A través del teatro, la Escuela Mojiganga quiere alejar a los jóvenes de la violencia y mostrarles que el arte es una opción de vida.
Ifigenia Garcés, actriz egresada de la Academia Charlot, de la promoción 2002, descubrió a través del arte todo un universo de posibilidades, lenguajes y formas que existían en su interior.
Con el deseo de que otros pudiesen sentir lo mimo que ella, y de llevar estos saberes al Chocó, para lograr «descongelar la vida de las personas y brindarles un poquito de calor», quiso abrir una academia donde instruyera a los más jóvenes en las artes escénicas.
Pero antes de llegar al Pacífico, Garcés inició su proyecto en 2009 Villavicencio, donde se encontraba prestando sus servicios a diferentes instituciones educativas, realizando talleres de teatro y baile.
En este municipio comenzó a impartir clases de teatro a los mejores talentos de las zonas vulnerables que no tenían fácil acceso al arte.
“Quería un teatro que pudiera hacerlo el pueblo y que estuviera al alcance de todos. Transmitir que la idea de que el arte pertenece solo a algunos pocos era mentira”, dice Garcés.
Así fue materializándose la idea de Mojiganga, que en 2010 llegó a las calles de Quibdó, a brindar un espacio artístico y cultural a los niños, adolescentes y jóvenes en los barrios donde no hubiera oferta de este tipo y que se encontraran en situación de vulnerabilidad.
“Lo primero que hice era llegar a los barrios a jugar con los niños. Llegaba, por ejemplo, a Las Mercedes parte baja, donde ni siquiera la ley quiere acceder, por todas las complejidades, y jugaba con los chicos en la calle”, recuerda Garcés.
Pasado un tiempo le puso el nombre de Mojiganga a esos encuentros callejeros y, de esa manera, se instaló la escuela de teatro de manera informal, sin un espacio físico, pero pensada para los niños y jóvenes que quisieran practicar sobre el respeto, el amor y la paz, por medio de actividades artísticas.
Actualmente la escuela imparte clases artísticas a unas 20 personas en una casade la zona. Aunque, según explica Garcés, en los barrios y algunos corregimientos de Quibdó hay más de 200 personas esperando por Mojiganga.
“Nuestra meta es hacer de la Escuela Artística y Cultural Mojiganga un instituto de artes en el Chocó, con todo lo que implica: infraestructura y docentes. Tener a Mojiganga como corporación, con la que se puedan atender los temas sociales y también una productora audiovisual, con la cual grabar cortos y películas y hacer festivales de cine y de teatro”, dice.
Con esto Garcés desea que la gente pueda cumplir con su sueño de instruirse y trabajar en el arte, sin tener que irse del Chocó.
Curando desde el arte
La experiencia personal de Garcés le ha demostrado el impacto que puede tener en la vida de las personas la posibilidad de involucrarse en la creación de experiencias artísticas.
Para ella, solo es posible rescatar a los jóvenes por medio del arte, cuando existe todo el engranaje que alrededor de esta actividad y de los escenarios artísticos donde se les instruye. También esto se logra si en estos espacios se tejen narrativas en torno del amor, la paciencia, la comprensión, la tolerancia y la aceptación del otro.
“La guerra cercena todo, lo mutila, lo corta, lo quema, solo lo que quede en la memoria, solo el acervo cultural, se rescata, eso no lo puede arrancar nadie” y eso es lo que considera Garcés que se puede realzar con el arte.
Y continúa, “el teatro permite rememorar. Por ejemplo, con nuestra obra ‘Sangre y tierra chocoana 200 años de historia por contar’, que escribí con el ánimo de conmemorar la independencia, hicimos todo un viaje alrededor de lo que ha vivido el territorio. Hay que hacer esto más seguido, para que el público lo vea, se lo lleve y lo guarde”.