En este municipio del Bajo Baudó, en el Chocó, la Fundación Despertar Flórez trabaja con la comunidad para mantener vivas las tradiciones y fortalecer lazos entre generaciones.
‘La Ruta del Viche’ es el trayecto que recorre el destilado de la caña, de origen artesanal, desde la caña misma hasta la botella y posteriormente a los estantes del Pacífico colombiano, e incluso de otros lugares del mundo. Es, también, una de las principales fuentes de sostenimiento económico y cultural de muchas zonas del Chocó, incluido, Pizarro, municipio que ha encontrado en la bebida, entre otras tradiciones, una herramienta para construir tejido social.
La forma de prepararlo varía de lugar a lugar, pero lo que sí es seguro es que su concepción debe respetar los conocimientos ancestrales, para asegurar su sabor y propiedades.
Teresa Flórez, líder de la Fundación Despertar Flórez, relata que uno de los programas más fuertes que desarrolla en la comunidad es, precisamente, la preservación de esa ancestralidad. “En la parte ancestral sí queremos recuperar todo lo que nuestros adultos han dejado, nosotros (en Pizarro) tenemos ‘La Ruta del Viche’, que es muy importante para resaltar nuestra cultura”.
Valga señalar que en 2021 se aprobó en Colombia la ley 2158, que regula la producción del viche y sus derivados. La regulación pretende unir los conocimientos tecnificados del presente y las prácticas tradicionales y ancestrales de los territorios donde se produce el destilado y también de los productos generados del proceso, como el arrechón, la curada, la crema de viche, el pipiloco, entre otros.
Por eso mismo, la fundación sostiene conversatorios en los que los adultos mayores explican a jóvenes y niños esas prácticas que se han ido dejando de lado por la evolución de la tecnología, pero que son fundamentales para la conservación de la cultura. En el caso de ‘La Ruta del Viche’, por ejemplo, lo primero que enseñan es que la mujer tiene el protagonismo.
“El viche se hace a través de la caña, y quien más lo produce son las mujeres, porque las mujeres son las que siembran la caña, las que están pendientes del trapiche y sacan el azúcar, luego fermentan ese extracto con una fruta que se llama naidi (asaí); esto dura por meses y se hace con madera, esta es la ruta”, explica Teresa.
Bebida ancestral para el mundo.
Uno de los derivados más importantes de esa bebida es otra, conocida como curada. Se trata de una especie de emulsión elaborada de manera artesanal por los indígenas del Pacífico y que tiene múltiples usos: de acuerdo con la líder comunitaria, sirve para tratar los miomas y tiene propiedades específicas que ayudan a la fertilidad; además limpia el hígado y los riñones, y aleja las malas energías.
“Nuestros padres, por lo general en las mañanas, se toman un poquito de curada para que se vayan las malas energías… en ocasiones siente uno que está como recargado de malas energías, se toma la curadita y el cuerpo empieza a limpiar”, añade.
Con todos estos saberes, Teresa Florez explica que ahora trabajan en que el proceso de producción de la bebida sea conocida por todo el mundo.
“En lo que nos enfocamos ahora es en que todos los visitantes sepan cómo se hace, cuáles son sus etapas. Los llevamos a que conozcan cada estación, desde que se toma la caña hasta que sale a Buenaventura, es un recorrido rico en conocimiento y cultura tradicional”, concluye, aclarando que estas estaciones están a distribuidas a los largo del municipio y que esperan construir una experiencia única para las personas que vayan a esta región.
Del 'viche' a la esperanza.
Valga señalar que Pizarro es un municipio de 20.000 habitantes, es la cabecera municipal del Bajo Baudó y su economía se basa principalmente en la agricultura. Es una zona rica en producción de plátano y coco, pero que, por su ubicación, experimenta dificultades para sacar a Buenaventura, u otras zonas del país, lo que produce. Siendo esto un factor de pobreza y hambre que presionan a la población, Teresa y sus hermanas también trabajan en la comunidad en la obtención de recursos que mitiguen estas problemáticas.
Si bien en 2023 un informe del DANE y La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, reveló que la prevalencia de inseguridad alimentaria grave se redujo en 7,5% en el Chocó durante ese año, todavía hay cerca de 109.000 personas que consumen menos de dos platos de comida al día.
A través de bancos de alimentos, comedores comunitarios y de bancos de ropa, la Fundación entrega dichos recursos a la comunidad, con el objetivo de mejorar su calidad de vida de motivar a la preservación de los conocimientos de una manera más sostenible y que además aleje a los jóvenes y niños de contextos de violencia.
Logros como haber llevado en 2006 más de 7.000 chanclas a los niños de la población o haberles dado, en 2023, su primer curso de inglés a estudiantes de grado once, hacen parte de los resultados de mantener unida a la comunidad en un entorno donde el Estado no está presente como debería.