En esta academia caleña surgen las promesas del ballet colombiano

Tras una pandemia que les obligó a adaptarse a un cambio de ritmo, tanto la escuela como la compañía de Incolballet mantienen vivo este tipo de danza en el Valle del Cauca. Este fotoensayo relata su historia.

Por: Jaír F. Coll *

Lo que hoy ocurre en las instalaciones de la compañía profesional de Incolballet es la antítesis de lo que tenía lugar en la pandemia. Los ensayos debían realizarse en Zoom, con cerca de 30 personas conectadas: si un bailarín perdía el ritmo podía serlo por culpa suya o la de su servicio de Wifi. además, eran más difíciles las funciones virtuales, con cientos de espectadores conectados desde diferentes partes del mundo; y las presentaciones físicas, cuando los tapabocas borraban la mitad de la expresividad facial de un bailarín. Hoy es diferente: los 25 miembros de la compañía bailan codo a codo, se abrazan durante los descansos y ensayan mientras las melodías de Tchaikovsky resuenan por todo el salón.

No es gratuito que, tras una ausencia de dos años, el Festival Internacional de Ballet de Cali celebrara su décima tercera versión al aire libre a mediados de septiembre. “Queríamos sacar al ballet de su escenario íntimo, de esa idea -a veces equivocada- de que esta danza solo ocurre en los teatros”, asegura Gloria Castro, fundadora del evento. Y es cierto: el público estuvo sorprendido. Pero un poco a las sombras de esa sorpresa, hay un arte con más de seis siglos de historia y alrededor de 80 años en Colombia; una larga existencia que le debe a los bailarines que dedican toda su vida y más de un tercio del día a perfeccionar su técnica.

Incolballet
Danna Sandoval, 23, posa para una retrato en las instalaciones de la compañía profesional de Incolballet, en el norte de Cali. Sandoval tiene seis años de experiencia como bailarina profesional. / FOTO: Jaír Coll

“Yo tengo 23 años, de los cuales 14 los he dedicado al ballet: ocho de ellos en formación y seis, como profesional”, asegura Danna Sandoval, una de las integrantes de la compañía. Y mientras le escurre el sudor por la frente tras una mañana entera y media tarde de práctica, agrega: “Y eso que lo que yo llevo es poquito”.

Sin embargo, Incolballet no solo es una compañía, sino también una escuela que forma niños como cualquier colegio tradicional, desde transición hasta grado once. Tan pronto los niños llegan a cuarto de primaria, empiezan a dar sus primeros pasos en la danza, proceso que continúan hasta graduarse de bachilleres. Por eso es normal encontrar que, a las afueras de los salones, en las puertas o cerca de las ventanas, se arremolinan grupos de estudiantes que curiosean los ensayos de sus compañeros que ya han encontrado una vocación. Tan pronto terminan su performance, los curiosos aplauden.

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Samuel Portilla, 17, ríe junto con sus amigos en el vestier de la Escuela de Incolballet, en donde hay más de 1.500 prendas. / FOTO: Jaír Coll

Una de las promesas que se forman en la institución se llama Samuel Portilla, un joven de 17 años quien cree que el ballet es la mejor manera para hablar de sí mismo sin necesidad de palabras. El joven recuerda una derrota de cuando recién empezaba, ocurrió en Perú, cuando competía con otros bailarines y por la cual se puso a llorar al enterarse de los resultados. Pero también trae a colación una victoria: ganar tres veces la beca para formarse en Fort Lauderdale Youth Ballet de Florida, Estados Unidos.

“Aspiro convertirme en bailarín solista de compañías como el Royal Ballet de Reino Unido o la Academia Nacional de Ballet de Holanda, mientras interpreto las obras de mis sueños: Don Quijote, la Bella Durmiente y Corsario”, afirma Portilla.

