La organización Semilla Siloé busca que niños y jóvenes de la Comuna 20 de Cali adquieran conocimiento sobre el cuidado del medioambiente y la importancia del apoyo comunitario.
Hace unos tres años Kevin Estiven Cruz comenzó con la creación de la organización Semilla Siloé, un espacio seguro en el que los niños pudieran seguir adquiriendo conocimientos que tal vez no les eran impartidos en las instituciones educativas o en sus propias casas, como el cuidado del medioambiente, entre muchos otros.
No obstante, Cruz nunca había tenido entre sus planes construir una organización como esta. Al principio trabajaba tratando de recolectar regalos y detalles para dar a los niños de la Comuna 20 en Navidad y luego, en medio de la pandemia, su atención se concentró en las personas de la calle y en ollas comunitarias.
“La pandemia me llevó a conocer muchos lugares de mi barrio, las necesidades que había y la falta de recursos y de apoyo para la comunidad. Por eso, mi apuesta en medio de la pandemia fue ayudar a los habitantes de calle y para lograrlo comencé a hacer ollas comunitarias, donde repartía entre 200 y 150 almuerzos diarios”, recuerda Cruz.
Para conseguir apoyo Cruz decidió hacer una publicación por medio de Facebook, que lo ayudó a que supermercados como Súper Inter le donaran insumos.
“Me sorprendió que gracias a una publicación y al hecho de salir y hacer la obra mucha gente me abriera las puertas. Fue algo muy bonito”, dice.
Además de actividades como la limpieza del río, el cuidado de la huerta o la entrega de comida a los más necesitados, los jóvenes también disfrutan de tardes de películas. / FOTOS: cortesía de Semilla Siloé
Pero, en medio de las problemáticas creadas tanto por la pandemia como por las marchas del Paro Nacional, decidió crear huertas comunitarias, con la colaboración de muchas personas de la comuna, con las que los habitantes pudieran conseguir insumos para ellos y para las ollas.
“Al final de todo el proceso y de lo que estábamos haciendo, comenzaron a llegar los niños. Ellos me buscaban porque querían hacer trabajar en la huerta comunitaria. Ellos me decían, “vamos a desyerbar, vamos a reciclar llantas”, pero yo no sabía cómo manejar la situación, porque no tenía experiencia como profesor, ni tampoco sabía sobre las problemáticas que había en el barrio en la parte educativa”, comenta Cruz.
De todas formas, los niños siguieron acercándose a él y llegaban cada sábado a su casa y para preguntarle “¿qué vamos a hacer?” y luego proponerle, “vamos a pintar, vamos al huerto, vamos a hacer murales”.
Ante la persistencia de los jóvenes, Cruz, que ni era profesor, ni conocía nada sobre metodologías para trabajar con niños, decidió utilizar el mismo mecanismo que había empleado para conseguir apoyo en sus ollas comunitarias y publicó en Facebook que buscaba voluntarios o personas que tuvieran conocimiento sobre manejo y didácticas para jóvenes.
“Eran muchos niños y no sabía qué hacer con ellos cada fin de semana. Hacíamos limpiezas, pero yo quería ofrecerles la opción de juegos lúdicos con los que aprendieran los valores, porque yo siempre busco trabajar con ellos el tema de los valores y cómo aportárselos a los niños”, explica.
Fue así como encontró a una profesora que trabajaba en una fundación, que estuvo encantada de colaborar en la labor y comenzó a ir cada fin de semana a Siloé y a trabajar con los jóvenes.
Pero, según lo explica Cruz, resultó ser una persona que “tenía una metodología de ‘cuaderno’, de sentar a los niños a escribir y hacer dibujos”, lo cual no era malo, pero los jóvenes que lo buscaban cada fin de semana le comentaron que esas eran actividades que ya realizaban en el colegio y lo que ellos realmente querían al ir con él era hacer actividades como limpiar el huerto y el río, pintar o desyerbar.
“Yo les dije que tendría en cuenta lo que me decían, pero que de todas formas yo quería que ellos aprendieran sobre valores. Pero ellos mismos me dieron la solución: mientras me acompañaban me ayudarían a entregar mercados, a llevar alimentos a los necesitados o a entregar regalos en diciembre, una actividad que llevamos realizando desde hace dos años”, aclara Cruz.
