En la vereda La Loma, corregimiento San Cristóbal en Medellín, hay un espacio para que la población más joven del barrio pueda explorar en la danza una forma de aprender y fortalecer lazos sociales.
Hace cuatro años que Juan Manuel Ramírez decidió enseñar su pasión: la danza. Ahora en La Loma, Enjoy Dancing es un espacio seguro para niños, niñas y jóvenes del territorio que encuentran en el baile una forma de contar lo que sienten.
Ramírez tiene 23 años, es bailarín profesional, trabajador social y líder de La Loma, una vereda ubicada en San Cristóbal, un corregimiento de Medellín, el cual ha sido históricamente golpeado aporreado por la violencia del territorio.
“Fue algo muy bonito porque ni siquiera estaba planeado. Se pensó en un taller de tres meses y cuando estaba terminando, al ver que había una respuesta positiva de parte de los chicos, porque no querían que se acabara y manifestaban que querían continuar, se abrió la puerta para que me quedara en el territorio dando los talleres”, cuenta cuatro años después de haber comenzado.
Los proyectos y actividades de La Loma son creados por la comunidad y los líderes de la zona. En el territorio, Enjoy Dancing no le cobra a quienes hacen parte del proceso, en cambio, buscan los proyectos y el apoyo de organizaciones para que el proyecto sea sostenible para que continúen con sus labores.
Con el tiempo y gracias al voz a voz, Enjoy Dancing fue creciendo y fundando las bases del grupo. La danza tiene dos líneas de trabajo, la primera es la enfocada a una forma de actividad física y deporte, la segunda es el arte para mostrarla como un eje transversal a temas de interés para los más jóvenes, esta es la que utiliza el equipo.
“Empecé a ver que a los chicos les interesaba hablar de temas como la sexualidad, la personalidad y las enfermedades mentales, por eso decidimos que la danza urbana es la forma de trabajar esos temas sociales de interés general”, asegura Ramírez.
El dance, el house y el reguetón son los géneros musicales que más trabajan. Utilizan canciones de géneros urbanos, que en sus letras violentan a las mujeres o utilizan lenguaje racista, como una forma de dejar atrás la estigmatización e imponer el arte sobre la violencia.
“Lo que buscamos es enseñarle a los chicos cómo pueden aprender del tema para nunca hacer lo que dicen las canciones, en vez de utilizarlo como réplica, sembramos otro tipo de mensajes que no son de odio social”, explica Juan Manuel.
Enjoy Dancing inició con un grupo de 15 personas, liderado por Juan Manuel, como cabeza y director, hasta que un año después llegó Daniel Ospina, quien tomó parte de la dirección y apoyo en el desarrollo de las actividades.
Desafortunadamente, durante la pandemia el grupo perdió a todos sus bailarines y solo fue hasta el 2021 en que lograron reestructurarse y volver a hacer lo que más les apasiona: contar historias a través del baile. Actualmente lo conforman 48 personas.
“La gente responde positivamente a los procesos que llevamos. No solamente nos dedicamos a bailar y ya, creamos procesos reales sociales no solo con los bailarines sino también con las familias de esos chicos”, explica Ramírez.
De acuerdo con Juan Manuel, el cambio en las juventudes que hacen parte de su grupo es completamente notorio ya que aprenden sobre relacionamiento con los demás, convivencia y desarrollo de personalidad. Es una transformación de la comunidad.
“Queremos impactar a todas las personas que podamos tanto en el territorio como en el resto de Medellín, para quienes necesitan de estos espacios para que aprendan, crezcan practiquen todo tipo de artes, no solo la danza”.
Enjoy Dancing sueña con una sede propia, amplia, y en la que puedan recibir a todos los jóvenes que quieran usar el espacio como su casa, un lugar seguro para que den vía libre a su curiosidad.