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Un grupo de estudiantes de la Escuela de Incolballet, en el sur de Cali, se organizan en dos filas durante un ensayo realizado el 6 de octubre del 2022. / FOTO: Jaír Coll

Portilla no es, claro, el primer diamante en bruto que se pule en las aulas de la institución. Ya hay otros que brillan en el extranjero, como Bryan Ramírez, quien hace parte de tres teatros italianos: el Massimo de Palermo, el San Carlo de Napoli y el Ópera de Roma. También ha estado en la televisión de dicho país y fue semifinalista en 2017 del programa de renombre Amici di Maria De Filippi.

La carrera de Ramírez inició a los nueve años en Incolballet, en el 2005, cuando su madre -Hermelina Hurtado- quiso ocupar su mente en actividades extras al estudio. El joven recuerda que una antigua jefe de su madre probaba su flexibilidad y, por ende, sus aptitudes para el ballet: le decía que debía ser capaz de darse un beso en sus rodillas. “Me acuerdo que muchísimas veces prefería no salir de casa a jugar, porque tenía un espectáculo o debía ensayar”, recuerda el artista.

El reconocimiento que ha tenido Incolballet en el exterior también ha provocado que lleguen artistas como Freddy Moore, coreógrafo neoyorkino que diseñó una de las obras del Festival que se realizó en septiembre. Minutos antes de que iniciara el espectáculo de apertura, Moore señaló: “Fue una semana maravillosa y llena de retos, con el fin de elevar las técnicas de los bailarines a otro nivel. Cuando los conocí, me dijeron que practicaban tres géneros (ballet clásico, contemporáneo y folclor), lo que me inspiró a que mejoraran en esos campo, pero también que aprendieran de la danza moderna, de la que yo soy maestro. Ellos pudieron sobrepasar todas las barreras”.

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La maestra Natalia Berríos, 46, enseña una postura a los bailarines de la compañía profesional de Incolballet. Berríos fue primera bailarina estrella del ballet de Santiago de Chile. Desde 2022 se dedica a la formación de promesas de la danza en Cali. / FOTO: Jaír Coll

Otra de las figuras de enseñanza es Natalia Berríos, primera bailarina estrella de ballet de Santiago de Chile y quien este año empezó a ejercer como maestra y ensayadora de la compañía. Cuando uno ingresa a una de sus sesiones, descubre que ningún bailarín está exento de lo que ella llama “mejorar la limpieza en el paso”. Por ejemplo, determinar el ángulo correcto de un torso después de un giro, elevar las manos de los artistas cuando están unos centímetros por debajo de lo que se debe, y así sucesivamente.

Sus clases transcurren entre las 9:00 y 10:15 de la mañana para luego proceder a los ensayos, entre las 10:15 y alrededor de las 4:00 de la tarde, intervalo en el que los bailarines practican con la melodía de obras como Cascanueces. No lo hacen todos los 25 miembros al mismo tiempo, sino por grupos separados de mujeres y hombres, pero también como solitas, parejas o tríos.

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Un grupo de bailarinas realizan un ensayo participan de un ensayo de la compañía profesional de Incolballet, el 11 de octubre del 2022. / FOTO: Jaír Coll

No todos acaban a la misma hora. Algunos finalizan sus ensayos más temprano y otros deben quedarse para perfeccionar su técnica mientras la maestra Berríos toma notas en una libreta. Se aproxima el final de la tarde, pero no de lo que lo que significa el ballet para los miembros de la compañía. Algunos deberán dar clases y otros se dirigirán a sus casas para mejorar lo que les hizo falta. En la ciudad de Cali, hay una danza que, pese a ser antiquísima, no envejece.

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    Nicole Duque, 23, realiza una acrobacia durante un ensayo de la compañía profesional de Incolballet en las salas de la antigua licorera del Valle, en el norte de Cali. / FOTO: Jair Coll

* Jaír F. Coll (1997) es un periodista visual colombiano cuyo trabajo se centra en la cultura como factor de transformación social. Su obra ha sido expuesta en el Photo Vogue Festival 2021 y el Photoville de Nueva York 2023. Radicado en la ciudad de Cali, el fotoperiodista ha colaborado con medios internacionales como NPR, The Guardian, Bloomberg y Reuters.

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