21 especies de tiburones se han reportado en el Santuario de Fauna y Flora de la Isla de Malpelo. Para protegerlas, la Fundación Malpelo cuenta con un programa de adopción simbólica.
Sandra Bessudo, directora y fundadora de la Fundación Malpelo recuerda que tenía cuatro años cuando entró por primera vez al mar. Fue, dice, encontrar su «amor eterno». Por eso, ha dedicado su vida a la protección y conservación de los ecosistemas marinos y de las especies que los conforman, siendo los tiburones una que la emociona en particular.
“A mi me fascinan todos los tiburones, así como casi todas las criaturas de este planeta, pero hay una que me genera sentimientos y emociones incomparables: el tiburón ballena. Es espectacular encontrarse con uno, porque es el pez más grande del océano, pero al mismo tiempo come plancton. Además, estando con ellos uno comienza a entender muchos comportamientos de otras especies, es fascinante”.
Y aunque en un primer momento parecería que la pregunta por su especie de tiburones favorita es fácil, cuando comienza a responder, de a poco recuerda otras que la fascinan de igual manera, y comienza a dudar.
Menciona, entonces, también al tiburón solrayo, al que localmente llaman “el monstruo”.
“Es un tiburón de profundidad, no suele subir a la superficie, nosotros lo vimos a 15 metros de profundidad y es una cosa maravillosa: animales de cuatro metros con los dientes por fuera y que son verdaderamente robustos”.
Y claro, imposible olvidar al emblema de la isla y del Pacífico Oriental Tropical: el tiburón martillo, así como los tiburones sedoso, aletiblanco, zorro y galápago.
Para Sandra cada uno es maravilloso, pues todos enseñan cosas distintas acerca del comportamiento animal.
Pero no es solo su fascinación por esas especies lo que la ha llevado a dedicar su vida entera a su protección y conservación. También conoce bien su importancia en las profundidades.
Los tiburones: indicadores y guardianes del bienestar oceánico
Sandra cuenta que la presencia de los tiburones en un lugar indica que este y el ecosistema que lo compone se encuentra sano y en buen estado, cosa que, a su vez, quiere decir que todos los eslabones de la cadena alimenticia se encuentran en ese lugar particular.
“Hay tiburones que son más costeros, otros que viven más en el fondo, otros que son más oceánicos y migran, pero su presencia siempre es buen indicador”.
Pero, además, y principalmente, los tiburones cumplen un papel clave para el bienestar del ecosistema marino: alimentarse de las especies débiles, enfermas o ya muertas, o también de especies voraces.
Sandra explica que, por ejemplo, el tiburón martillo tiene una presa favorita que es el calamar que, a su vez, es un animal voraz de otras especies y, en ese sentido, sin los tiburones comienzan a proliferar los calamares, que acaban con otras especies y reducen así la cadena trófica, cosa que resulta en un desequilibrio natural fatal para los ecosistemas.
Adicionalmente, al alimentarse de especies enfermas, pues también hay especies de tiburones que son carroñeras, permiten que las poblaciones oceánicas en general se mantengan sanas, libres de parásitos, enfermedades y epidemias.
Por otra parte, hay un comportamiento que es importante destacar y es el constante movimiento en el que se encuentran los tiburones, independientemente de la especie a la que pertenecen.
Eso indica que el territorio que habitan es suyo, “no son especies estáticas, existen corredores migratorios y eso lo que indica es que hay un ‘uso del suelo’, por ponerlo en nuestros términos, usan el territorio, están en constante interacción con él para limpiarse, alimentarse y otras funciones”.
Por todo eso son tan importantes, cuenta Sandra y, por eso, dice también, es tan fundamental su conservación, más sabiendo que no hay tantos como las personas se imaginan: “su madurez sexual es tardía, tienen un crecimiento lento y ponen pocos juveniles a diferencia de otros peces”.
“Los tiburones no son animales agresivos”
Hollywood y la industria del cine en general les han jugado una mala pasada a los tiburones. Los han pintado como especies agresivas y sanguinarias, y de esa manera han cultivado una narrativa de pánico a su alrededor, pero lo cierto, dice Sandra, es que “los tiburones no son animales agresivos, los accidentes que ocurren, además de ser muy raros, suelen ser por errores del hombre”.
Y es que, agrega, “cuando uno le tiene miedo a algo, lo tiene que destruir”.
Por eso, y por la sobrepesca, que se enfoca en suplir la creciente demanda de una gigantesca industria a nivel mundial, “hay cada vez menos tiburones y más ecosistemas destruidos”.
En ese sentido, acabar con la narrativa asesina bajo la que están encasillados los tiburones, dice Sandra, es cuestión de sentido común: “No hay que cometer errores que ya sabemos: si un establecimiento bota espinas y pedazos de pescado, pues obviamente va a atraer tiburones y si lo hacen cerca de donde están los bañistas, pues generan un riesgo enorme”.
“Ellos viven ahí y somos nosotros los que llegamos a molestar”, concluye Sandra.
Así, por amor, pero también sabiendo la importancia fundamental de esos animales para el bienestar de los ecosistemas marinos y, por extensión, del bienestar del planeta entero, y conociendo también las amenazas a las que se enfrentan, fue que la Fundación Malpelo, dedicada a la investigación y la conservación de los océanos, creó el programa de adopción simbólica.
Adopte un tiburón
Durante las expediciones que realiza la Fundación Malpelo, marcan tiburones usando telemetría satelital y acústica. A través de esas tecnologías pueden detectar los movimientos de cada una de las especies que marcan, así como la profundidad a la que se encuentran, y la temperatura y la luminosidad de las aguas por las que transitan.
Eso tanto en territorio colombiano como a lo largo del continente: desde Chile hasta Estados Unidos, pues la fundación es fundadora y miembro de la Red Migramar, una red continental de investigadores y conservacionistas oceánicos.
Asimismo, realizan conteos de las especies con lo que pueden determinar aumentos o disminuciones de sus poblaciones.
Todo eso permite aumentar el conocimiento acerca de la ecología, el comportamiento y el estado de los tiburones y producir así información para pasar a los gobiernos y que, de esa manera, idealmente, tomen las decisiones correctas para proteger esas especies.
Sin embargo, todo eso implica altos costos.
Por ello la fundación creó su programa de adopción simbólica en el que, por donaciones de 150.000 pesos anuales, las personas pueden adoptar uno de los tiburones marcados.
Con esa donación las personas reciben cuatro obsequios: un calendario digital de la fundación; un boletín informativo, también digital; un certificado de adopción y la respectiva ficha técnica del tiburón marcado, y una camiseta de la fundación.
Así, entonces, si quiere realizar una donación y adoptar uno de los tiburones de la Fundación, puede hacerlo a través de este enlace.