Entrevista: la Comisión de la Verdad pone en escena historias de vida tras la guerra

Las Lecturas Rituales son uno de los proyectos de cierre del proceso de escucha que la Comisión de la Verdad ha venido adelantando durante los últimos años. Desde Colombia Visible conversamos acerca de ellas con el comisionado Alejandro Castillejo, quien las dirige.

El próximo 27 de junio termina el mandato de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, más conocida como la Comisión de la Verdad. Desde ese día y por dos meses, la organización deberá presentar y socializar los resultados del informe que lleva construyendo desde el 2017, cuando fue creada. 

Como una de sus estrategias de cierre al proceso de escucha, que ha adelantado la Comisión durante los pasados cinco años, y para conmemorar las historias que componen el informe final, el pasado nueve de abril, día en que desde el 2011 se conmemora el Día Nacional de la Memoria y la Solidaridad con las Víctimas del Conflicto Armado, se inauguraron las Lecturas Rituales

Se trata de un proyecto que, dirigido por el comisionado de Paz Alejandro Castillejo, busca dar a conocer, en el campo y la ciudad, en universidades y colegios, a empresarios y campesinos, víctimas y victimarios, las historias que la Comisión ha recopilado. 

Castillejo es antropólogo de la Universidad Nacional, especialista en Desarrollo y Paz de la universidad de Jaume I, magíster en Paz y Estudios de Conflicto de la European University Center for Peace Studies, y magíster y doctor en antropología de la New School for Social Research. Además, realizó investigaciones a nivel posdoctoral en Estudios Sociales de la Ley en la Universidad de Humboldt, entre otros estudios. 

A la Comisión llegó en abril del 2020, en reemplazo de Alfredo Molano Bravo, quien falleció en octubre del 2019. 

En Colombia Visible conversamos con el comisionado Castillejo acerca del proyecto que lidera, el volumen testimonial del Informe final de memoria histórica y la importancia de la escucha y la colectividad en el proceso de construcción de paz en el que se encuentra Colombia. 

El proyecto de Lecturas Rituales se enmarca dentro del Volumen Testimonial del Informe Final de la Comisión, del que usted está encargado. ¿En qué consiste este?

El volumen, titulado ‘Cuando los pájaros no cantaban: historias del conflicto armado en Colombia’, resalta lo que ha sido el proceso de escucha que ha adelantado la Comisión de la Verdad a lo largo de los años de su proceso. 

Se inserta y explora de manera integrativa y conectiva lo que fueron las experiencias de la gente que estuvo en la guerra y participó en ella. Lo que hacemos es una escucha profunda de todo el material que tiene el Sistema de Información Misional y, a partir de allí, así como de un proceso de investigación que realizamos nosotros, nace el volumen, que tiene alrededor de 600 páginas de texto. 

La filosofía de ese libro ha sido centrarse en la vida cotidiana de las personas después de la violencia: lo que yo llamo las reverberaciones de la violencia en la vida cotidiana de las personas, en las minucias casi invisibles de la vida cotidiana y la memoria. Recoge el sufrimiento humano como elemento de construcción de sentido de porvenir y de futuro. 

Es, creo yo, la gran apuesta de memoria que tiene la Comisión de la Verdad, porque escucha lo que la gente dice en sus propios términos, son historias donde la gente, desde sus explicaciones y sus visiones del mundo, habla de su experiencia. 

¿Y, entonces, qué son las Lecturas Rituales y de qué manera están presentes en el Volumen Testimonial?

Alrededor de la producción del volumen hemos pensado una serie de canales de circulación que no fueran solamente el libro, porque los libros se quedan en los anaqueles.

Entre esas apuestas están las Lecturas Rituales, que tienen que ver con la puesta en escena de las historias que recopilamos en el libro, y con eso quiero decir leerlas frente a un público en una atmósfera y en un ambiente ritualizado, altamente pensado y construido con los contextos donde uno vaya a leer. 

Lo que buscan las Lecturas es crear lo que yo llamo una ‘red de resonancias’, que junte sonidos y cuente historias como sonidos a través de esta telaraña de experiencias que implica leerle al país todo esto. 

Lo anterior, en un espíritu de compartir las historias con los demás, de crear un lenguaje común sobre la experiencia humana de la guerra, así como en un espíritu de cierre de la escucha; porque una comisión de la verdad, para mí, es un dispositivo que no solo se encarga de temas de esclarecimiento de eventos, sino que es un dispositivo ritual que también, en teoría, debería estarnos permitiendo movernos de una sociedad en guerra a una más pacífica

Entonces, a través de las lecturas buscamos crear unos lenguajes y temas comunes, una memoria entretejida que no esté sectorizada por las experiencias de violencia, sino compuesta por lo que tienen en común las experiencias de las personas, tanto en un contexto de violencia, como después de ella. 

