En el corazón del norte de Boyacá, la colaboración entre jóvenes voluntarios y residentes de un hogar para adultos mayores ha creado una red de apoyo que rompe el aislamiento y fomenta la inclusión social.
El Hogar del Adulto Mayor Nuestra Señora de la Estrella en Boavita, Boyacá, ha emergido como un ejemplo de compromiso comunitario. Fundado en 2010 con el lema «Unidos todos podemos más», este ha experimentado una notable transformación gracias a la labor de Lucía Mendoza, quien se dio a la tarea de convencer a los jóvenes del municipio a dedicar parte de su tiempo, más allá de la responsabilidad, a acompañar y trabajar con sus residentes.
En 14 años de funcionamiento, el hogar ha recibido apoyo de entidades como la Fundación Costurero Boavitano, la Fundación Padre Luis Carlos Mendoza, entre otras, que han sido clave para mejorar las condiciones de vida de los 28 adultos mayores que lo habitan. La gestión del voluntariado, presidido por Mendoza, ha sido clave en este proceso, estableciendo un estándar de dignidad al rechazar donaciones en mal estado y asegurando que cada rincón del mismo sea un espacio digno y acogedor.
Los estudiantes, además de cumplir con sus horas de servicio social al interior del establecimiento, obligatorias cuando se está en 11° del colegio, han encontrado un propósito en su labor, ayudando en actividades recreativas y proporcionando compañía a los abuelos. «Es un honor aprender de ellos y compartir momentos que te hacen ver la vida de otra manera», afirma Gabriel Fernando Sánchez, uno de los jóvenes que pasa su tiempo en el geriátrico.
La falta de jóvenes en la comunidad ha generado un vacío en el apoyo intergeneracional, lo que le da aún más relevancia a la iniciativa de vincular a los que habitan el municipio con los adultos mayores. Durante la pandemia, se puso de presente la necesidad de adelantar actividades que rompieran el aislamiento y fomentaran la inclusión social. Así nació el grupo Boavita Linda que, durante esa época, facilitó esa unión a través de, por ejemplo, llevar a los abuelos a la Eucaristía y la organización actividades recreativas.
Los encuentros entre jóvenes y abuelos han sido enriquecedores. “Sus historias de vida llenan el corazón. He aprendido a valorar cada momento que paso con mis seres queridos”, expresa Luisa Fernanda Angarita, otra de las jóvenes voluntarias.
Entre otras cosas, Mendoza ha logrado consolidar un grupo de voluntarios que hacen aportes monetarios mensuales para cubrir gastos imprevistos del hogar y asegurar su funcionamiento. La continuidad del compromiso con el bienestar de los adultos mayores es un objetivo claro y los participantes insisten en la importancia de mantener un personal capacitado y contratado por periodos adecuados para garantizar atención individualizada.
La labor en el Hogar del Adulto Mayor va más allá de la asistencia; se ha convertido en un modelo de vida que une generaciones en Boavita, creando un futuro de compasión y solidaridad. Con cada abrazo y cada palabra de aliento, los jóvenes siembran un legado de respeto y amor.
Mirando hacia el futuro, se espera fortalecer esta colaboración comunitaria y motivar a otros municipios a seguir el ejemplo. “Es esencial que los futuros voluntarios mantengan el compromiso que hemos puesto en este proyecto”, concluye Lucía Correa, administradora del hogar.