Mesa de Tareas sigue a cuatro hermanos en tres etapas de su vida: infancia, adolescencia y adultez. Su directora, Paola Andrea Rey, nos cuenta cómo fue el proceso de ensamblar cada parte de la historia a lo largo de dos décadas.
Un viaje en el tiempo que inicio en 2001 y termino en 2019. Un recorrido de casi dos décadas por la vida de cuatro hermanos que viven en Altos de Cazucá, en Soacha. Una mirada a cómo el tiempo y el contexto transforman a las personas.
A cómo, más allá de cualquier estigma, se puede encontrar la felicidad en la cotidianidad. Eso es Mesa de Tareas, un documental en el que su directora y guionista Paola Andrea Rey comenzó a trabajar en 2001 cuando aún era estudiante de Cine y Televisión de la Universidad Nacional.
Cuando empezó a grabarlo no tenía planeado que resultara ser el documental que se estrenó en mayo de este año y tuvo su más reciente función en la Cinemateca de Bogotá, el pasado 3 de julio. Al contrario, se trataba de un trabajo académico en el que seguía a los protagonistas, los hermanos Cristian, Leidy Jazmín, Maxi Fabián y Deisy Carolina Chavista. Después de esa primera aproximación, se desarrolló una amistad en la que Paola los acompañaba en distintos momentos de su vida. Así, pudo registrar el paso de la niñez a la adolescencia y de la adolescencia a la adultez.
Mesa de Tareas es, entonces, el retrato de ese trasegar de la vida. El documental “son tres momentos, que fue cuando se concentraron las grabaciones más intensas para mirar ese proceso de vida de ellos, que tienen la particularidad de ser personas muy positivas. Vienen de un contexto muy fuerte donde siempre recibimos noticias negativas y ellos son todo lo contrario”, explica la directora.
Así se hizo Mesa de Tareas
En 2001, Paola inició el Taller de Documental en la Universidad Nacional, en el que tenía que presentar un ejercicio audiovisual de tema libre. A su vez, estaba acompañando a unas conocidas de la carrera de Trabajo Social para dictar talleres de dibujo y pintura en Altos de Cazucá.
Fue en uno de esos talleres que conoció a dos de los hermanos protagonistas de Mesa de Tareas, Cristian y Carolina. Paola era su profesora en la clase de dibujo y cuenta que “resaltaron frente al resto de chicos, porque eran vivaces y cómicos. Comencé a hacer un acercamiento con ellos. Y duré casi una semana acompañándolos. Vivían sobre todo solos, porque los padres trabajaban, generaban una especie de jerarquías en que los mayores asumían los roles de mamá y de papá”.
Su idea, entonces, fue retratar esa cotidianidad en la que vivían, por lo que lo que resultó fue algo muy íntimo. “Y fue tan bonito que me volví amiga de la familia. Seguía yendo a su casa, acompañándolos. Me pedía que los grabara, que tomara las fotografías en los cumpleaños”. Sin embargo, en ese momento, aún Paola no pensaba en la posibilidad de un documental más allá de ese trabajo académico.
Tuvieron que pasar siete años para que esa idea surgiera. En 2008, decidió grabarlos con un propósito: quería mostrar cómo había sido el paso de la niñez a la adolescencia de esos cuatro hermanos. “Hice un primer intento de grabarlos que resultó en un primer corto que quedó archivado, porque no me gustó mucho”. Aun así, la amistad continuó hasta que, en 2018, Paola decidió continuar con el proyecto, motivada por ver cómo “cada uno armó su hogar y están criando a sus hijos”.
Pero ese crecimiento, esa transformación que se evidencia en Mesa de Tareas, no fue exclusiva de los hermanos. También lo fue para Paola en dos aspectos: “Como realizadora, la técnica va mejorando. Eso se ve en el documental. Y al final esto ha sido para mí, un ejemplo de vida. Son personas con más esperanza, fuerza y carácter. Ha sido un doble aprendizaje desde la parte técnica y desde la parte espiritual”.
La odisea de hacer cine
Antes de presentar la cinta oficialmente, Paola tuvo una proyección de la película en privado, en la que los protagonistas de esa historia pudieron observar el resultado: “Me hicieron algunos reclamos de por qué quitamos ciertos momentos que para ellos eran importantes”, recuerda la directora, “pero luego entendieron por qué no se hizo. Y cuando la vieron en pantalla grande y la reacción de la gente, estaban muy emocionados y felices”.
Además de la emoción que también sintió Paola, al ver cómo los asistentes, por ejemplo, lloraban de la felicidad, agrega otro sentimiento: alivio. “Con estos proyectos tan largos uno a veces siente que no se concluirán. Es un proyecto en el que también pensé ‘no se va a lograr’. Y cuando veo la reacción del público, de personas que recuerdan su propia vida, concluyo que la mejor recompensa de tantos años de trabajo es la recepción de la gente”.
Un alivio que va también de la mano de la odisea, como lo define Paola, que es hacer cine independiente en Colombia. En el caso de Mesa de Tareas, el tiempo no fue solo una decisión creativa, sino económica. Y culminar el documental fue también posible gracias a estímulos del Fondo de Desarrollo Cinematográfico para la escritura del guion, la producción y posteriormente, la distribución.
Estar de lleno en este y en otros proyectos como directora y realizadora ha hecho que Paola se cuestione sobre qué tan viable, económicamente hablando, es su profesión. Y dice, se ha planteado explorar otros caminos laborales.
Sin embargo, llega siempre a la misma conclusión: no podría hacerlo por la pasión y el amor que le tiene a la realización de cine. A lo que le añade que, «como documentalista tengo un compromiso social y una necesidad de contar y visibilizar ciertos procesos que nos ayudarán a que Colombia sea un poco más equitativa. Es un compromiso desde el corazón”.