Como tiene un enfoque sobre lo cotidiano, eso muestra que, a pesar de las diferencias entre las experiencias, hay un sustrato y una capa particular donde las historias de las personas se conectan y se juntan, incluso en aquellos casos dramáticamente opuestos. Eso crea un tejido conectivo y afectivo. 

Alejandro Castillejo
Alejandro Castillejo llegó a la Comisión de la Verdad en el 2020, como reemplazo del fallecido Alfredo Molano Bravo y para encargarse del Volumen Testimonial del Informe Final. / FOTO: Comisión de la Verdad

¿Quiénes participan en las lecturas?

El texto habla de la mayor cantidad de gentes que representan o han representado algo dentro del conflicto armado. No es un libro exclusivamente de víctimas, sino también de aquellos actores que estuvieron en la guerra. Por ejemplo, hay relatos de quienes tuvieron armas para defender o enfrentar al Estado. 

Lo que esperamos es juntar gente de diferentes aristas para leer y construir una memoria y una paz polifónica, diversa, así como resaltar que a pesar de que existen diferentes voces, hay intersecciones entre ellas, y ahí está todo el mundo: pueblos étnicos, campesinos, jóvenes, gente de las ciudades, gremios, etc. 

Son 150 historias excavadas de manera arqueológica en un sistema de información que tiene 17 o 18 mil testimonios. Es un trabajo de arqueología del testimonio para que todo el mundo tenga lugar dentro del proceso. 

Se ha dicho que las Lecturas constituyen una manera distinta de narrar el conflicto armado y que se sale del uso tradicional del testimonio. ¿Cuál es ese uso tradicional y en qué medida se desenmarcan de él para innovar a la hora de narrar?

En Colombia llevamos 15 o 20 años hablando de memoria y en esos años la memoria se ha institucionalizado, incluso  se ha estatalizado. Hay un Centro Nacional de Memoria Histórica, un Grupo de Memoria Histórica, un Museo de la Memoria y una Comisión de la Verdad para colmo de males. Hay una gran cantidad de vectores que tratan el tema del testimonio y la memoria. 

Lo que nosotros hemos hecho es recoger historias a través de un enfoque que llamamos una ‘escucha en gesto de futuro’, que es una escucha que no se centra en la violencia que sufrió la gente. 

Al hacer eso estamos escuchando de manera distinta, porque estamos poniendo la lupa sobre la reverberación sobre eso que significa la vida cotidiana y ese enfoque de recoger el dolor sin centrarse en la literalidad. Esa escucha hacia el porvenir rompe con las lógicas y las estéticas de lo grotesco, que han cifrado profundamente nuestros relatos sobre la guerra en Colombia. 

Se trata de situar la experiencia de las personas, de las víctimas y los participantes de la guerra, en un registro distinto, y en ese sentido es un relato diferente. Es un relato anti-relato en cierta medida, porque al ser uno de la vida cotidiana podría pensarse, equivocadamente, que lo que cuenta son cosas pequeñas e irrelevantes; pero, por el contrario, la complejidad de la guerra se escucha también con esos pequeños eventos de la vida diaria. 

Además, en el mundo de la justicia de transiciones y de la pedagogía de los informes de derechos humanos es más nuevo, porque incorpora las artes sonoras, el performance, y la dramaturgia en un intento por democratizar unos productos que han sido cuestionados mucho por ser escritos para gente especialista. Entonces hay un esfuerzo tremendo de construir una red de resonancias y de las polifonías: todo eso, en sí mismo, es novedoso. 

¿A qué se refiere con eso de las artes sonoras, el performance y la dramaturgia? ¿De qué manera están esos elementos presentes en las Lecturas?

La apuesta de la Comisión de la Verdad fue escuchar, ese fue su método, y la escucha no es solo un acto semántico. No solo es entender lo que los otros dicen, sino que es comprometer la escucha en términos biológicos. 

Lo que hemos hecho es construir un dispositivo en el que nos reunimos con la gente, creamos un universo microscópico en ese encuentro a través de los controles atmosféricos del sonido, la temperatura y la luz, y usamos el sonido y todo el ambiente construido para para crear una disposición de la gente hacia el oído. 

Clausuramos otros sentidos como la vista a través, por ejemplo, de oscurecer el auditorio en el que estamos. Ahí la vista pierde importancia y cobra más relevancia el oído. En ese momento ponemos unos sonidos para llamar la atención del público, que su oído comience a entrenarse y luego leemos, un acto que se hace casi a oscuras. 

Una vez termina la lectura, ponemos otros sonidos para cerrar y luego abrimos una sesión de conversación en la que las personas retoman las historias escuchadas; las cuales, además de ser historias de guerra, son vehículos pedagógicos, vehículos para crear memoria histórica y la gente termina conversando sobre todo eso. 

Es ahí cuando se construye un lenguaje común acerca de lo que ha sucedido en ese escenario y se crea esa red de resonancias.