El creador de Semilla Siloé recuerda que en el primer diciembre entregando regalos, los jóvenes que le ayudaban le decían “Kevin yo en mi casa ya tengo mi regalo. Podemos hacer esta actividad con los niños de mi salón que yo sé que no tienen”.
Eso le hizo comprender que los niños tenían otra mentalidad, poseían ese valor de la solidaridad, el cual, según él, han ido replicando.
“Esta iniciativa nació con el ánimo de ayudar a muchos, la solidaridad es lo que me llevó a empezar este proyecto y saber que esa semilla que sembré en cada uno está germinando, los está transformando y les hace tener sentido social, me emociona”, cuenta Cruz.
En ese punto decidió ponerle nombre al colectivo, a ese sueño que algún día piensa constituir, y, como todo, empezó con semillas: una semilla con la que se crearon las huertas comunitarias y una semilla que sembró en la mente de los jóvenes. Por eso, pensó en un principio en ponerle Semillas de cambio pero como uno de los objetivos que tiene es hacer visible el territorio de la Comuna 20, finalmente decidió ponerle Semilla Siloé.
“Este ha sido un proceso que ha contado con muchos voluntarios. Incluso, aunque existe la posibilidad de cobrar por hacer rutas turísticas, mi metodología no es cobrar a quienes vienen sino hacer un trueque con ellos. Les pregunto ¿Qué le podrían dejar de conocimiento a los niños? Y cada persona trae sus saberes al barrio, para que los jóvenes aprendan”, comenta Cruz.
Han hecho, además, Semanas Culturales y en alianza con la fundación Nuevo Estilo Dance, que lleva 14 años trabajando en la Comuna 20, están impartiendo clases de danza urbana a los niños.
También están trabajando con Francisco, el niño activista reconocido en Colombia por luchar contra el cambio climático, y los niños de Semilla están realizando un diplomado de Guardianes por la vida, recibiendo ese conocimiento que tiene Francisco sobre cómo se cuida el medio ambiente.
“Buscamos ofrecer a los jóvenes cada vez más conocimiento, porque están en una edad donde se dejan guiar y todo lo que uno les enseñe, sea bueno malo, lo absorben como una esponjita y se convierte en herramientas para su futuro”, opina Cruz.
Danza urbana y muralismo son algunas de las actividades culturales que practican con los jóvenes de la Comuna 20. / FOTOS: cortesía Semilla Siloé
Para Cruz la falta de oportunidades y los problemas personales que pueden tener los jóvenes en sus hogares, es lo que genera que a veces encuentren niños alejados de sus padres e incapaces de ver un mejor futuro y empiecen a “buscar las soluciones en la droga y el consumo, porque es como ellos pueden encontrar la paz que no hallan muchas veces en casa”.
“Yo perdí a mi hermano a los 20. Lo mataron cuando él tenía 18 años. Pero gracias a mis decisiones y convicciones de querer cambiar la vida de mi familia y el apoyo de mis padres, logré salir adelante. Pero muchos jóvenes de pronto no tienen la habilidad de identificar ese sueño, de encontrar esas ganas o no tienen por quien luchar o quien los apoye”, considera Cruz.
Por eso siente que ese es uno de los primeros flagelos que hay que trabajar en la comunidad, brindándoles oportunidades a los jóvenes, identificando cuáles son sus talentos, qué áreas les interesan.
Todos los procesos de Semilla Siloé se realizan en este momento en la calle o en casas que ofrecen su espacio, ya que la organización no tiene un lugar físico. Pero sueñan con poder construirlo.
Para conseguirlo Semillas Siloé creó, para la venta, unas camisas con diseños que muestran lo que es el barrio, su cultura y cómo se ha creado la comuna, en compañía de mensajes que quieren llevar a la comunidad caleña, como el de: “Siloé no es como lo pintan, sino como lo pintamos”.
También tienen en proceso de producción unos 300 cuadernos. Cruz comentó que empezarán a buscar alianzas y ofrecer dichos elementos en la universidad a los jóvenes que de pronto quieran tener este cuaderno y hacer parte del movimiento social.
Adicionalmente, en este momento están recogiendo donaciones de lapiceros, lápices, borradores y hojas para hacer cuadernos y con eso crear unos kits escolares con los que pretenden beneficiar a 300 niños.