en nuestro país no tiene todavía un valor real y sin él arte, hablando ahora del baile, pero también del cine, el teatro, la literatura, el periodismo, no sería posible contar historias, llevar un mensaje contundente”.
La meta también es la permanencia: “Como directora, mi deseo es zafarme de esta vuelta”, dice Yamilet y se ríe. “Siento que urge la necesidad de que no se pierda lo que hacemos si nosotros, los que abrimos la puerta para que el arte tenga un reconocimiento, nos morimos. Que todo el trabajo que hemos adelantado se pierda porque no empoderamos a la gente para que continúe y enfrente los procesos”.
Y sobre lo que hacen actualmente, Yamilet concluye que “no garantizamos que todas las personas que impactamos sean bailarines, pero sí podemos garantizar que sean mejores seres humanos y eso es lo que más importa dentro de nuestros territorios. No que brillemos en un escenario, sino que lo hagamos donde hay más oscuridad”.
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