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A través del oscurecimiento de los recintos donde se realizan las lecturas, entre otras cosas, se resta importancia al sentido de la vista para crear una disposición hacia la escucha. / FOTO: Comisión de la Verdad

Pensado un poco en el nombre, ‘Lecturas Rituales’, entendemos que el tema de lo ritual está presente en términos performáticos, pues un ritual es, en cierta medida, un performance. Pero el ritual también tiene un componente sacramental, que es algo que usted también ha mencionado. ¿De qué manera está presente el tema de lo ‘sagrado’ en las lecturas?

Lo primero es decir que lo sagrado no tiene implicaciones religiosas, hay una sacramentalidad que es secular y es aquella la que está presente.  

Para mí lo sagrado es así como el ballet: en el ballet de Bolshoi, cuando tocan el ‘Lago de los cisnes’ hay una bailarina que representa uno de los cisnes y hay un punto en el que ella y el cisne se confunden, donde la mujer deja de ser mujer y se convierte en un cisne, ese el momento de lo sagrado

Aquí ese momento es cuando la voz que hace la lectura deja de ser lectora y encarna la voz misma que está leyendo, de la persona que está narrando su relato. Hay un momento allí fascinante y bello donde uno deja de ser lector para convertirse en un eco y la gente lo que escucha no es a la persona leyendo, sino a la que habló relatando. 

Ese, me parece, es el instante de lo sacramental, de lo sagrado.  

¿En ese sentido, cómo han tramitado los participantes el hecho de encontrarse con esas historias, de escuchar esos relatos en voz propia?

La sensación general es que la forma en que están tejidas y trabajadas las historias, resaltan de una historia mayor de algo, porque las historias que leemos son historias de historias: fragmentos cortos de relatos y testimonios más extensos, eso hace que la gente se conecte. 

Nunca leemos historias del mismo lugar al que vamos. Cuando la gente oye ciertas historias dice ‘ve, eso que les pasa allá tan lejos nos pasa también acá’ y esa es la reacción: la gente se conecta a pesar de que son narraciones de ortos lados. 

Ese es el momento del tejido conectivo, de la red de resonancias; pero también, luego, cuando la gente comparte y comenta esa conexión, ahí hay una nueva dimensión del tejido conectivo donde la urdimbre la constituye el relato mismo. 

A su vez, eso que sucede es una forma de comunalidad: cuando uno comienza a recocerse en la historia de otro, ahí se configura una dimensión del sentido de estar juntos, de compartir incluso aquello que en teoría nos divide que es la experiencia del sufrimiento. 

En la oscuridad, el sonido, la lectura, todo eso saca a las personas de sus espacios de confort, los vuelve ajenos consigo mismos, y cercanos y prójimos con aquellos que antes veía ajenos. 

En el proceso de construcción de paz hay una apuesta enorme por lo colectivo, por revitalizar el tejido social. ¿Por qué la insistencia en eso, por qué es tan importante esa apuesta?

Hay un termino que yo uso que es ‘paz en pequeña escala’ y hay una sección del Volumen Testimonial que se llama el ‘Libro del Porvenir’, que explora los procesos y los recursos sociales y culturales de la gente en su cotidianidad para construir sentido de futuro. 

Esos recursos se concretan y materializan en proyectos comunitarios que pueden ser muy pequeños, pero sobre los cuales las personas edifican su sentido de porvenir. Tenemos una gran apuesta para mostrar eso. 

Desafortunadamente, toda nuestra energía se ha ido muchas veces en mostrar lo grotesco de la guerra y la confrontación y a veces, aunque siempre lo tenemos ahí, olvidamos que la gente en todo caso ha sobrevivido y sigue sobreviviendo y construyendo futuro. 

Cuando el sistema transicional se acabe, que será pronto, lo que va a quedar es la gente construyendo vida y mundo desde su cotidianidad. A eso, la construcción de mundo desde lo cotidiano, es lo que llamamos paz a pequeña escala. Y eso es lo que creemos que hay que resaltar como experiencia y como reconocimiento de lo que las comunidades han hecho en ese sentido. Eso en sí mismo es una forma de paz

¿Ha habido alguna lectura que lo haya conmovido en particular?

Diría que la lectura que le dio origen a todo esto: fue una subida a la Sierra Nevada de Santa Marta con el mamo Evangelio, que es un especialista de los arhuacos en los temas de paz. 

En un punto llegamos a un lugar que los mamos y la mitología arhuaca habían designado como el lugar para hablar de temas de paz y de conflicto, un lugar sagrado donde podíamos hablar de esos temas. Parte de la subida implicó que le leyera al mamo unos fragmentos que yo había escrito acerca de temas asociados al concepto de reparación integral y a la pregunta por el dolor de los árboles. 

Y fue cuando leí que nació la lectura como momento especial, simbólico: estábamos en un sitio sagrado de la cultura arhuaca y lo que se gesta ahí es una conversación entre un mamo y yo alrededor de lo que significa trasegar una palabra y uno como caja de resonancia y como recolector de la palabra de otro. 

Esa lectura íntima y personal fue lo que le dio origen a este proyecto que se llama las Lecturas Rituales. 

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