La Amazonía, que representa casi la mitad del territorio nacional, es una de las regiones con mayores índices de endemismo. Conozca de qué se trata este concepto, cuyas cifras siempre están en crecimiento.
Colombia es un país orgulloso de su biodiversidad. Con la cabeza en alto, muchos nacionales señalamos que “somos el segundo país más biodiverso del mundo, solo superados por Brasil”. De hecho, esto solo podemos afirmarlo por el esfuerzo que hacen científicos registrando especies de fauna y de flora en sus expediciones, muchas de ellas ‘endémicas’.
De los anfibios, aves, mamíferos, plantas y líquenes, peces de agua dulce y reptiles, que habitan en el país, se estima que 8.800 especies son endémicas, es decir, que su distribución se limita al territorio colombiano, por lo menos según los registros que existen hasta la fecha.
El Amazonas es una de las regiones más biodiversas del mundo y la segunda región con mayor endemismo en Colombia, superada únicamente por la Andina. De hecho, las 9.545 plantas amazónicas representan el 34% de la diversidad de plantas de Colombia, algunas de ellas endémicas del territorio nacional.
“Sin embargo, las cifras de endemismo son muy dinámicas, pues en cada expedición a la Amazonía se identifican especies nuevas. En la última expedición al Guainía que hicimos logramos 167 nuevos registros para Colombia, que se conocían en Venezuela, pero no en este lado de la frontera. Eso, inmediatamente cambia las cifras de endemismo para el vecino país”, explica Nicolás Castaño Arboleda, investigador del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas (SINCHI).
El endemismo en la Amazonía colombiana
“Más que un índice nacional, el endemismo es un concepto que determina un rango geográfico específico”, explica Castaño. Por ejemplo, los cedros o los pumas son especies endémicas de las montañas de los Andes y su distribución va desde Argentina hasta Norteamérica, así que no son endémicas de ningún país en específico.
“Hay científicos más ortodoxos que sugieren que no deberían hacerse estudios sobre endemismo según límites políticos, sino solamente considerando los límites naturales. Sin embargo, es valioso saber cuántas especies hay en un territorio, por ejemplo, en nuestro territorio colombiano”, señala el investigador.
En el Amazonas, por ejemplo, hay unas 168 especies endémicas de plantas que han sido corroboradas y la mayor parte del endemismo en plantas en esta región no se debe a los ríos o los bosques naturales, sino a los afloramientos rocosos que tienen condiciones de suelo muy específicas, por lo que hay especies que solo crecen allí.
Castaño señala que “en la Amazonía las rocas son muy escazas y usualmente cumplen una función como enclaves, islas biológicas, o reliquias evolutivas de épocas muy antiguas. Eso hace que haya plantas que crecen en condiciones muy diferentes del resto del territorio y que tengan distribuciones muy restringidas”.
Chiribiquete, los Chorros de Jirijirimo, la Serranía de la Lindosa, la de la Macarena, los Cerros de Mavecure y, en general las formaciones geológicas del Escudo Guayanés, que son de las más antiguas del planeta, tienen especies de flora únicas.
Los retos de conservación
Al ser especies que hasta el momento solo se encuentran en zonas específicas de la Amazonía, conservarlas es fundamental. Estos hábitats tienen riesgos y amenazas que van principalmente en dos vías: la transformación de las coberturas, principalmente por deforestación, y la contaminación que suele provenir de minería ilegal, «sobre todo de oro”, señala Castaño.
El lado positivo, es que esto afloramientos rocosos, además de ser centros de diversidad biológica, se encuentran en lugares diversos en términos culturales y muchos de ellos son sitios sagrados para poblaciones indígenas que habitan el territorio.
El investigador cuenta que “eso es un plus en términos de conservación. Las soluciones siempre deben ir de la mano con los pobladores locales, sean comunidades indígenas o comunidades campesinas. Y uno de los pasos a seguir es fortalecer esas comunidades en términos de gobernanza, calidad de vida, y apoyarlas para generar cadenas de valor basadas en la naturaleza de estos ecosistemas”.
De hecho, en la Amazonía existen distintos proyectos que aprovechan los recursos del entorno, pero no parten de lógicas extractivistas que causan un mayor impacto ambiental, por ejemplo, proyectos maderables.
“Sin embargo, si esas alternativas no tienen apoyo, pueden quedarse en buenas intenciones. Hacen falta muchos empujes para que estos proyectos generen valor agregado para los bosques. Pero esa la vía para conservar la Amazonía: fortalecer la gobernanza forestal de las poblaciones rurales e indígenas”, concluye Castaño.